Estupirdez (mezcla de estupor y estupidez)Los autores firmantes en la Feria del Libro saben de lo habitual que resulta el que los paseantes te confundan muy a menudo con los libreros. Te preguntan cuanto vale tal o cual libro y si tenemos lo último de Larsson. Una mujer que ronda la cuarentena se encamina hacia la caseta con paso firme y decidido arrastrando tras ella a un niño de unos diez años. La típica
marimaruja ejecutiva de traje chaqueta con el
cuatro por cuatro aparcado a la puerta del adosado, cara de
no te pases que te meto, actitud resuelta y armas tomar. De estas que van por la vida diciendo
Aquí están mis tacones. Se dirige a mí confundiéndome con el librero. Con actitud displicente me pregunta si tengo lo último de... no sé. Un libro infantil. P'al niño. Supongo. Ante el enésimo equívoco y con actitud claramente distendida, exenta de reproche, parafraseo la famosa sentencia de
Francisco Umbral y le digo:
—Lo lamento. No sabría decirle. No soy librero —Imposto la voz y exhibo una sonrisa de oreja a oreja—. Yo he venido aquí a vender mi libro.
—Ya, pero yo no he venido aquí a comprar tu libro.
— ...
— ...
Denso silencio. Incómodo. Si las palabras cortasen, el tajo habría sido de impresión.
—Lo lamento. Discúlpeme —le digo mientras doy un paso atrás y miro hacia otro lado.
No sé. Quizá no sabía quién era
Paco Umbral.
Tengo testigos del incidente.
Reencuentro—Perdona, ¿tú vives en Alcorcón?
La voz surge del interior de la caseta y proviene de mi espalda. Alguien se dirige a mí mientras aguardo a que lleguen los miles de fans a los que debo firmar. Me giro y encuentro un rostro difusamente familiar. Sé que lo conozco, pero no logro ubicar el contexto.
—Viví durante muchos años en Alcorcón, pero ya no.
—Y fuiste al instituto Jorge Guillén, ¿verdad?
El rostro difuso comienza a aclararse algo pero aún le falta un puntito.
—Sí.
—¡Joder!, si yo soy Fulano de Tal. Fuimos juntos a la misma clase durante dos o tres cursos.
La imagen se aclara de golpe, como si alguien descorriese una cortina y la estancia se llenase de luz.
—¡Claro, coño! Claro que me acuerdo. Tú ibas siempre en compañía de Mengano y Zutano.
El susodicho resulta ser uno de los
manager account de la editorial Planeta y estaba por allí para echar una mano y dar cobertura a la Feria. Me dice que él me descubrió a mí hace meses, cuando, entre sus labores de comercial, tuvo que dedicarse a la promoción de
El documento Saldaña. Que enseguida me reconoció pero que, hasta hoy, no había tenido ocasión de coincidir conmigo. La conversación ha sido breve. Él tenía que dedicarse a sus cosas y yo a las mías.
Me ha hecho ilusión el reencuentro.
Joder. Hace casi 25 años. Las vueltas que da la vida.
EntrañableSe llama Francisco. No me ha dicho su apellido. Tras haberme buscado por toda la feria —por error anunciaron mi firma en una caseta que no era—, el hombre al fin logra dar conmigo. Dice que quiere hacerme un regalo. Extrae una hoja de una carpeta y me lo entrega. Es una sopa de letras hecha por él mismo en la que se ocultan las palabras del primer párrafo de
El documento Saldaña. A cambio tan sólo quiere que le firme el boceto original del diseño del pasatiempo. Recojo el papel que me tiende y lo firmo por detrás. Conmovido por el gesto, me quedo bloqueado y me sale un churro de firma.
Si alguna vez vuelvo a encontrármelo, le estamparé la firma más bonita que haya hecho jamás.
NaturalidadCervezas post-firma. Charla con amigos, conocidos y amigos de conocidos. Una de las personas del grupo, a la que no conozco, no cesa de observarme con mirada curiosa pero cuando le dirijo la mía e intento que ambas se crucen, desvía la suya con cierto apuro. No sé. Quizá nos conozcamos de algo. En otro momento. En otra vida. A veces pasa. Me dirijo a ella.
—Perdona, ¿nos hemos visto antes?
—No.
—Es que como he visto que me mirabas mucho pero no me decías nada pensé...
—Es que me impone mucho hablar contigo
—Pero, ¿por qué?
—Porque eres un autor reconocido que ha publicado con una gran editorial. Tienes tres novelas en la calle, una de ellas incluso traducida. Acudes a mesas redondas y das charlas. Firmas en la feria del Libro de Madrid. No sé. Me resulta muy chocante que estés aquí, tomando cervezas con nosotros. Se supone que la gente como tú se mueve en otros ámbitos, que estáis un poco por encima de estas cosas, que os dedicáis a pensamientos profundos y menos mundanos.
—El día en que me convierta en esa imagen que tienes de mí, dame dos hostias, Aquí, en mitad de la cara, ¿vale?
Addenda: imprescindible
la entrada de hoy de mi amigo, el escritor
Miguel Baquero. Cómo le envidio al fulano ese tono entrañable-jocoso que emplea cuando se pone a filosofar. Hilarante la imagen del lector y el autor firmante a guantazo limpio mientras en megafonía se anuncia el evento. Un monstruo.