Premio Azorín 2009. La crónica.
Atocha. 8:50 A.M. Con más sueño que un perro chico me dirijo a tomar el tren con destino a Alicante. Motivo: asistir a la gala del premio Azorín 2009 a la que gentilmente he sido invitado por cortesía de Planeta y la diputación de Alicante. El evento se presenta interesante por la siempre grata posibilidad de compartir buenos momentos con viejos amigos y de hacer algunos nuevos. En el andén coincido con Jorge Díaz (Los números del elefante), con la maravillosa Ana Gavín y con Nativel Preciado. Del grupo sólo conozco a Ana. Jovial y campechano, Jorge, el que a la postre resultaría mi gran —en el sentido más literal del término— compañero en este viaje, se autopresenta. Me comenta que ha estado curioseando este blog y que le ha gustado. A pie de andén charlamos brevemente y compartimos comentarios acerca de nuestras experiencias en este tipo de avatares, escasas ambas, por cierto. Desde el primer momento Jorge me cae bien y yo, que suelo guiarme bastante por mis primeras impresiones, preveo un interesante y ameno viaje de ida. Momentos antes de partir se une al grupo Begoña Aranguren. Todos compartimos asientos contiguos en el mismo vagón. El tren inicia su marcha y surgen las conversaciones. Jorge y yo hablamos de nuestras novelas, de Durruti y de las obras que tenemos en proyecto, leemos, estiramos las piernas y nos vamos al vagón restaurante en busca de una cerveza —cuatro horas de tren dan para mucho—. En torno a la una de la tarde llegamos a nuestro destino. Un microbús nos traslada hasta el hotel en el que nos alojamos, el mismo donde, durante esa noche, se celebrará la gala de entrega del premio. Tras registrarnos y dejar el equipaje nos informan que tendrá lugar una comida en el restaurante Dársena a la que estamos invitados los asistentes. Allá nos vamos.
En la barra del restaurante coincido con la rutilante Eugenia Rico y me presentan a Juan Eslava Galán y a Javier Sierra y a su simpática y dicharachera esposa. Poco a poco van llegando el resto de invitados. Todo estamos contentos, relajados y predispuestos a pasarlo bien. El ambiente se anima. Nos acomodamos en el salón preparado al efecto y, ya en la mesa, la situación se torna deliciosamente inmejorable. Escoltado por la simpatiquísima Susana, editora de Planeta, a mi izquierda, por Marta Rivera de la Cruz a mi derecha y por Ángela Vallvey justo enfrente, resulta imposible encontrarse en mejor compañía. Durante el transcurso de la comida tengo ocasión de saludar al entrañable Francisco González Ledesma por quien, además de un respeto impresionante como autor, siento un afecto especial surgido en las distintas ocasiones en las que hemos coincidido —la última, en BCNegra—. Me comenta que ha leído El documento Saldaña y que le ha gustado mucho y yo levito dos palmos del suelo. O mi ego crece dos palmos. Cualquiera de las dos circunstancias resulta factible. Acabada la comida —el arroz, uno de los más exquisitos que he probado en mucho tiempo—, volvemos al hotel para descansar hasta la hora de la gala. Jorge y yo también descansamos. En la barra de la cafetería del vestíbulo acompañados por Susana y por otra persona de Planeta de la cual no logro recordar el nombre —lo lamento de veras. Han sido muchas las personas con las que he tenido ocasión de hablar estos dos días—. A las siete y media, cada uno se recoge camino de su habitación. La gala está prevista para las nueve y hay que ponerse guapo. O, al menos, intentarlo.
