Mentiras completas y verdades a medias



jueves, 30 de septiembre de 2010

More good news

Bueno, ya es oficial. Creo que ha llegado el momento de desvelar algo que hasta ahora sólo había comentado en petit comité. Mi maravillosa agente, Cristina Salama (un beso, Cris) ha cerrado un acuerdo con una prestigiosa agencia literaria afincada en Italia (Berla & Griffini) para la representación de sus autores en el ámbito internacional. Como primer paso, los autores de Cristina —entre los que tengo la fortuna de contarme— estarán representados en la Feria del Libro de Frankfurt 2010, uno de los mercados de derechos literarios más importantes, que se celebrará la semana que viene. ¿Saldrá algo bueno de todo esto? Espero que sí. Es pronto para decirlo aún, pero las perspectivas son inmejorables. Y los profesionales de Berla & Griffini muy buenos en lo suyo, según ha llegado a mis oídos. No hay más que echar un vistazo a la cartera de autores y agencias a los que representa.

Quedan algunas muy buenas noticias en el cajón, pero, salvo honrosas excepciones, nunca he sido demasiado partidario de vender la piel del oso antes de cazarlo. Ya contaré cuando toque.

Etiquetas: , , ,

martes, 28 de septiembre de 2010

Se acerca el día

Se acerca el día. Todo parece marchar según lo previsto. De momento. Ya han pasado por mis manos la maquetación definitiva, el borrador del dossier de prensa y el boceto de la portada de la inminente reedición de El hombre que mató a Durruti. Un muy buen trabajo. Mi más sincero y rendido agradecimiento tanto a Lucía Gil (maquetadora y correctora) y Clara Rodriguez (diseñadora), de la editorial Aladena, por su profesionalidad, su esfuerzo y sus desvelos.

Está previsto que la novela comience a distribuirse en librerías y puntos de venta en torno a la primera semana de noviembre aunque, por expreso deseo mío, no será presentada de forma oficial hasta el día 19 —por motivos obvios para quien conozca la biografía del personaje que inspira el texto—. Ese día se celebrará un acto de presentación en Madrid de cuya convocatoria daré cumplida cuenta en su momento. Aún así, me gustaría anunciar como primicia que, coincidiendo con el festival de novela policíaca Getafe Negro que se celebra a finales de octubre, dentro de los actos previstos por la organización, se llevará a cabo una premiere —¡toma ya! Al más puro estilo Hollywood— de la novela. Un evento cuyos detalles también anunciaré en estas páginas en cuanto los conozca por completo. Por si algún insensato de los que suele pasarse por aquí desease asistir.

Siempre dije que, pasión de padre aparte, El hombre que mató a Durruti mereció una mayor suerte que la que tuvo en su momento. No que yo la mereciera. Que la novela la merecía. Un cierto pálpito me dice que en esta ocasión la tendrá.

Se acerca el día. Todo parece marchar según lo previsto. De momento.

Etiquetas: , ,

viernes, 24 de septiembre de 2010

Por qué no estoy dispuesto a secundar la huelga general

Lo siento. No voy a hacerlo. Ya lo avanzaba aquí el pasado mes de junio y me reafirmo. No estoy dispuesto a regalar un sólo día de mi sueldo para que estos ganapanes sindicados cuya gestión y trayectoria no me representa terminen colgándose medallas que ni han peleado ni han ganado. Esos mismos que cuando tenían que haber puesto toda la carne en el asador y negociado de verdad con la patronal —antes de permitir que el gobierno legislara esta reforma laboral mediante el simpático método de «sí o sí»— se han limitado a lamerse su ciruelo y a esconder la cabeza bajo el ala entre sonrisas de autocomplacencia. Se atreven a pedir ahora a los trabajadores el esfuerzo de entregar un día de su sueldo para salvar los muebles y que sus saldos de popularidad les cuadren. Pues lo siento pero conmigo que no cuenten. Si mañana mismo convocase una huelga general la asociación de ferreteros jubilados de Santomera (un suponer), doy mi palabra —valga lo que valga ésta— de que yo estaré ahí, el primero en la barricada. Pero a beneficio —porque sin duda alguna el beneficio, el crédito y el alarde de poder mediático será para ellos. A nosotros sólo nos quitaran un día de sueldo. Y conformémonos con eso— de estos estómagos agradecidos que callaron cuando debían haber sido los primeros en alzar la voz en el momento oportuno, no doy ni la hora. Cuando tuvieron que estar, ni estaban ni se les esperaba. En su momento, un agudo y socarrón comentarista indicó que «los sindicatos permanecián en silencio en atención a su buen educación: es impropio hablar con la boca llena». Jamás leí esbozo más acertado de la situación. Y ahora se desmarcan con una convocatoria de huelga extemporánea en la que ni siquiera tienen los arrestos de convocarla contra el gobierno —que es quien, a la postre, gobierna y legisla— sino que son tan paniaguados que parecen convocarla contra la oposición, el capitalismo, la banca o el Sursum Corda —no sea que el gobierno vaya a mosquearse, les quite las ansiadas subvenciones y la liemos. Hasta para eso son serviles—. Lo dicho: conmigo, que no cuenten.

