Mentiras completas y verdades a medias



sábado, 27 de septiembre de 2008

Jornadas «literarias»

Ayer noche se celebró la primera de las jornadas literarias auspiciadas por el foro Ábrete libro, punto de encuentro en la red —y prácticamente de referencia— de un nutrido grupo de ávidos lectores y al que, dada su repercusión, se acercan y participan numerosos autores dispuestos a compartir experiencias acerca de sus obras. El afamado contacto con los lectores, asunto realmente imprescindible para recibir de cuando en cuando un baño de humildad, tan necesario en muchas ocasiones. El evento tuvo lugar en la terraza de La Casa Encendida, un encantador lugar con una de las mejores vistas de Madrid. El acto, organizado con eficiencia prusiana, concedió la oportunidad de reunir a un grupo de gente que, día tras día, intercambia opiniones y criterios sobre diversas lecturas, pero que muy de tarde en tarde tienen ocasión de verse en persona. Un servidor estuvo entre ellos gracias a la cortesía de sus organizadores y al fin pude poner rostro a un montón de nombres y apodos familiares a los que había tenido oportunidad de ver desentrañar con precisión quirúrgica y razonado criterio los vericuetos de muchas novelas: Giove, Takeo, Artemisia, Lucía, Arwen, Garabis, Julia... También pude saludar a Jorge Magano, autor de esa delirante joya titulada La Isis Dorada, conocer a Maite, editora de Maeva, y a ese tipo genial llamado Eduardo Melón, agente literario, y departir al fin como Dios manda —tras muchas ocasiones fallidas y eternamente pospuestas— con ese loco maravilloso llamado Jerónimo Tristante, «mi hermano Jero», autor de una saga de novelas que terminará por convertirse en un clásico —al tiempo—. La velada resultó una delicia y el ambiente, cálido e idóneo para confidencias, chascarrillos y risas. Terminado el acto y aún con ganas de juerga, nos dirigimos a un bar cercano para continuar la charla y la farra. Imaginen la cara del camarero cuando vio el local okupado por una horda compuesta por unas treinta personas. En la barra y sin premeditación alguna, logramos reunir un tandem peculiar: Tristante, Eduardo Melón, el entrañable Giove y el que suscribe. Y aquello fue el acabose. Hablamos de lo divino y lo humano, mancillamos autores y libros, brindamos y blasfemamos a partes iguales, conspiramos e hicimos planes de futuro. Y bebimos. Vaya si bebimos. Hasta el agua de los floreros. Cuando terminaron por echarnos del bar, Eduardo Melón nos condujo a un garito cercano en Lavapiés donde poder rematar la faena —por cierto, creo que el último whisky no lo pagué. Lo siento, chicos. Puro despiste sin maldad. Lo juro. Si alguien lo abonó, que me lo diga, que le debo uno—. Y en torno a las dos de la mañana, feliz como una perdiz y un poco borroso, regresé a casa tremendamente satisfecho por no haber desperdiciado una oportunidad como la brindada esa noche. Las jornadas se prolongaban a lo largo de este fin de semana, pero, por desgracia, no he podido acompañarles debido a compromisos previos. Una autentica putada puesto que me hubiese encantado continuar la juerga con esa jauría maravillosa. Habrá otras ocasiones. Estoy seguro de ello.

Gracias, Ábrete libro. Por momentos como los de anoche son por los que a veces merece la pena dedicarse a lo que uno se dedica.

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jueves, 25 de septiembre de 2008

El documento Saldaña - LOCALIA TV



Minireportaje emitido por LOCALIA TV sobre El documento Saldaña.

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miércoles, 24 de septiembre de 2008

Desvergüenza

Ex alcaldesa de Marbella. En sus distintas intervenciones en los medios acredita aspecto de vedette venida a menos tras la época del destape y ademanes patibularios. Su nombre suele salir a relucir a poco que se remueva la mierda en diversos asuntos con distintos niveles de turbiedad. Años atrás reformó su casa por un importe de 900.000 euros —aún me pregunto qué tipo de obras debe implicar una reforma cuyo valor es el equivalente al de cuatro viviendas de coste medio—. Ante su negativa a abonar la deuda contraída, un juzgado de Marbella embargó de forma preventiva su vivienda. Hoy, ante la inminente salida a subasta del inmueble, la Doña consigna en depósito el importe de la deuda para evitar la expropiación. 940.000 euros. De golpe. Puestos uno sobre otro en una cuenta del Juzgado de Marbella. Lo que yo no ganaré en toda mi vida trabajando —ni aunque pudiese contar con tres existencias y dos reencarnaciones—, una persona sin mayor oficio ni beneficio que el de haber ostentado en el pasado un cargo público de relevancia media —alcaldesa de una población de Málaga— lo consigue con un chasquear de dedos. Lo cual, en estos tiempos de crisis, no deja de tener su mérito. Con dos ovarios.

