Mentiras completas y verdades a medias



jueves, 31 de julio de 2008

Apadrina a un imbécil

Responde al nombre de Lluís Suñe, a la sazón portavoz de ICV-EUiA en el Ayuntamiento de Torredembarra. Adolece de demagogia extrema, indigencia intelectual, mala baba e idiocia suprema. Dice representar a una coalición política que se ufana de su compromiso con las causas honestas, con la justicia social y con la lucha en contra de la desigualdad. Posee maneras de señorito chulesco y se dedica a emplear la imagen de dos niños, con apariencia de necesitados por más señas, para poner en imágenes la expresión de un pensamiento insidioso, hiriente y malintencionado —«una broma», argumenta el susodicho—. Por sus hechos los conoceréis. Desapareció hace horas cuando, ante la tremenda metedura de pata, agachó las orejas y salió por la puerta de atrás —que junto con la socorrida «sostenella y no enmendalla» (véase la didactica ponencia «Solbes y el uso de cien circunloquios posibles para referirse a algo que no existe y que se llama "crisis"») suele ser la típica actitud cobarde de todo político que se precie—. Se desconoce su actual paradero. Se desea que se siga desconociendo por los siglos de los siglos.

En caso de ser hallado, se gratificará a quién se lo quede.

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lunes, 28 de julio de 2008

El documento Saldaña, la nueva novela del escritor Pedro de Paz, a la venta en septiembre


El nuevo trabajo del novelista Pedro de Paz, El documento Saldaña (Planeta, 2008), estará disponible en librerías a partir del próximo 9 de septiembre.

En esta ocasión, el autor —que ya obtuvo elogiosas críticas con sus anteriores trabajos El hombre que mató a Durruti y Muñecas tras el cristal— plantea, bajo la figura de un thriller de aventuras hábilmente combinado con elementos de la mejor novela negra, una sólida ficción plagada de intrigas y enigmas que giran en torno a la búsqueda de un legado artístico desaparecido durante los inicios de la Guerra Civil Española, una trama en la que la historia de la ciudad de Madrid y sus monumentos arquitectónicos desempeñan un papel esencial. Las referencias obtenidas sobre la obra son muy prometedoras y, según fuentes consultadas, aspira a convertirse en uno de los bestsellers de la próxima temporada editorial.

Fuente: http://www.literaturame.net

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jueves, 24 de julio de 2008

Encrucijada



Inmerso en la negrura de una insana incertidumbre,
demasiado solo en un mundo demasiado frío,
un extraño en tierra extraña
al que atormenta la duda del camino a tomar
en esta encrucijada salvaje y hostil.

La responsabilidad cercena cualquier atisbo de locura,
cualquier posibilidad de huida hacia adelante.
Te impide canjear la cálida trinchera en la que subsistes
y cambiarla por el placer de sentirse libre, de sentirse vivo.
Al borde del abismo, uno siempre se debate
ante la determinación de retroceder. O quizá saltar.

Pero sea cual fuere la decisión última,
la conclusión resulta ser, invariablemente, la misma:
la única compañía con la que siempre puedes contar,
la que nunca te abandona en tu periplo
es la de tus propios fantasmas.
Tanto es así que, al final, hasta terminas por considerar acogedora
su hueca, vacía y vana presencia.

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lunes, 21 de julio de 2008

Barcelona



No he estado en Barcelona más allá de tres veces en mi vida y siempre por cuestiones puntuales. Ir un día y volver al siguiente. Y en todas esas ocasiones he regresado de aquella ciudad con la misma sensación turbadora: la desazón de no haber dispuesto del tiempo necesario para poder disfrutar de sus encantos. Uno, que es urbano y cosmopolita por naturaleza, tiene cierta querencia por las grandes ciudades en general y por algunas, como Madrid o París, en particular. Y con Barcelona siempre albergo ese pálpito especial. Estoy convencido de que, cuando disponga del tiempo suficiente para conocerla —espero que sea lo antes posible—, me enamorará lo suficiente como para dejarme tan rendido como intuyo. Al menos, eso es lo que ha sucedido en las escasas oportunidades que he tenido hasta ahora.

