Mentiras completas y verdades a medias



jueves, 29 de abril de 2010

Gaudeamus igitur...

...iuvenes dum sumus.

Hace unos días, Carles Sastre, terrorista convicto que perteneció al grupo armado Terra Lliure hasta su disolución en 1995, pronunció una conferencia en la universidad de Valencia. Durante su pertenencia a Terra Lliure, Carles Sastre se significó por la especial crueldad de algunos de los métodos empleados en sus acciones entre los que destaca la colocación de artefactos explosivos sujetos al torso de sus víctimas y preparados para ser detonados al menor intento de manipulación. Mediante este cruento método acabaron con la vida del empresario José María Bultó, hermano del fundador y propietario de la popular marca de motocicletas Bultaco, al que pretendieron extorsionar a cambio de 500 millones de pesetas. El mismo método fue empleado para acabar con las vidas del ex alcalde de Barcelona Joaquín Viola y su mujer. La conferencia impartida por Carles Sastre -que desconozco en qué términos se desarrolló ni maldita la falta que me hace- se sucedió bajo el clima de normalidad que impera en «toda expresión de pluralismo ideológico que debe tener cabida en una universidad» (Rector dixit). Apenas se registraron incidentes y, salvo algún suceso aislado, la conferencia se llevó a cabo con total normalidad.


El pasado 5 de marzo, Rosa Díez, portavoz del grupo político Unión, Progreso y Democracia (UpyD), fue violentamente injuriada y agredida durante su asistencia a la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Barcelona, adonde acudió para, como en el caso anterior, impartir una conferencia. Una agresión que, amén de empujones y zarandeos, incluyó un amplio catálogo de increpaciones, menciones a los deudos, gritos de «fascista» y «asesina» y el lanzamiento de botes de pintura roja y otra serie de objetos contundentes, lo que provocó que el acto estuviese a punto de ser suspendido si bien, al final, se optó por trasladarlo a un lugar más seguro donde transcurrió bajo el ojo atento de las fuerzas de seguridad presentes en el campus. Hasta donde se sabe, a la diputada Rosa Díez no se le imputan delitos de sangre.


Garantes de la Cultura y el Saber...

Hay días en los que el paisanaje que nos rodea me resulta particularmente despreciable. Y su pretendida equidad, una milonga para gilipollas y aparvaos.

REFLEXIONES EN VOZ ALTA: Carles Sastre, encarcelado por su participación en el asesinato de José María Bultó, fue puesto en libertad gracias a los beneficios obtenidos de la promulgación de Ley de Amnistía de 1977 -cuya aplicación, con gran acierto, no permitió dejar en libertad a los principales responsables de la matanza de Atocha-. Según todos los indicios, esta circunstancia le permitió participar, tres meses después de su puesta en libertad, en el atentado que acabó con la vida de Joaquin Viola y su esposa. No, si al final van a tener razón los que promueven la derogación de tan «nefasta» ley.

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miércoles, 28 de abril de 2010

El club de la vida buena

Ayer disfruté de una gratísima experiencia: intervenir en la tertulia dedicada a las Artes y las Letras del programa de radio El club de la vida buena. Buena gente. Muy buena gente. Como digo, fue una experiencia sumamente agradable. Me encontraba muy cómodo, muy a gusto y me explayé a placer. Incluso, algo más de lo que hubiese debido, como podrás comprobar si decides escuchar el podcast del programa. Pero, ¡qué coño!. Al fin y al cabo, estábamos entre amigos y tampoco dije nada de lo que deba arrepentirme. Espero.

Gracias Sergio, Arancha, Fernando y Yesica por el momento disfrutado. Fue un auténtico placer.

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miércoles, 21 de abril de 2010

Un tonto más

Ya lo solía decir el visionario periodista Santiago Amón, «en este país no cabe un tonto más. Si entra uno más, nos caemos al agua». La última de aquí, mis primos: promover la derogación de la Ley de Amnistía de 1977. La ley que permitió reinstaurar la legalización de los partidos políticos, con el PCE a la cabeza, que fue el primer paso que abrir el camino a la firma de la Constitución y a la instauración plena de la democracia, que facultó el poner en la calle a los presos encarcelados por delitos de carácter político y que permitió que personas como Carrillo o La Pasionaria regresasen a España con las pertinentes garantías. Su derogación es lo que proponen los progresistas garantes de las libertades y la democracia. ¿Alguien es capaz de proponer algún despropósito mayor o es que, con tal de morder, ya no saben ni hacia donde apuntar la dentellada? Si se deroga la Ley de Amnistía y se declaran nulos los principios que la rigen, ¿qué ocurre con la situación de TODOS aquellos a los que amnistió? ¿Restituimos los antecedentes penales de los condenados por el Tribunal de Orden Público? ¿Qué hacemos con Carrillo? ¿Lo deportamos de nuevo? ¿O lo juzgamos sumariamente por su más que probada responsabilidad en la saca y fusilamiento de presos madrileños en noviembre y diciembre de 1936? Que una cosa es que determinados artículos de dicha ley queden derogados de facto porque leyes posteriores —e incluso la propia Constitución— anulen sus contenidos al existir colisión lesiva de intereses y otra muy diferente propugnar la derogación completa de la ley. Que hay que ser muy corto, coño. Porque que no nos quepa la menor duda: si se deroga la Ley de Amnistía, se deroga para todos y a todos los efectos. La ley, buena o mala, para bien o para mal y hasta nueva orden —pistolón en mano y asalto al Congreso mediante—, continúa siendo de idéntica aplicación para todos. Por mucho que le joda a más de uno.