Realmente no sé cual es la solución más acertada. Asumo que no tengo todas las respuestas. Pero eso no me impide tener criterio. Y ese criterio es el que me dicta que «ahora no. Ahora no es el momento». El momento será la semana siguiente, o al mes siguiente o un día después, pero ESE (el 29 de septiembre) no es el momento. Porque no es cuestión de plantear la huelga en términos binarios, como si la próxima huelga fuese la última oportunidad o no hubiese más. No. No es así. Y porque, de tener éxito, lo único que va a conseguir esta huelga es la capacidad de los sindicatos de decirle al gobierno: «estos son mis poderes. Y cuidaito conmigo que soy peligroso. Ahora puedo obtener más de ti PARA MÍ». Capacidad entregada a cambio de nuestro sacrificio. Pero al día siguiente tú —y yo. Y aquél. Y Maroto el de la moto— vamos a seguir igual. Y seguiremos ad aeternum en lo que los que nos tengan que defender sean los que vemos y no hay más que remitirse a las pruebas: con una reforma laboral CONSUMADA entre pecho y espalda que estos sindicados de pacotilla ni han logrado tumbar, ni van a conseguirlo en un futuro ni están en disposición de hacerlo.

Así que el crédito y los puntales para que puedan seguir chupando del bote y viviendo del cuento que se los dé su pastelera madre. El día que haya una causa que no esté auspiciada por alguien con tan insuficiente autoridad moral y sin intereses bastardos —es decir, sin que las hostias se las lleve siempre el mismo y los beneficios, el otro de siempre— de por medio, allí estaré. Mientras tanto, que no cuenten conmigo. No voy a hacerle el caldo gordo a nadie y, mucho menos, a nadie que no lo merezca. No estoy dispuesto a contarle a mis nietos el día de mañana que fui uno de los primos que, con mi ilusión, mi buena fe y mis ganas de cambiar las cosas, contribuyó con una huelga general a afianzar en su puesto a una panda de sindicados incompetentes —que son los primeros a los que habría que echar. Antes incluso que a Zapatero— para que continuaran haciendo lo que han venido haciendo hasta ahora: joderme a mí y pactar con el enemigo en beneficio propio.

Etiquetas: , ,

martes, 21 de septiembre de 2010

Fariseos y Robin Hoods

«¿Qué opinión te merecería el hecho de que un autor —musical, literario, audiovisual— desease difundir sus obras bajo licencia Copyleft o GNU y que, en contra de su voluntad, se viese obligado a hacerlo mediante licencia Copyright porque alguien ajeno a él estima que esa es la forma más optima y adecuada para todos?».

Ante el planteamiento arriba escrito, la respuesta de más del 95% de los encuestados termina confluyendo siempre en dos términos: intolerable e inadmisible. Lo curioso es que esa condena se diluye entre excusas y pretextos vagos cuando el planteamiento invierte sus términos y hablamos de un autor que desea difundir su obra bajo licencia Copyright y ésta termina siendo distribuida de forma libre —e incontrolada— aun en contra de su voluntad y con su manifiesta oposición.