El pasado fin de semana fue una de ellas. Llegué el mismo sábado a primera hora de la tarde y regresé a Madrid el domingo por la mañana. La tarde del sábado la pasé caminando por Gran de Gracia y Travesera —por motivos que no vienen al caso— y no me duelen prendas en reconocer que si lo que vi fue una pequeña muestra de lo que la ciudad puede ofrecer, no me cabe la menor duda de que tiene mucho que entregar. Y muy bueno. Avenidas espectaculares. Ambiente agradable y distendido. Ese ampuloso sabor modernista de estética tan especial. Lugares entrañables y fascinantes. No hay un motivo concreto. Todo en ella emana un especial interés.

Quedé particularmente prendado de dos de los pocos rincones que tuve ocasión de visitar en tan breve estancia: la heladería italiana de la Plaza de la Revolució, con los mejores y más cremosos helados que he comido en mucho tiempo y El Otro Bar, en la esquina de Travesera de Gracia con Torrent de L’Olla, un pequeño y acogedor bar de copas cuya excelente ambientación, el equilibrado nivel de su aire acondicionado, la extraordinaria afabilidad de la persona ubicada tras la barra y sus Daiquiris de Piña obraron auténticos milagros a lo largo de esa tórrida tarde de Julio.

Lo dicho. Deseando estoy de tener un hueco para hacer la escapada que Barcelona merece.

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viernes, 18 de julio de 2008

Cuando Dios se cuelga una guitarra y sube a un escenario


(c) Renee Van Diemen

El espectáculo comenzó con media hora de retraso pero la espera terminó por no importar a nadie de los presentes. Máxime teniendo en cuenta lo que vino después. Tres horas de deleite disfrutadas minuto a minuto —a pesar de la calidad del sonido, a ratos pésimo, a ratos infame—. Tres horas de puro espectáculo en la más amplia acepción del término ofrecidas por uno de los artistas más carismáticos que ha pisado un escenario en los últimos 40 años: Bruce Springsteen.

Sé que lo que voy a enunciar puede resultar —y resulta— manido, tópico y demasiado trillado, pero no por ello resulta menos cierto: Springsteen es uno de los mayores animales escénicos que ha conocido el mundo del rock, un autentico purasangre de las tablas. Un artista que hace del escenario su ring particular, que sube a él para pelear duro con el fin de ganarse al público desde el primer minuto y metérselo en el bolsillo de su viejo y desgastado vaquero negro. Y que lo consigue a base de comulgar con él, de hacerle partícipe de una complicidad manifiesta y personal y ofrecerle, sin poses afectadas ni maneras de divo, ni más ni menos lo que éste ha venido a buscar: llaneza y autenticidad. Y diversión. Quintales de diversión y no sólo musical. Springsteen es un gran músico —lo lleva demostrando muchos años— pero, sobre todo, es un inconmensurable intérprete. Al margen de su solidez musical, probablemente su mayor virtud consista en manejar las cortas distancias de un escenario como nadie y ayer, en Madrid, quedó, una vez más, clara constancia de ello. En su caso, no se trata de poseer una particular habilidad melódica, un determinado virtuosismo instrumental o una especial genialidad compositora. Springsteen es una especie de all-in-one reconvertido en una descarga de potencia en estado puro. Springsteen no cautiva, arrolla. Y, en su empuje, te arrastra con él, lo quieras o no. Un vendaval sonoro perfectamente coordinado, conjugado y arropado por un grupo de colegas de farra que los demás conocemos con el nombre de E Street Band, que funciona como un reloj —son más de 35 años compartiendo escenarios y esa cuestión resulta más que evidente— y que cuenta entre sus filas con leyendas como esa bestia parda llamada Max Weinberg que golpea la batería como si la vida le fuese en ello, con una potencia, una técnica y una precisión dignas del mejor de los metrónomos. O esa mole humana llamada Clarence «Big Man» Cleamon capaz de electrizar el aire con las notas de su saxo. O ese mago de las seis cuerdas llamado Nils Lofgren, que, siendo un excelente instrumentista, quizá no sea el músico más completo ni más virtuoso, pero probablemente sea uno de los músicos más efectivos que he visto en mi vida. Y he visto unos cuantos. El perfecto acompañamiento para un artista perfecto.