No sé qué me molesta más: si la evidente desvergüenza o la desfachatez de restregárnoslo por las narices.

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domingo, 21 de septiembre de 2008

Sensaciones

Comienzan a llegarme los primeros correos electrónicos de lectores con relación a El documento Saldaña. Mensajes de personas a las que no conozco, pero a las que agradezco infinitamente el que se hayan hecho con un ejemplar y que, tras su lectura, se hayan tomado la molestia de buscar mi web y escribirme unas palabras. En su gran mayoría, el tono es elogioso. Bastante elogioso. Muy elogioso. Algunos lo son tanto que hasta me causan cierto pudor.

Ayer noche pasé a tomarme una copa por el Tres Cuartos, local que, con excelente gusto y criterio, regenta en Malasaña mi amigo Hansy. Cuando llegué, Hansy me aguardaba con un par de ejemplares bajo la barra esperando a ser firmados. El suyo y el de otro amigo común. Y es posible que el hecho se convierta en rutina. Entre bromas y risas acordamos que él acumularía ejemplares de amigos y conocidos bajo la barra y yo me pasaría de cuando en cuando a firmarlos. Quid pro quo.

Domingo por la mañana. Librería de un centro comercial. Acudo con la intención de adquirir un ejemplar de La conspiración de Yuste de Victor Fernández Correas y otro de El síndrome de Mowgli de Andrés Pérez Dominguez. Paseo por entre los estantes, contemplando las novedades. Siento un golpecito en el hombro y, tras volverme, encuentro frente a mí a una mujer que sostiene entre las manos un ejemplar de El documento Saldaña. Mira de forma alterna a la foto de la solapa y a mi rostro, supongo que con la intención de cerciorarse. Me pide que se lo firme antes de llevárselo y, de paso, que le firme otro para una amiga. La mujer sale de la tienda con una sonrisa de satisfacción en los labios. La mía es bastante más amplia que la suya.

Lo cierto es que me cuesta acostumbrarme, pero... no cambiaría esas sensaciones por nada del mundo.

PS.- Según me cuentan, el Martes, 23 de septiembre, en torno a las 21:00, reportaje en LOCALIA TV sobre El documento Saldaña. Para el que quiera verlo —y capte la emisión—.

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jueves, 18 de septiembre de 2008

Presentación de El documento Saldaña

(c) fotos: Mar Cejas

Miércoles, 17 de septiembre. 11:30 de la mañana. Se ultiman los preparativos para la presentación a los medios de prensa de El documento Saldaña. ¿El lugar? La sala de exposiciones del Metro de Madrid, ubicada en la estación de Retiro. Según me cuentan, soy pionero. Es la primera vez que se presenta una novela en las instalaciones de la red de Metro de Madrid. Paseo por el andén adyacente echando un vistazo a todo el montaje. La gente de Planeta ha hecho un trabajo perfecto. Laura, en su puesto, coordinando como una jabata mientras Lola, Puri y yo, en la calle, apuramos el último cigarrillo y comentamos la situación. A pesar del mimo y el cuidado puesto hasta en el menor de los detalles, no puedo evitar sentir una leve sensación de vértigo en la boca del estómago. Algo intangible pero furiosamente presente. Espero que todo salga según lo previsto. Los amigos comienzan a hacer acto de presencia. Juan, como un clavo, semper fidelis, llega el primero. Allí está, intentando darme ánimos. Y lo consigue. A ratos. No es culpa suya, sino mía y de mis nervios. Después llegan Irene Mora, Cristina, Guzmán, Miriam, Miguel Ángel Mendo, Elena...y alguien que venía con Miriam y de quien lamento profundamente no recordar el nombre (¿Bea?). La hora de comienzo del acto se acerca. Cuento con la colaboración de un presentador de lujo —y un lujo de presentador— dispuesto, como siempre, a echar una mano y poner todo de su parte para animar el cotarro: Lorenzo Silva. Llega de viaje esa misma mañana y todos rezamos para que no le surja ningún contratiempo.

