Siempre que alguien se ha interesado por la cuestión, mi respuesta ha resultado invariablemente la misma: «
creo honestamente que, incluso con sus carencias y torpezas ---que las tiene---, es una buena novela. Una novela digna que mereció algo más de suerte».
El hombre que mató a Durruti fue la primera obra de cierta entidad que escribí. Un texto que iba más allá del mero ejercicio malabar de relatos breves y entretenimientos narrativos. Sólidamente documentada —o, al menos, traté de que así fuese—, de ritmo razonablemente sostenido e intriga creciente, aúna en su trama algunas de mis propias inquietudes personales: la novela policíaca, el Madrid de la guerra civil, la muerte de Durruti... y está escrita desde el cariño y el respeto que merece un acto de tributo meditado y consciente hacia uno de los más grandes novelistas de todos los tiempos:
Sir Arthur Conan Doyle.
En el 2003, la novela se erigió en ganadora del
I Certamen Internacional de Novela "José Saramago" convocado por el FOREM de Cantabria. Las bases del certamen garantizaban la publicación de una primera edición de 2.000 ejemplares sin derecho a royalties —que quedaban cubiertos por la dotación en metálico del premio—. Por una serie de avatares que tiene poco sentido detallar, el cumplimiento de dicha cláusula fue... digamos que
algo caótico. Se llevo a cabo una edición poco menos que testimonial —sospecho que menor que la prometida—, de reducida distribución y escasa o nula promoción. La novela terminó por perderse en el maremagnum de las miles de obras publicadas por entidades modestas y editoriales de escasos recursos y su tiempo de vida se esfumó. Me consta fehacientemente —a través de diversas fuentes— que el editor ha dado por agotada la tirada y desde hace tiempo no parece albergar el ánimo ni la intención de reeditarla. O al menos no se ha puesto en contacto conmigo para llegar a un acuerdo al respecto. Lo sé. Son los lances del juego.
La novela cayó en el olvido.
Sólo aparentemente.
A lo largo de estos años, el libro ha terminado por darme algunas gratas sorpresas. Una de ellas fue suscitar el interés de
Stuart Christie, figura histórica del anarquismo internacional, que terminó traduciéndola y publicándola en inglés bajo un sello de su propiedad,
Christiebooks. Otra, la de convertirse en una especie de texto de culto de segunda división,
un bestseller de minorías que diría el amigo
Montero Glez ya que, con el paso del tiempo, su repercusión ha sido exponencialmente creciente —lo que me reafirma en la creencia de que es una buena novela— hasta el punto de existir lectores que buscan afanosamente un ejemplar en librerías de viejo y segunda mano. Aparte de estas cuestiones, me consta —así me lo hacen saber muchos de los
emails que recibo— que el texto suscita el interés y el beneplácito de gran parte de aquellos que, de las formas más variopintas, tienen oportunidad de leerlo. Valga como ejemplo la interesante disertación que sobre la obra ha mantenido el amigo Blas en
su blog. O la amable entrevista que los amigos de
Radio Onda Expansiva tuvieron la deferencia de llevar a cabo recientemente y que en breve estará disponible para descarga en su página web. Vaya desde aquí mi más cordial y sincero agradecimiento para ambos por el interés mostrado y por el gratísimo intercambio de pareceres mantenido.
Detalles como esos son los que hacen a un autor sentirse orgulloso de su obra. Como lo estaría un padre del hijo que trata, por méritos propios, de buscarse un hueco en la vida.
Estoy convencido de que
El hombre que mató a Durruti terminará por reeditarse. Desconozco aún el cómo y el cuándo, pero sobre la mesa hay interesantes propuestas enfocadas a tal fin. Y cuando eso ocurra, ustedes serán los primeros en saberlo. Hasta que llegue ese momento, buena suerte y buena cacería.