Y a pesar de las bonanzas declaradas, lo curioso del caso es que la actuación de anoche fue bastante peculiar. No debería sorprender en alguien como Springsteen pero lo cierto es que fue un show atípico, incluso para sus seguidores. Atípico más allá del eclecticismo al que Springsteen nos tiene acostumbrados. En teoría, la excusa oficial de la actual gira es la promoción de su último álbum, Magic. En la práctica, de los 28 temas que, de media, interpreta en cada concierto, tan sólo 5 integran dicho álbum. Durante esta gira, el boss se ha dedicado recuperar para su público un gran número — mayor incluso al de otras giras similares— de temas emblemáticos de su extensa carrera. Por otro lado, en estos últimos conciertos, su entrega al público aparenta estar por encima de lo habitual. En muchos de los ámbitos cercanos a sus seguidores se rumorea que esto podría ser la señal de que las giras le exigen un tributo demasiado duro —no lo olvidemos: el tío que ayer ofreció tres horas de concierto moviéndose de un extremo a otro sin desfallecer lo más mínimo; que encadenó tema tras tema sin la acostumbrada pausa de descanso entre uno y otro; que, tras coger carrerilla, se lanzó al escenario deslizándose varios metros sobre sus rodillas... tiene 59 años. Yo, con pocos más de la mitad, ni siquiera me lo plantearía— y de que el actual tour sería una especie de «gira de despedida» no anunciada. Dios no lo quiera. Sea como fuere, lo cierto es que la de anoche fue una noche mágica, perfecta representación del término que da título a su último trabajo. Y yo tan sólo espero —y rezo con fervor— para que continúe siendo así por muchos años. Amén.


It's hard to be a saint in the city (Hammersmith, 1975)


Because the night (solo)

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Donde dije digo...

"El vicepresidente y ministro de Economía, Pedro Solbes, no dudó ayer en emplear la palabra "crisis" para definir la situación actual de la economía española, "la más compleja que nunca hemos vivido, por la cantidad de factores que están encima de la mesa", apuntó en declaraciones a Punto Radio. Entre los responsables del espinoso escenario, Solbes destacó las subidas del petróleo y de las materias primas y la crisis financiera mundial." (FUENTE)

Por arte de birlibirloque hemos pasado de no sufrir una crisis económica a ser ésta "la más compleja que nunca hemos vivido". En cuestión de días. Manda cojones.

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jueves, 17 de julio de 2008

Noche de tormenta


[Imagen cedida por reutC]

Verano. Madrugada. Una brisa incandescente se filtra a través de las ventanas del dormitorio, abiertas de par en par, provocando que cada uno de tus poros supure vaharadas de calor. De pronto, negras nubes se arremolinan en torno a un cielo sombrío y ardiente mientras un intenso olor terroso se apodera del aire. Durante unas décimas de segundo, un destello pinta las paredes del dormitorio de un suave tono azul eléctrico anunciando la tempestad a punto de embestir. Segundos después, un rumor sordo retumba en el aire emulando un lejano tambor de guerra. La lluvia comienza a hacer su aparición, tímida y suave primero, ruidosa y apremiante después. Gotas gruesas y compactas repiquetean furiosas sobre el candente asfalto levantando a su paso una etérea cortina de vaho que se eleva hacia el cielo formando a su paso translucidas hilachas de vapor. Su imagen se revela fantasmagórica al trasluz de la amarillenta luz de las farolas. Fuera, en la calle, se desata un infierno líquido.

El estampido bronco y violento de un trueno cercano revuelve su sueño. Bajo las sábanas, se encoge como un cachorrillo asustado y se ciñe a mí con fuerza buscando refugio en mi pecho. Puedo palpar su temor, sentir su agitada respiración fluir sobre mi piel. La abrazo con ternura mientras susurro quedamente tratando de infundirle una serenidad que incluso a mí me cuesta sentir. Sus cabellos rozan mi rostro fingiendo aleteos de mariposa. El roce de su cuerpo, cálido y tibio, evoca un placer puro, limpio, ajeno a cualquier tipo de connotación. Poco a poco, voy sintiendo cómo sus músculos se relajan y su miedo va desapareciendo, fluyendo, diluyéndose entre los regueros de lluvia para, a los pocos minutos, sumergirse de nuevo en el sosiego de un sueño sin fantasmas.

Desvelado, estrecho el cerco de su cuerpo, entorno los párpados y me dedico a escuchar cómo la lluvia se precipita mansamente sobre el asfalto. Si existe la felicidad debe ser algo muy parecido a esto. Sé que mañana será otro día, pero, por mí, en estos momentos, el mundo puede irse al carajo si así lo desea. Tengo lo que quiero. No necesito más.