En estas que llega Puebla, el gran Puebla, el old fellow Javier Puebla. Le agradezco su presencia con un fuerte y sentido abrazo. Las doce. Y el introductor sin llegar. Los medios ya han tomado sus respectivos lugares y allí estoy yo, a punto de convertirme en protagonista de una película de Almodovar (al borde de un ataque de nervios). A las doce y diez, Lorenzo hace acto de presencia y todos suspiramos tranquilos —yo el que más—. No porque dudase en ningún momento ni de él ni de su inquebrantable voluntad sino que los imponderables son muy malos. Comienza el acto. Habla Puri, la editora. Poco más que una rueda de agradecimientos y, acto seguido, toma la palabra Lorenzo. Comienza a hablar de mí y de mi carrera literaria —que él conoce desde mis primeros balbuceos— y mi rostro adquiere una variada gama de tonalidades que oscilan desde el blanco al rojo ante las constantes alabanzas. Conversa durante unos diez minutos, desgranando las bondades de El documento Saldaña. Al término de su intervención, casi preferiría dar el acto por terminado y a casita. Tengo la férrea impresión de que nada de lo que diga o cuente puede superar en elocuencia y en interés a lo dicho por el presentador. Tomo el micrófono y cuento algunos detalles más acerca de la novela. El rostro de los periodistas congregados es bastante expresivo. Parece interesarles de veras el asunto. Al término de mi intervención, los medios allí convocados toman la palabra para hacer una ronda de preguntas. Me agrada el interés despertado. Puebla, que estaba allí como periodista y como amigo, acude en mi ayuda interviniendo de forma precisa y con las preguntas justas para que me luzca un poco. Es amigo como ya he dicho. Comienzo a relajarme mientras respondo una tras otra a las dudas surgidas. El acto termina en torno a las 12:45 y nos dirigimos con buen ánimo hacia el servicio de catering que ofrece canapés y bebidas a discreción. En un aparte, respondo a las preguntas de un par de medios. Y todo termina. Tal y cómo había empezado. Tal y cómo estaba previsto. Con la ilusión intacta a la que añadir una agradable y relajante sensación de tranquilidad. Esto funciona.


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viernes, 12 de septiembre de 2008

Nobles profesiones

Responde al nombre de Juan Salvador aunque para los amigos es Escarlatti y ejerce el noble oficio de librero. No dispensador de libros sino librero. Librero de cabecera. Su librería, Estudio en Escarlata, ubicada en Madrid, es junto con Negra y Criminal de Barcelona, propiedad de ese gran profesional y mejor persona llamado Paco Camarasa, los dos puntales de referencia en cuanto a novela de género en España. Escarlatti profesa un aire beatífico, entre bonachón y atolondrado, pero bajo esa engañosa fachada se esconde un autentico perro de presa capaz de localizarte los libros más inverosímiles que puedas imaginar. Entre los autores, se hace querer —por mucho que lo convirtamos a menudo en blanco de nuestras chanzas— hasta el punto de que Juan Ramón Biedma, en su excelente novela El imán y la Brújula, le reservó un puesto como personaje. Siempre dispuesto a echar una mano y colaborar en lo que haga falta, Escarlatti, además de recomendar con excelente criterio nuevas lecturas a sus clientes, organiza en su librería todo tipo de eventos, presentaciones, clubes de lectura y firmas, siempre con el loable propósito de ganar un duro —faltaría más— pero, sobre todo, con la intención de ayudar a promover y dar a conocer nuevas obras y nuevos autores, aquellos que aún no tenemos la fortuna de salir retratados en grandes carteles. Un excelente profesional ejercitando un oficio desde una posición que para nosotros, los autores, supone la última línea de ataque, la del contacto último con el lector. Y tan sólo por eso, merece nuestro afecto y nuestro respeto. Y una entrada como ésta.

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jueves, 11 de septiembre de 2008

Habemus libro

Que no digo yo que no sea una tontería infantil, pero ¿qué quieren que les diga? Me hacía ilusión compartirlo.