El problema no son las descargas, ni la tecnología ni todas esas herramientas que contribuyen positivamente a la difusión libre y voluntaria —voluntaria es la palabra clave— de la Cultura. La libre cesión de una obra propia, como opción, resulta algo de lo más digno y plausible. El problema no es el canal. Es lo retorcido y viciado del mensaje. El problema es la ausencia de honestidad. Y de respeto hacia la potestad del autor para hacer, tanto en un sentido como en otro, lo que estime oportuno con su propia obra. Y que conste que entiendo perfectamente el trasfondo de la tradicional diatriba entre los autores defensores del Copyright y los adalides de las descargas libres. El auténtico. Aquél que, salvo a tres iluminaos que de verdad se creen lo que predican, impulsa a la gran mayoría de legitimadores de las descargas de contenidos con Copyright y que no es otro que, ante la posibilidad de disfrutar de un determinado recurso de forma gratuita o mediante pago, se escoge la opción menos gravosa, aun a costa de enajenar el trabajo y el esfuerzo de otro. Respetaría —y lo digo completamente en serio— a alguien que me dijese: «Soy un jeta, pero disfruto de una gran cantidad de opciones sin necesidad de pagar un duro por ellas y sin preocuparme el que con ello exista la más mínima posibilidad de perjudicar a terceros. Las descargas gratuitas(*) son lo mejor que se ha inventado desde el pan con chocolate». Y lo respetaría porque, a pesar de su equivocado —según mi criterio— planteamiento, refleja en sí mismo un mínimo poso de honestidad. Lo que de verdad me saca de mis casillas es esa corriente que busca legitimar lo indefendible a base de premisas espurias cuando no delirantes, insultando la inteligencia de su interlocutor. Me saca de mis casillas toda esa cohorte de fariseos y Robin Hoods de la Cultura que, en aras de una supuesta justicia universal, pretende justificar lo injustificable, tratando de eliminar de un plumazo lo que, tanto por ley (LPI Art. 14.1; Art. 17) como por sentido común, resulta ineludible: que el autor es, legal y moralmente, el único legitimado para determinar cómo y de qué manera debe difundirse su obra. Y que su opinión es soberana a tal respecto. Y me irrita profundamente toda esa hornada de vendedores de crecepelo digitales que, al más puro estilo Enrique Dans, a base de soflamas populistas y jugando con el pan de otros, se dedican a arengar a las masas con el fin de obtener una notoriedad que, por sí mismos y por méritos propios, jamás obtendrían, para emplearla posteriormente en beneficio propio.

(*) Ante el delirante argumento escuchado en infinidad de ocasiones de que «las descargas nunca son gratuitas porque yo ya pago mi conexión a Internet» me gustaría apuntar que nunca el continente y el contenido fueron la misma cosa, que la conexión a Internet es un servicio de telecomunicaciones cuya responsabilidad y cometido termina en el momento en que se establece la conexión, independientemente de la finalidad de su uso, y que, de la misma manera, si compramos algo por correo, el pago del servicio de Correos o de los gastos de envío no nos exime del abono del propio producto.

Etiquetas: , ,

viernes, 10 de septiembre de 2010

Minutos musicales

Estoy planteándome hacer algo similar en las presentaciones de mis libros. No, no me refiero a enseñar nada sino de pedírselo amablemente a las asistentes. «Show them to me...». ¿Vendrías a mi próxima presentación?

PS.- Por desgracia, sólo está disponible con subtitulos en inglés. Lo apreciaran mejor aquellos que lo hablen o, al menos, lo lean de forma fluida. Disfrutadlo con humor y sin acritud.

Etiquetas: ,

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Prison Read

El pasado fin de semana, a instancia de nuestro querido amigo Sergio Vera —también conocido entre nosotros de forma coloquial como El cabroncete de Cuenca—, el afamado escritor Jerónimo Tristante y un humilde servidor de ustedes fuimos invitados a participar en un acto literario promovido por el club de lectura «Prison Read» integrado por el colectivo de presos de la cárcel de Cuenca del cual Sergio es coordinador. Según tengo entendido, el nombre fue sugerencia del propio Sergio. Con ello entenderán ustedes algo mejor la precisión del coloquial apelativo antes mencionado.

Para el Jero y para mí era la primera experiencia dentro de un centro penitenciario —por mucho que las malas lenguas y las gentes del Facebook apunten lo contrario—. Acudí a la cita con expectación y sin saber qué iba a encontrarme exactamente. Lo único de lo que tenía constancia era de que, en las semanas previas, el club había programado la lectura de todas mis novelas. Por vez primera en mi vida iba a enfrentarme y contrastar opiniones con un auditorio de lectores que habían leído TODO lo que yo había publicado. Un servidor, que no es que sea alguien particularmente mal pensado pero que le gusta ponerse en situación en todos los escenarios posibles, se enfrentó al acto programado con cierta caución, sospechando que, quizá, el hecho de que el pertenecer al club de lectura concediese ciertos —escasos, pero algunos— beneficios penitenciarios hubiese primado sobre el entusiasmo lector de tan heterogéneo grupo y que el publico asistente estaba allí «porque tenía que estar» y que, quizá, se la soplaba lo que un humilde servidor de ustedes hubiese escrito o dejado de escribir.