Hagamos un breve ejercicio de regresión histórica. El 11 de mayo de 1977, Adolfo Suarez en calidad de presidente del gobierno, se reunió con la denominada Comisión de los Nueve, un grupo de políticos de la oposición encuadrados bajo una única entidad que negoció frente al gobierno las bases de la instauración de la democracia en España. La Comisión de los Nueve estaba integrada por Antón Canyelles, de Izquierda Democrática; Joaquín Satrústegui, monárquico; Enrique Tierno Galván, PSP; Valentín Paz Andrade, Partido Galeguista; Jordi Pujol, CDC; Francisco Fernández Ordóñez, del grupo FEDISA; Santiago Carrillo, PCE; Felipe González, PSOE; y Julio de Jáuregui, PNV. Ellos, en connivencia con el gobierno de Adolfo Suarez, fueron los que sacaron adelante la Ley de Amnistía que permitió implantar la democracia a través de una difícil transición que podía haber acabado siendo de todo menos tranquila. Estos son los sospechosos de estar a sueldo del Fascio y confabular para el perdón de crímenes execrables. Tremendos facciosos todos, sí. Ya veo, ya. Como mola el toreo de salón y que, a toro pasado, todos seamos Manolete. [Ref 1] [Ref 2] [Ref 3] [Ref 4]


Addendum: edito la entrada una vez publicada para incluir un más que sensato artículo de Ramón Jauregui, diputado socialista

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miércoles, 14 de abril de 2010

Molinos y gigantes

Cuando escribes y lo haces para que otros te lean, existen varias premisas que, por una mera cuestión de higiene mental, deberían asumirse lo antes posible. Hay una de ellas en concreto que debería ser la primera en aceptarse. No se trata de la típica incertidumbre de si lo que haces tiene la calidad suficiente, de si la historia es lo bastante atrayente o de si posees lo recursos necesarios para llevar un texto a buen puerto de forma solvente. No. Se trata de algo tan obvio, tan elemental que casi causa rubor reparar en ello: la admisión de que, con independencia de su calidad, lo que escribes no tiene por qué gustarle a todo el mundo. El universo lector es de una diversidad tan rotunda que, simplemente, no puede ser de otra manera. Parece sencillo, ¿verdad? Casi de Perogrullo, ¿no? Pues resulta increíble comprobar cómo, a pesar de la simpleza del planteamiento, existe una amplia cantidad de autores que parecen no ser conscientes de tan ilustrativa máxima. Porque ya puedes ser Dostoievski redivivo o el último mindundi del taller literario al que asistes. Ya puedes haber escrito la nueva obra cumbre de la literatura mundial o el truño más infumable que hayan visto los tiempos. Independientemente de su valoración objetiva —sea eso lo que quiera Dios que sea—, lo que escribes, para bien o para mal, jamás contará con el favor unánime de todos sus lectores.

Ante tal circunstancia, hay autores que —retrancas aparte— se toman el asunto con la elegancia del sportman que siempre han sido, como es el caso de Lorenzo Silva y su excelente —sí, excelente. De los mejores Vilas de la saga— La estrategia del agua y hay otros que patalean, juran en arameo, reniegan por los rincones, lo asumen como una afrenta personal y prometen feroces venganzas —en este caso se entenderá que no mencione nombres, pero haberlos, haylos—. Autores que, creyendo vislumbrar odios, rencillas personales y contubernios varios, se empeñan en pelear contra gigantes que tan sólo son molinos. Bien es cierto que el hecho de que alguien manifieste de forma patente su disgusto ante el resultado de tu esfuerzo y tu trabajo de meses destroza el ánimo y que el que, además, al hacerlo, se ensañe de forma innecesaria tratando de ridiculizar ese trabajo molesta hasta un punto que va más allá de la simple mala leche, pero no existe ejercicio más auténtico que asumir que la cuestión forma parte del lance del juego. Que va con el oficio. Y que tu única opción consiste, al fin y al cabo, en continuar haciéndolo lo mejor posible. Porque tú no eliges a tus lectores. Son ellos los que te eligen a ti. Con todas las consecuencias.

Cualquier otra postura no servirá más que para hacerse mala sangre. Y hay ocasiones que ni siquiera lo merecen.

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lunes, 12 de abril de 2010

Citas

El próximo 23 de abril, con motivo de la celebración del Día del Libro, un servidor de ustedes participará en los actos convocados en Madrid bajo el nombre de La noche de los libros. Para más información sobre el dónde, el cómo y el cuándo —y para conocer el resto de actos previstos—, consultar el programa aquí.