(Gracias, Carmen, por las fotos)

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martes, 9 de septiembre de 2008

Los grandes olvidados

Como autores marcaron un hito, reinventaron géneros e hicieron del ingenio, la agudeza y la sagacidad lingüística su marca de fábrica. Son los grandes olvidados. Conocidos como «la otra generación del 27», hoy su obra apenas se recuerda, eclipsada primero por ese prejuicio de considerar el humor un arte menor y después, por haber tenido la suerte o desgracia de haber vivido la época que les tocó vivir. Muñoz Seca, Miguel Mihura, Jardiel Poncela, Tono, Edgar Neville... Autores injustamente postergados al ostracismo, impulsores de un arte inspirado en la astracanada, el disparate, el género bufo, lo absurdo y el esperpento surrealista que llevaron a sus más altas cotas y que supieron dominar con una maestría que nadie jamás ha vuelto a albergar a excepción, quizá, de esos dos delirantes y magníficos discípulos aventajados que fueron Tip y Coll. Un humor blanco, elegante, agudo e inteligente no exento de ironía y feroz crítica, por desgracia, prácticamente inexistente a día de hoy.

De Jardiel Poncela, cuenta el director teatral Gustavo Pérez Puig una desternillante anécdota que demuestra el talante del autor no sólo ante su obra sino ante la vida misma. En un viaje a Estados Unidos, requerido por Edgar Neville para colaborar en la redacción de guiones para la Fox, Jardiel Poncela tuvo, como todo hijo de vecino, que cumplimentar el impreso que las autoridades conminaban a rellenar como paso previo a la entrada al país. Dicho impreso —que desconozco si sigue empleándose y si su contenido continúa siendo el mismo. Al menos, en el 87 lo era con muy pocas variaciones. Doy fe— figuraba, entre otras preguntas que no sabría si tildar de estúpidas o de excesivamente cándidas, la siguiente: «¿Accede usted a este país con ánimo de atentar contra la vida de su presidente?». Ni corto ni perezoso, Jardiel Poncela escribió en el formulario: «De momento, no». El revuelo causado fue bastante llamativo, con las autoridades aduaneras reteniendo y confinando al autor hasta que intervino el cónsul de España que, deshaciéndose en disculpas, explicó que se trataba de un autor teatral, reputado humorista y que lo reseñado en el formulario era una broma. Y a todo esto, Jardiel Poncela replicando por detrás: «No, no. De broma nada. Si no me hace nada, bien, pero si me hace algo, me lo cargo».

Así eran. Así fueron. Así serán. Por siempre.

PS.- A partir de hoy se pone a la venta El documento Saldaña. Motivo de júbilo y celebración. Al menos para mí, no les diré que no.

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sábado, 6 de septiembre de 2008

Los hijos de la grandísima... Bretaña

Hace unos días el Financial Times rescató en una de sus páginas una especie de chascarrillo que corría de boca en boca desde hacía años para referirse a los países de Portugal, Italia, Grecia y España: PIGS, ingenioso acrónimo formado por las iniciales de cada uno de ellos y cuyo significado creo que resulta evidente para cualquiera con unas mínimas nociones de inglés. Y realmente no es el término aparentemente peyorativo lo que ofende sino el desprecio y la soberbia ancestral de quien lo enuncia. Porque la mención surgía a raíz de un análisis sobre las dificultades económicas por las que atraviesan los mercados de dichos países en un ominoso ejercicio de ver la paja en el ojo ajeno y omitir la viga en el suyo, Le dijo la sartén al cazo... Puestos a hacer alusiones, podrían señalar que su sector bancario pasa por el peor momento desde hace décadas —me acuerdo de Northern Rock y me entra la risa floja—, su inflación iguala la de los países por ellos mencionados, su crisis inmobiliaria no tiene nada que envidiar a la más desastrosa hecatombe y su tasa de ahorro familiar es la más baja desde hace un siglo, cuestiones todas que, al parecer, les hacen hozar en el barro como lo que ellos sí son. En cualquier caso, siempre hay contrapartida. Mientras ellos nos mientan al cerdo, nosotros podríamos mentarles a la madre del puerco, es decir, a la suya. Pero no merece la pena.

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miércoles, 3 de septiembre de 2008

