Feria del libro de Madrid. Primer round
El viernes, la fiesta de El jardín de las letras, convocada por El Mundo y La esfera de los libros, evento con el que tradicionalmente se da el pistoletazo de salida a la Feria de Madrid. Llegué algo tarde por circunstancias que no vienen al caso. Muchas caras conocidas y placentero reencuentro con viejos amigos a los que hacía mucho tiempo que no veía: Félix G. Modroño, Víctor Fernández Correas, Begoña Minguito, Silvia Pérez Trejo, Alfonso Ruiz de Aguirre, Irene Mora… Charlas interesantes en torno a un tema común: está la cosa muy malita, también referido como ¿qué coño está pasando en el mundo editorial? Las dificultades para publicar —¿será la manida crisis?— son patentes para la mayoría de autores que conozco, alguno de ellos no sólo consagrados sino que además cuentan con textos de impecable factura. La noche termina diluyéndose entre whiskys y grupúsculos de conspiradores. Muchos de los presentes comienzan a marcharse para empalmar con la fiesta de CONTEXTO, una agrupación de editoriales surgida con el fin aunar esfuerzos. Yo me tomo la última copa y me marcho para casa. Cada día tiene uno menos edad para ciertos jaleos.
Sábado por la mañana. He quedado para comer con Celia Santos, alma mater de la web literaria masquepalabras.info —con la que había coincidido sin pretenderlo la noche anterior en la fiesta de El Mundo— y con algunos de sus colaboradores: mi apreciadísimo Miguel Baquero, el genial Eduardo Cruz y el omnipresente —y no menos apreciado, que conste— Armando Rodera. Nos hemos citado en la caseta de Estudio en Escarlata a donde llego tras haberme pasado a saludar a un par de amigos que montan guardia en sus respectivas casetas —Daniel, editor de Salto de Página, Domingo Villar…—. Una vez llego al punto de encuentro tengo ocasión de abrazar a mi compadre, el golfo de Carlos Salem, y de conocer al fin en persona a José Luis Muñoz, egregios firmantes ambos en Estudio en Escarlata durante la mañana del sábado. También me encuentro con el inefable Paco Gómez Escribano —toda la buena gente acabamos encontrándonos en los mismos sitios— y con una grata e inesperada sorpresa —toma claro, por eso es inesperada. Porque es una sorpresa—: coincido con la estupenda fotógrafa Alicia Nuñez, creadora de la célebre exposición El corazón de África, con la que tuve el privilegio de colaborar poniendo texto a una de sus imágenes para la edición del catálogo que acompañó a la exposición. Tras unas cervezas y unas risas, marchamos directos a un restaurante italiano cercano donde comimos bastante bien y continuaron las risas. Por la tarde, vuelta a la Feria donde nos tomamos un par de digestivos a la sombra de una de las terrazas. Un par de mesas más allá Alberto Vázquez Figueroa se fumaba un puro como la copa de un pino mientras por nuestro lado pasaba la infanta Elena escoltada por una legión de armarios roperos. Es lo que tiene la Feria. Que te encuentras con cualquiera. Pasada la modorra —sólo un poco— de la digestión, decidimos dar una última vuelta para ver a quién nos encontrábamos. Yo tuve la suerte de hacerlo con mi apreciado amigo Andrés Pérez Dominguez, a quien su novela El violinista de Mauthausen le está yendo de fábula. No me sorprende. La novela es estupenda. Me encuentro de nuevo con Paco Gómez Escribano y, tras los saludos de rigor, vuelvo para casa que, tras tres días para arriba y abajo, ya toca descanso.
¡Gong! Fin del primer asalto.
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