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lunes, 14 de julio de 2008

Literatura Vs. Cine

Si hay algo que tengo perfectamente claro desde hace mucho tiempo es la aparente obviedad de que cine y literatura son dos medios completamente diferentes, dos artes distintas que albergan lenguajes propios y particulares. Ambos poseen modos de expresión y tempos narrativos completamente distintos. El cine permite mostrar matices que el papel no logra transmitir y los escritos permiten reflexiones casi imposibles de plasmar en imágenes. Llevar una obra literaria al cine es como traducir El Quijote a otro idioma. No importa lo cuidada que sea la traducción: ésta siempre será un pálido reflejo del original —por mucho que dijese Borges—. Y esa circunstancia es extensible a la dualidad novela-película. Por término general, quién escribe novelas no lo hace pensando en que puedan ser llevadas a otro medio como quién escribe en español no se plantea en principio que unos hipotéticos lectores terminarán leyéndolo en francés o alemán.

Hace unos meses, Lorenzo Silva se lamentaba en un artículo de que No es país para viejos, la última película de los hermanos Coen, traicionaba el espíritu del texto de Cormac McCarthy en el que se inspiraba, desvirtuando en gran medida la esencia y el mensaje de la novela. Un par de meses atrás, yo mismo juraba en arameo al comprobar como la película Soy Leyenda no sólo traicionaba la perspectiva original del texto de Richard Matheson —mucho más profunda, oscura e inquietante— sino que, por adulterar, llegaba incluso a desvirtuar el propio sentido del título al convertir una de las obras cumbre de la literatura de ciencia ficción en un remedo sensiblero y moralista. La «leyenda» en la que Neville, su protagonista, terminaba por convertirse en la película distaba mucho del significado que Matheson le atribuía en su novela.

No se trata en absoluto de debatir la calidad cinematográfica de las películas mencionadas. Una película puede ser una obra maestra en su ámbito y destrozar literalmente el texto en el que se basa. Un claro ejemplo: Blade Runner. La cuestión es que, con relación a los textos literarios, hay una circunstancia que, por obvia, quizá no debería ni ser comentada: cada uno de nosotros, cuando llevamos a cabo el ejercicio de recrear un texto literario, aloja en su mente una visión propia y personal de la obra que evalúa, una interpretación propia de los contenidos, un universo propio, una «lectura propia» en el sentido más literal del término. No hay dos personas que lean el mismo libro y lo hagan de la misma manera. No existen dos personas que imaginen el mismo escenario, los mismos matices, los mismos personajes de la misma manera. Quizá, en eso consista gran parte de la magia de la literatura. Es asumible y aceptable. Y por ese motivo, no me resulta incomprensible entender que una adaptación cinematográfica no es más que la visión personal que de un texto ha tenido el director que la lleva a cabo y que la película no es más que su forma de trasladarla a imágenes.

Lo que ya me resulta algo más incompresible es cómo, en el caso de algunos de ellos, un director puede albergar una visión que, aunque diferente, es tanto o incluso más preciosista que el texto que dio origen a la película —baste mencionar, además del Blade Runner antes citado, otros ejemplos como El nombre de la rosa de Annaud o Los Santos Inocentes de Mario Camus— y otros son incapaces, no ya de admirar, entender e interpretar sino siquiera de descubrir las cualidades del texto que tienen delante de las narices. O las entienden de forma errónea. O las entienden de forma correcta y lo destrozan al trasladarlas a un medio gobernado por unos patrones, un lenguaje y unos matices diferentes.

Sólo espero que si a alguien, el día de mañana, le asalta la locura de trasladar a imágenes a Fernández Durán, Jaime Areta, Alfonso Heredia o Miguel Cortés —que algo de eso hay—, no termine por horrorizarme el resultado. Al menos, no en exceso.

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jueves, 10 de julio de 2008

Pero, ¿de qué demonios están hablando?