Con la iglesia hemos topado

Buena la ha liado el juez Garzón con la decisión de abrir, a instancia de diversas asociaciones en defensa de la memoria histórica, una investigación para censar a los desaparecidos y represaliados por la guerra civil y el franquismo, solicitando a los estamentos oportunos la apertura de sus archivos con el fin de llevar a cabo la investigación con las mayores garantías posibles. Al margen de determinadas puntualizaciones, de los tintes partidistas de la iniciativa y de los no pocos recelos sobre la forma en la que podría llevarse a la práctica por parte de algunos exaltados memoriohistóricos, en líneas generales, la iniciativa me parece correcta, necesaria y adecuada. Digna de encomio. Todos vemos con justicia y simpatía esfuerzos similares llevados a cabo en distintos países de Sudamérica. La Argentina de Videla, el Chile de Pinochet... A nadie le sorprende el justo deseo de esclarecer los desmanes de toda dictadura. De cualquier dictadura. El problema es que tendemos a olvidar que en este país hubo una instaurada durante cuarenta años. Rajoy, como siempre, en su línea: dando muestras de estar a por uvas. «No soy partidario de reabrir viejas heridas del pasado», declara el preclaro líder hablando de unas heridas que, durante el franquismo, sangraron profusamente en todo momento y durante la transición cerraron en falso, no con la «Ley del punto final» pero sí con la «Ley del besito en la boca», todo ello en aras del complicado —y puede que, en gran medida, necesario. No lo pongo en duda aunque tal circunstancia no evite el que, en cualquier caso, la decisión tomada pudiese tacharse de poco virtuosa— equilibrio de poderes que se produjo tras la muerte del de la voz de pito y los pantanos. En cualquier caso, lo más llamativo del asunto —aunque realmente no sé de qué me sorprendo. La reacción ha sido la que se podía esperar— resulta ser la inicial negativa de la iglesia, poco dispuesta a abrir sus ficheros y registros, alegando que «ellos no han visto nada, ellos no saben nada». Lo de siempre. Y yo me pregunto. ¿Realmente continúan pensando que su reino no es de este mundo? ¿Realmente sus poderes y sus designios deben ir más allá de la orden emitida por un juez de la Audiencia Nacional? ¿Quiere eso decir que, de facto, existe en España alguien que no sólo se considera, sino que realmente podría estar por encima del poder judicial? ¿Podemos y debemos permitir que, en este país, pueda existir alguien —políticos, banqueros, entidades físicas, jurídicas o de cualquier otra naturaleza— que, por un motivo u otro, puedan —nunca mejor dicho— acogerse a sagrado y situarse por encima de la ley?

Miedito me está dando contestarme.

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martes, 2 de septiembre de 2008

Qué buenos son los padres escolapios...

Según las estadísticas, 451 muertos en carretera durante este verano. 89 menos que el verano anterior. Y a mí, sinceramente, me alegra mucho que la tendencia de ese tipo de balances sea descendente. Cuanto más mejor. Hasta llegar a cero, si es posible. Lo que ya no me ufana de igual manera es que la DGT se apunte el tanto sugiriendo que el resultado pueda deberse a los beneficiosos resultados de sus campañas y a la labor de concienciación que llevan a cabo entre los ciudadanos. Mire, Sr. Navarro y Sr. Rubalcaba, desengáñense. En este país cada día se conduce peor. Se lo dice alguien que, a diario, sufre la desgracia de tener que hacer kilómetros a cascoporro —concretamente ciento treinta al día; 3.000 Km. al mes— para desplazarse a trabajar. Por esas carreteras de Dios se ven autenticas animaladas. El civismo de los conductores de este país es de autentica vergüenza y sus conocimientos más elementales sobre conducción, prácticamente nulos. Como decía mi padre, profesional del volante durante 48 años: «En los últimos años, de la autoescuela se sale con un carné en la mano y sabiendo lo justo para matarte. Si luego no pones de tu parte para aprender a conducir de verdad, malo...». El trazado de algunos tramos de carretera sigue siendo infame desde los tiempos del caudillo. Las sanciones —y los lugares donde éstas se producen— continúan teniendo un claro afán recaudatorio en lugar de disuasorio y los motoristas siguen dejándose los sesos contra unos quitamiedos asesinos cuya ineficacia está plenamente demostrada sin que la campaña para su sustitución se esté llevando a cabo de una forma todo lo ágil y eficaz que sería deseable. Y todavía se extrañan de que nos sigamos matando en carretera.

¿El autentico motivo del éxito en la reducción de la mortalidad? Que este año nadie ha tenido un duro para poder marcharse de vacaciones lo que, obviamente y ante la ausencia de desplazamientos, ha reducido los siniestros totales producidos en carretera. Así que hagan el favor de dejar de hacer el paripé y de venir colgándose medallas que no les corresponden. Pero qué morro tienen. Siguiendo su regla de tres, yo también estimo que, en los últimos años, en las zonas próximas a Chernobil, los accidentes de tráfico se han reducido en un 100%. Eso sí que es eficacia y lo demás, tonterías.

Que no le engañen. El autentico mérito lo tiene la falta de parné. Y que se dejen de payasadas. No, si al final incluso tendremos motivos para estar agradecidos a la crisis. El que no se consuela es porque no quiere.

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