Y el próximo día 1 de mayo, con motivo de la Feria del Libro y la Lectura de Castilla La Mancha que se celebrará en Cuenca, el mismo fulano ha tenido el honor de ser invitado a participar en una mesa redonda —a las 11:00— en la que, bajo el ocurrente título de «¿Hay que hacerse el sueco para vivir de la novela negra en España?», compartirá opiniones y debate con otro bandarra de similar calibre, Jerónimo Tristante, y un viejo y querido amigo, Sergio Vera. A pesar de estar inicialmente convocado, el cuarto en discordia (el hermano Juan Ramón Biedma) ha declinado participar. Las buenas lenguas dicen que no puede asistir por motivos personales. Las malas, que el compartir mesa con determinados individuos podría afectar su imagen pública y su credibilidad. Más información, aquí

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jueves, 8 de abril de 2010

Cogérsela con papel de fumar

Si yo mañana decidiese socorrer al necesitado, dar de comer al hambriento y entregar dinero al que lo precisase, estaría actuando de forma plausible —en su auténtica acepción, es decir, «digna de aplauso»—. Si para llevar a cabo mis planes atracase bancos a mano armada estaría cometiendo un delito. Por muy plausible que fuese el fin perseguido.

Si la Justicia considera que existen firmes indicios de que una persona, por muy juez que sea, pudiese haber actuado de forma contraria a la ley, se le imputa y se le procesa. Independientemente de quién sea, de la solvencia de sus anteriores actuaciones, de lo loables que aparenten ser sus fines o de los turbios antecedentes de quien se alza con el dedo acusador. Si hay delito, se le condena. En caso contrario, se le absuelve.

Pero nadie, absolutamente NADIE, está por encima de la ley.

Y no hay más cera que la que arde. El resto son zarandajas y brindis al sol.

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miércoles, 7 de abril de 2010

A Dios lo que es de Dios

«...[La trama Gurtel] es una red desconocida en nuestro país, un gravísimo caso de corrupción; seguramente el caso más grave que hemos vivido...» (Leire Pajín)

¿Que los implicados en la trama Gurtel son una caterva de golfos apandadores que se han aprovechado del amparo de un partido político para medrar en beneficio propio? Completamente de acuerdo. ¿Que a dicho partido político le han fallado todos los protocolos internos de control para evitar que un numeroso grupo de afiliados, a cada cual más sinvergüenza, se haya aprovechado de su relación y posición dentro del partido con el fin de enriquecerse y enriquecer a terceros —y todavía estaría por determinar la calidad de esos terceros—? Nada que objetar. ¿Que dicho dinero no ha sido empleado como medio de financiación del partido político en el que los sinvergüenzas militaban sino que ha sido obtenido ilícitamente para beneficio propio? Eso parece desprenderse de las investigaciones previas y del sumario del caso. ¿Que el negar contra viento y marea la presunta pero, al parecer, evidente implicación de Bárcenas en una trama de corrupción que implica a unos 20 imputados directos y unos cuantos más indirectos y que ha movido de forma irregular un montante estimado en 27 millones de euros —que no es moco de pavo— es un error mayúsculo que terminará por pasar una merecida y ganada a pulso factura al partido? No parece caber la menor duda.

Pero, por poner tan solo un ejemplo, me viene a la memoria que en su día —no muy lejano, por cierto—, Pedro Torrejón y Joaquín Tejeiro,ex alcaldes de Ciempozuelos, ambos militantes del PSOE, fueron responsables de una acusación de cohecho y cobro ilegal de comisiones urbanísticas —de muy similar calado a las generadas en la trama Gurtel— que movió en torno a los 40 millones de euros. A repartir entre dos.

Así que. señorita Pajín, no juguemos a columpiarnos. ¿Golfos los implicados del Partido Popular? Golfos y cierrabares. No hay nadie más despreciable que aquél que traiciona la confianza entregada, particularmente cuando ésta le ha sido otorgada para el desempeño de un cargo público. Pero a Dios lo que es de Dios y al César.... las suyas y las de un bombero. Visto el patio de Monipodio en el que nos movemos, a día de hoy, ningún político merece la más mínima confianza. Ninguno. Y antes de señalar las vergüenzas ajenas, más valdría en muchas ocasiones preocuparse de tapar las propias. O callarse, que es lo más prudente. No estoy defendiendo la táctica del «y tú más». No estoy tratando de disculpar la presunta actitud delictiva de los imputados de la trama Gurtel. Estoy afirmando que los sinvergüenzas habitan en todas partes y que, por ese motivo, el partido en el que usted milita debería medir mucho mejor la dialéctica, los enunciados y la cualificación de la persona destinada a tratar de poner el dedo en la llaga. Porque de pajines en ojo ajeno, vigas en ojo propio y del putiferio montado en el consistorio de Benidorm, si quiere, hablamos otro día.

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