A las nueve menos diez, reunión en el vestíbulo del hotel para la asignación de mesas. A las nueve, el acto comienza con un refrigerio a base de canapés en la terraza del hotel. Todo el mundo especula con la identidad del posible ganador. Bromeamos al respecto —«¿seré yo, maestro, seré yo?»—. Contemplo un desfile de rostros populares que no he visto durante la comida y me comentan que muchos de ellos han ido acudiendo a lo largo de la tarde. Tras la llegada de las correspondientes autoridades pasamos al salón en el que se celebrará el evento. La mesa en la que me acomodan es variopinta y muy interesante. A bote pronto: Adolfo García Ortega, ¿José Luis Grijalbo? y la persona que lo acompañaba —esta maldita memoria mía—, la deslumbrante Najat El Hachmi (El último patriarca, Premio Ramón Llul 2007), Javier Pérez (La crin de Damocles, Azorín 2006), Susana, Eugenia Rico, Jose Luis Ferris (Bajarás al reino de la tierra, Azorín 1999), Begoña Aranguren y Jorge Díaz. Alguien toca mi hombro. Al volverme me dicen que un asistente desea hacerse una foto conmigo y que si tengo algún inconveniente. Y yo me quedo parado. De una pieza. Como un imbécil. No porque el asunto me suponga molestia, incomodidad o fastidio. En absoluto —fue un auténtico placer, Celso. Me alegra que te gustase el reportaje de LITERALIA.TV—. Es perplejidad. Y pudor. Puro pudor el que hace que aún me cueste acostumbrarme a este tipo de cosas. Pero la circunstancia me produce satisfacción. Mucha.
Da comienzo la cena. Nos pasan una nota con el nombre de las diez obras finalistas. De los que se presentan con su nombre no nos suena ninguno y de los pseudónimos, obviamente, menos todavía. Ferris bromea con la circunstancia de que, en las últimas ediciones, el ganador del certamen siempre ha estado sentado en su mesa y todos nos lanzamos divertidas acusaciones acerca de quién de nosotros se esconde bajo alguno de los pseudónimos. Adolfo García se interesa cortésmente por la novela que estoy escribiendo actualmente y yo, además de comentarle que es una novela que pretendo esté terminada en cuestión de un mes, me emociono, me enciendo, y comienzo a relatarle la trama. El rollo completo. Pienso que lo estoy aburriendo y cuando quiero darme cuenta, media mesa está pendiente, viva y sinceramente interesada, del desenlace de lo que estoy contando. Así que terminé por contar la historia completa. Una putada. Porque, de esta manera, ya no comprarán el libro cuando se publique. Uno, que es un bocas. En fin.
Durante el transcurso de la cena, uno a uno, van produciéndose los descartes del jurado hasta llegar a los dos finalistas. Finalmente, el premio va a parar a manos de Lola Beccaria. Tras un breve discurso por parte del presidente de la diputación y de la galardonada, concluye la cena y todos nos dirigimos a ese santuario de la cultura que es el bar del vestíbulo del hotel. Más charla, bromas y risas. La gente va y viene de corrillo en corrillo. Comparto conversación con Javier Pérez, con el agradable y correctísimo Javier Sierra y su esposa —¿he dicho ya lo simpática que es?—, con Najat, con Cristina de Onda Cero (nuestra Scarlett Johansson particular), con Ángela Vallvey, con Marta Rivera de la Cruz, con… La amena velada se prolonga hasta las dos y media de la madrugada, hora en la que los atentos barmans sugieren que ya toca retirada, confirmando así una de las actividades más entusiastas del gremio literario: cerrar bares. Algunos incluso se atreven a continuar la juerga y salen del hotel en busca de algún lugar en el que les sirvan una copa más, la famosa penúltima —no diré nombres. Mis labios están sellados— y entre risas y satisfacciones concluye la jornada.
A la mañana siguiente, tras un reparador desayuno, nos esperan para llevarnos a la estación. Por cuestiones de horario y agenda, muchos de los que llegaron a Alicante en tren regresan en avión. Casi todos. De hecho, sólo tres volvemos en tren: Jorge Díaz, la encantadora Ana García-Siñeríz —a la que había vislumbrado la noche anterior, pero con quien no había tenido ocasión de conversar— y un servidor de ustedes. Tras dos noches de poco dormir y ante la perspectiva de un pesado viaje de cuatro horas mis ánimos se desinflan. Estoy agotado. Sin embargo, el retorno se convierte en un agradable paseo gracias a mis dos compañeros de viaje y a su gratísima conversación. Hasta se hace corto.
Y hasta aquí hemos llegado. ¿Qué más decir —que no haya dicho ya en la parrafada anterior—? Tan sólo reiterar mi agradecimiento a Planeta y a la diputación de Alicante por la maravillosa experiencia y el exquisito trato recibido, agradecer a mis compañeros de correrías los placenteros momentos y poco más. Bueno, sí. Expresar mi deseo de estar presente en futuras ediciones. Aunque para ello tenga incluso que escribir una novela y todo.
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