Lo que me encontré superó con creces todas mis expectativas. Hasta las más optimistas.

Debatir sobre cuestiones literarias con una sala repleta en la que TODOS los presentes se conocen al dedillo tus personajes, que han disfrutado recreando las situaciones planteadas en tus textos, que los han leído con placer —unos más que otros, supongo—, que plantean matices, enfoques y preguntas en las que muchos lectores autoconsiderados avezados ni siquiera repararían aun releyesen la obra decenas de veces. Conversar con gente que, dentro de sus modos y maneras —algunas más rudas que otras—, te trata con un respeto reverencial, con deferencia extrema, con una exquisita cortesía... Descubrir en los ojos de tus interlocutores, acostumbrados a contemplar las situaciones más crudas, salvajes y demoledoras de la vida, un brillo de noble agradecimiento, tan intenso como sincero, por el simple y banal hecho de que tú hayas acudido hasta allí —otra forma no es posible. Más lo sienten ellos, supongo— a conversar de esos textos que les han ayudado a que el tiempo, ese tiempo carcelario que siempre se dilata en exceso, se les haya hecho más breve —o, al menos, más llevadero—... Todo eso... Todo ello... ha resultado ser una de las más gratificantes experiencias que este humilde artesano de las letras haya podido disfrutar nunca. De las que no tienen precio. Para todo lo demás, Mastercard.

Y, en gran medida, todo ello, tanto los «de dentro» como nosotros, «los de fuera», se lo debemos al tesón y la calidad humana de Sergio, de quien, si no fuese un cabroncete, hasta podríamos decir que es una persona excepcional.

Etiquetas: , , ,

lunes, 6 de septiembre de 2010

Por allí viene Durruti...

«Por allí viene Durruti
con una carta en la mano,
donde pone la miseria
de este pueblo soberano...
»

Los versos del cantar que en su día compuso Chicho Sánchez Ferlosio adquieren un significado especial, al menos para el autor de este blog. Porque, en efecto, por allí viene Durruti. Tal y como adelantaba el pasado mes de junio, este otoño tendrá lugar la esperada reedición de El hombre que mató a Durruti, novela publicada originalmente en el 2004 con la que un servidor de ustedes se inició en el complicado oficio de juntar letras y a la que, por múltiples y variadas razones, guardo un cariño especial.

Según las previsiones, el libro estará en la calle de forma oficial el 19 de noviembre, fecha escogida con toda intención por coincidir con el aniversario del fallecimiento del legendario líder anarquista sobre el que gira la trama de la novela. La editorial encargada de ponerlo en circulación será Aladena y, tal y como comenté en su momento, el volumen constará de dos partes: una primera con el texto de la novela, corregido y revisado para la ocasión, y una segunda, que contendrá una disertación —inédita y escrita ad hoc para esta edición— fruto de mis investigaciones sobre la figura Buenaventura Durruti, su vida y las distintas hipótesis que circulan acerca de su muerte. Además de los datos biográficos habituales, dicho texto contendrá detalles poco conocidos sobre la figura del dirigente libertario y de las personas que lo rodearon, siendo uno de los platos fuertes la nueva información aportada sobre el sargento Manzana, asesor militar de Durruti y testigo de excepción del incidente que acabó con su vida. Como todo estudioso del asunto conoce, la figura del sargento Manzana se diluye en las brumas de la leyenda tras su exilio a México una vez finalizada la contienda. Muchos de los argumentos que sostienen varias de las hipótesis —principalmente las de carácter conspirativo— sobre la muerte de Durruti se apoyan en el hecho de que, una vez exiliado, se perdiese la pista de este peculiar y misterioso personaje y nunca más volviese a saberse de sus andanzas.

Hasta hoy.

Ustedes me disculparán, pero hasta aquí puedo contar. Por el momento. En próximos días iré desvelando más novedades acerca del lanzamiento del libro. Todas las que me sean posibles.