Nos toman por tontos. Seguro. Estoy convencido de ello. Y realmente no sé que me molesta más: si que el gobierno se rodee de analistas incapaces o de mentirosos compulsivos. Llevan meses jugando al gato y al ratón con nosotros, vacilándonos con el tema de la crisis, desaceleración, estancamiento o como diablos lo quieran eufemizar. Aún así, desde el gobierno tienen la desvergüenza de hablar de «ralentización» cuando, para el ciudadano de a pie, la crítica situación lleva gestándose más de seis años, concretamente desde que entramos en la zona euro; cuando el IPC REAL en los últimos cinco años acumula un incremento en torno al 68% (mientras que los números oficiales cifran dicho incremento alrededor de un 12%); cuándo el euribor, índice por el que se rigen el 90% de los créditos hipotecarios de este país, ha conocido dos años consecutivos de constantes e imparables subidas; cuando la pérdida del poder adquisitivo de las familias lleva varios años resistiendo el embate de un socavamiento progresivo pero imparable, ¿nos hablan de «turbulencias incipientes» y de «desaceleración»?

A base de eufemismos y de cogérnosla con papel de fumar, el día que mi banco se quede con mi casa por no poder pagar la hipoteca, no será «embargo». No señor. Según el gobierno, será «reubicación de dirección postal». Como si lo viera.

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lunes, 7 de julio de 2008

Prótesis


Presentación el pasado día 3 de Julio, en la librería Estudio en Escarlata, del número dos —en su nueva etapa— de la más que recomendable Prótesis, revista especializada en género negro. Participaron en el acto Olloqui —colaborador habitual de la revista—, su director, el gran —en el más amplio sentido del término— David G. Panadero y su editor, el veterano periodista Manuel Blanco Chivite. Bajo la premisa «Policías escritores y escritores policías», el nuevo volumen conforma un monográfico que gira en torno a la influencia, la trascendencia y la evolución de los cuerpos de seguridad en la novela negra, abordando cuestiones como la figura de Vidocq, la narrativa de procedimiento policial de Ed McBain, el policía a lo largo de más de cien años de cine o la novela de policías en España durante el franquismo y durante la democracia. Un nuevo número cuyos contenidos, como viene siendo tradicional, resultan una delicia para los aficionados al género.

La interesante charla de presentación giró en torno al debate sobre la diferencia entre el papel jugado tradicionalmente por las fuerzas de seguridad en el contexto del género negro y cómo éste ha evolucionando con el tiempo, desarmando sustancialmente los puntales sobre los que se sustentaba. Durante el acto, el principal valedor de dicha postura fue Manuel Blanco Chivite que, a través de su discurso —demasiado recalcitrante y maniqueo en mi opinión— nos comentó que, en sus orígenes, la novela negra cobraba un carácter de reivindicación combativa orientada a la denuncia social de los abusos de una policía en muchas ocasiones corrupta, sobradamente autoritaria y excesivamente represora —se mencionó a modo de ejemplo la excelente Prótesis de Andreu Martín— y que, en la actualidad, dicha esencia se ha perdido ya que los actuales autores de novela policíaca tienden a cultivar una imagen más meliflua, bondadosa y cercana de tales cuerpos —citando a modo de ejemplo la saga de Lorenzo Silva protagonizada por su popular pareja de guardias civiles—, imagen que adocena el género, lo distorsiona y que incluso beneficia en gran medida a los distintos grupos de poder ya que «normaliza» en exceso la imagen pública de su brazo armado.

Algunas personas del público asistente —entre las que me encontraba— discreparon del planteamiento argumentando que tal evolución es natural puesto que la sociedad también ha evolucionado y que la actualidad de las fuerzas de seguridad, salvo puntuales excepciones, nada tiene que ver con lo que fue en tiempos a lo que Blanco Chivite respondió que precisamente ese cambio de enfoque no sugería una evolución per se sino un completo cambio de orientación, una ruptura de las premisas originales y que la aceptación de los nuevos planteamientos ponían en entredicho el que pudiera denominarse canónicamente novela negra —«puede ser buena literatura pero ya no es novela negra, es otra cosa»— a la actual literatura policíaca.

El acto finalizó entre risas y grata charla, acompañados del tradicional reparto de vino y canapés que ofició el entrañable e imprescindible Juan Escarlata, librero de pro.


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viernes, 4 de julio de 2008

Contertulios



Llegué a ellos hace años, cuando aún se organizaba la tertulia literaria de la taberna La Cruzada de la calle Amnistía. Una curiosa colección de personajes que, según las malas lenguas, conjugaban lo más granado de la variopinta fauna literaria madrileña. Conocí de forma casual a uno de sus integrantes y éste me invitó a asistir a sus reuniones. Imaginen el percal. A mí, que por aquel entonces era un autor neófito, recién editado, solo y perdido en el mundo, se me ofrecía la oportunidad de participar en una tertulia literaria, de codearme y aprender de los aparentes popes de la cultura madrileña. Como comprenderán, no me lo pensé dos veces. Me acicalé con mis mejores galas y allá que me presenté, dispuesto a disfrutar de la pompa y el boato que, infelice de mí, supuse rodeaba a lo más ilustre de la bohemia capitalina. Y cuando llegué al encuentro se me cayeron los palos del sombrajo. Lo único que hallé fueron borrachos tabernarios, gente de vocabulario procaz, desequilibrados en sus más diversos grados y facetas, pendencieros contumaces y libertinos de costumbres ostentosamente licenciosas. Arrugué el hocico, fruncí el ceño y exclamé con cierto estupor: «¡Coñó!... ¿Y estos son la creme de la creme?... ¡Pero si son de los míos!»

Y desde entonces, alternando periodos de máxima efervescencia con otros de absoluta sequía tertuliana —yo estuve un tiempo sin acudir pensando que la tertulia se había disuelto hasta que alguien me informó que continuaban reuniéndose en otro lugar. Sí, eran tres y el del tambor, pero allí seguían, al pie del cañón—, suele convocarse con relativa asiduidad una cordial y amena reunión semanal en la que, con la más peregrina excusa, seguimos bebiendo cerveza a cascoporro, riéndonos a mandíbula batiente, insultando a la gente y mofándonos de todo lo mofable. Y a veces, incluso, hasta hablamos de libros y autores. Y encantados, oiga.

Los inefables integrantes de tan peculiar cuadrilla —auspiciada en sus inicios por Nacho Fernández de LITERATURAS.COM— eran, solían ser, han sido o actualmente son (sin ningún orden especifico salvo el de mi propia memoria): Alfonso Ruiz de Aguirre, Antonio Paniagua, Isabel Cordero, Alejandro Pérez-Prat, Gloria Fernández Rozas, el entrañable Pedro M. Martínez, Ana Pérez-Cañamares, el siempre afable Norberto Luis Romero, Kiko Méndez Monasterio, Julio Espinosa, Beatriz, Cristina Aparicio, Enrique Mercado, Miguel Baquero, Rodrigo Galarza, Paco Sevilla, Leo Zelada... (Ruego que me disculpen los omitidos. Mi memoria ya no es lo que era). También pasaron por allí con cierta frecuencia algunos autores consagrados y otros que con posterioridad fueron elevados a los altares de la fama, alcanzaron mayor proyección —estoy más que convencido que tal circunstancia se produjo a raíz del alejamiento de nuestra funesta influencia— y lograron obtener una cierta repercusión como, por ejemplo: Javier Puebla, Antonio Gómez-Rufo, Eugenia Rico, Montero Glez, David Torres, Pilar Adón, Marta Sanz, Cristina Cerrada, Santiago Roncagliolo...

Y éstas son nuestras últimas y más tiernas incorporaciones, la última hornada, el último reemplazo: Miguel «Child», Marta «UB» y Juan Carlos «Carpetania». Las imágenes que acompañan a esta entrada corresponden precisamente a su sesión de investidura.

Pardillos... No saben dónde se meten.


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miércoles, 2 de julio de 2008

Entre amigos



Anoche tuve ocasión de disfrutar de una gratísima velada cenando en la terraza de Alduccio, entre amigos, en inmejorable compañía. La delirante canícula que durante estos días está asolando la capital terminó, tras la puesta de sol, por ceder y hacerse cómplice, concediendo la necesaria tregua para disfrutar de una noche de temperaturas soportables, una noche que fue rematada como corresponde —whisky en mano—, a la manera de uno de los clásicos del verano capitalino, es decir, en una de las terrazas de La Castellana. Los conspicuos éramos, por un lado, Cristina Salama y Guzmán Alonso, factotums y alma mater —y pater, respectivamente— de RLYA, agencia literaria y, por otro, la encantadora Irene Mora, uno de sus más recientes fichajes. Una novelista de raza que dará bastante que hablar —quédense con el nombre, les prevengo. Luego no digan que no les avisé— cuya última obra, de carácter histórico, versa sobre Monteverdi y el mundo de la ópera. El texto —a un paso de cerrar acuerdo de edición con un sello de fuste y renombre— es una autentica delicia a decir de fuentes bien informadas. Deseando estoy de hincarle el diente. A la novela me refiero, que la autora es mujer comprometida.