Etiquetas: , ,

viernes, 3 de septiembre de 2010

Los viejos románticos nunca mueren

Me resulta tan inconcebible como entrañable que, a día de hoy, en un tiempo en el que suele primar ese desagradable desapego social hacia lo antiguo y lo caduco, aún quede alguien que crea en las posibilidades de un negocio como una librería de viejo y se decida a ponerlo en marcha y sacarlo adelante. Librería Alzofora. Están el Alcorcón, en la calle de la huerta, núm. 2 (al lado del antiguo Jualgo, a la entrada del viejo mercado). Y hasta tienen página web con catálogo online. Y aceptan pedidos a través de ella.

Parece ser que aún queda un pequeño reducto de bravos románticos. Como los galos de Asterix. Brindo por ellos. Y porque no se agoten.

Etiquetas: ,

jueves, 2 de septiembre de 2010

Un único destello de gloria

No lo conocía. Ni conocía su historia. Su fotografía se encontraba expuesta en las paredes de un restaurante mexicano al que suelo acudir con cierta frecuencia, pero nunca había reparado en ella. Dos. Eran dos las imágenes mostradas, una al lado de la otra. Concretamente estas:













En el pie de ambas, obra del fotógrafo Agustín Víctor Casasola, figuraba el mismo texto: «Fortino Samano ante el pelotón de ejecución, 1917». En un principio creí haber leído mal. Resultaba sorprendente la actitud de aquel personaje retratado en un trance como aquél, particularmente la de la primera de las imágenes. Las manos en los bolsillos; la cabeza erguida; la mirada socarrona, a medio punto entre el recelo y el desafío; la mueca helada impresa en esos labios que sostienen un habano en una posición casi burlesca... «No parece la imagen de un hombre a punto de morir —pensé—. Y si realmente lo es, debió ser un hombre muy singular» . Reconozco que me picó la curiosidad. Y comencé a buscar información al respecto. Y esa fue mi primera decepción. No existe información alguna acerca de la biografía de Fortino Samano más allá de constatar que fue uno de los lugartenientes de Emiliano Zapata, que apenas había cumplido los treinta cuando fue apresado, condenado y fusilado sin juicio previo, acusado no se sabe exactamente de qué y que, en toda esta historia, parece haber de por medio una oscura, truculenta y aparentemente fascinante trama de falsificación de papel moneda. Pero esto permite constatar que las paradojas existen y que están ahí precisamente para eso: para rizar el rizo. Samano no fue famoso ni conocido por nada de lo que hizo en vida sino, únicamente, por la excepcional fotografía tomada por Casasola minutos antes de su muerte. Al más puro estilo de los amantes de El beso del Hotel de Ville de Robert Doisneau o de El marinero de Time Square de Alfred Eisenstaedt. Seres inmortalizados en la iconografía popular a través del poderoso influjo de una emulsión fotográfica, pero que, una vez capturado el instante, continuaron siendo tan anónimos como lo eran antes de ese preciso segundo.

Si alguien pudiera proporcionarme algún dato biográfico sobre Fortino Samano, le estaría sumamente agradecido.

Etiquetas: ,

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Roma no paga traidores

Roma no pagaba traidores. En este país, algunos partidos políticos no sólo los pagan sino que, además, los elevan a la categoría de presidente del gobierno. Alguien capaz de dinamitar la estabilidad del gobierno de Patxi López —que, al margen de lo no siempre acertado de su gestión, es de lo poco merecidamente bueno que le ha ocurrido al País Vasco en los últimos años—, capaz de negociar con el PNV la aprobación de unos Presupuestos Generales que le ofrezcan pan para hoy y hambre para mañana, que le eviten verse obligado a convocar las temidas —por su parte— elecciones anticipadas y hacerlo a cambio de ofrecerse a poner a su propia gente a los pies de los caballos no merece otro calificativo. Sí lo merece, pero el decoro impide usarlo en público.

Pero lo más inquietante es plantearse que, si esto es lo que ha sido capaz de hacer Zapatero con los suyos, con el PSE, con la gente afín a su partido, ¿qué no le importará hacer en beneficio propio con el resto de los españoles? No recuerdo una voracidad tan deshonesta ni una indignidad tan rastrera desde los tiempos del Bienio Negro. Zapatero está a punto de conseguir lo que parecía imposible: hacer buena la gestión del que probablemente haya sido el político más nefasto que ha conocido la historia de España: D. Alejandro Lerroux. Que ya es echarle pelotas.

Roma no pagaba traidores. Y la verdad es que nosotros, los españoles, estamos empezando a estar muy hartos de hacerlo.

Etiquetas: ,