La velada, magnífica. Despliegue de conversaciones que terminaron derivando hacia derroteros histórico-musicales —Guzmán resultó ser un extraordinario hallazgo al respecto aunque como vuelva a tratar de ridiculizar a The Police, le romperé las piernas sin la menor compasión. Y parecerá un accidente—, risas, bromas, confidencias y afectos. Se conjugaron todos los elementos necesarios para dar lugar a una noche extraordinariamente placentera. Y digna de ser repetida a la menor oportunidad posible.

Madrugada. De vuelta a casa, la fascinante noche madrileña como telón de fondo. Luces, colores, sonidos, aromas. Edificios alzándose al cielo, buscando, tanteando, tratando de invadir dominios ajenos con sus hechuras de hormigón y luz. Lugares centenarios, plenos de historia y leyenda, que sin duda alguna seguirán estando allí cuando uno ya no sea más que polvo y cenizas. Vida e historia, uno frente a otro, cuerpo a cuerpo. Mi coche surca las luminosas avenidas de esta metrópoli de enigmáticas entrañas, a veces esquiva, a veces sombría, a veces misteriosa, siempre cálida y acogedora como sólo sabe serlo la mejor de las amantes mientras en mi retina se fijan estampas apetecibles, entrañables, confortables. A pesar de los años transcurridos, vividos y disfrutados en esta ciudad, aún no acabo de entender el extraño mecanismo que pone en marcha ese embrujo capaz de atrapar a todo aquél que patea sus calles. Ni falta que hace. Yo hace tiempo que acepté que toda resistencia es fútil. Que Madrid —el Mad Madrid al que siempre nos remite el amigo Javier Puebla— es mucho Madrid, para lo bueno y para lo malo, y que lo seguirá siendo per secula seculorum. El resto es accesorio. Pero, paradójicamente, mis pasos se encaminan hacia la periferia, hacia mi hogar, hacia mi segunda patria. A ese lugar necesario, imprescindible, en el que hallar refugio para descansar del propio Madrid. Porque, quizá, sea esa la única forma posible de soportar, día tras día, el embate de sus agotadores encantos.

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martes, 1 de julio de 2008

El ansiado momento se acerca

A pesar de que el libro no estará disponible al público hasta el próximo mes de septiembre, hace unos días, por cortesía de mi editora, he recibido por correo un flamante e impoluto ejemplar de mi última novela, El documento Saldaña. Prerrogativas del cargo. Y lo cierto es que no puedo por menos reconocer que el trabajo llevado a cabo por la gente de Planeta ha sido extraordinario. La edición es soberbia, magnífica. Desde las guardas a la contracubierta. El mimo, el esmero y el cariño empleado por esa santa hecha editora que responde al nombre de Puri Plaza han resultado impagables.

El placer de acariciar sus páginas, de aspirar el aroma de la tinta recién impresa, de contemplar el resultado de meses de esfuerzo, de ver el verbo hecho carne, es algo que no tiene precio. Al menos, un precio material. Mis palabras quizá pequen de un excesivo fetichismo, no lo niego, pero lo cierto es que es muy probable haya que sufrir las vicisitudes que conlleva el poner en la calle un libro para comprender en plenitud lo que supone la celebración de un momento como el descrito. El arduo esfuerzo conjunto —os quiero, Cristina y Guzmán—, la incertidumbre, las ilusiones puestas en el proyecto, los envites, son tantos que, ante la prueba palpable de su materialización, uno no termina por creérselo del todo. Y de ahí la ilusión y el indisimulado orgullo paterno que produce el contemplar a ese hijo pródigo y crápula que un día marchó de casa vestido de manuscrito encuadernado a canutillo y vuelve ahora al hogar, orgulloso y henchido, convertido en todo un señor libro de tapas duras.

Sé, me consta, que el camino que aún queda por recorrer no es fácil y que, a pesar de haber creído llegar a la meta, la autentica carrera, el autentico reto, comienza ahora. Ahora es cuando resta aguardar el dictamen de la crítica más dura, descarnada y honesta que un escritor pueda encontrarse: la de los propios lectores. Que así sea, pues. Pero si algo tengo claro es que la ilusión de este momento no me la quitará nadie. Nunca. Jamás.

Dime tú si no es precioso.

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