Getafe Negro - la crónica
Tras el acto, como no podía ser de otra manera, acudimos raudos a acodarnos a la barra del bar más próximo. Tras unas rondas, en torno a las tres de la tarde, apareció por el lugar Andrés Pérez Dominguez con el que esa tarde compartía mesa redonda. Tipo sencillo y cercano donde los haya, hasta ese día apenas habíamos intercambiado unos pocos correos, pero, tras saludarnos y presentarnos formalmente, parecía como si nos conociésemos de toda la vida. Tras un rato de charla y la aparición de Victor Fernández Correas —autor de la estupenda La conspiración de Yuste y que acudía al evento no como participante sino como asistente—, nos encaminamos hacia el centro cultural donde estaba previsto el acto. Durante el trayecto nos encontramos con my dear old fellow Javier Puebla. Pasadas las cuatro de la tarde y con una asistencia de público superior a la esperada dadas las horas, más propicias para sobremesa y reposo, tomamos asiento Pérez Dominguez, Puebla, Eugenia Rico y un servidor para dar comienzo a la charla. Moderaba Mavi Doñate. ¿La charla? Bien. Estuvo bien. Digámoslo así. Hubiese dado más juego —y resultado bastante más edificante— si alguno de los participantes —no daré nombres. Mis labios están sellados— no se hubiese empeñado en refrendar continua y reiteradamente su misma mismidad. Pero el acto valió la pena.
Asistió también un saleroso comité de representación del foro de lectores Ábretelibro, con quien estuve charlando y firmando algunos ejemplares. El siguiente acto programado contaba con la presencia de José Carlos Somoza, Lorenzo Silva, Fernando Marías y Chavi Azpeitia. El evento se centró en ese delirante descubrimiento de Marías llamado La Corporación —eje central de su novela Esta noche moriré— y fue, con diferencia, el acto más divertido de todos los convocados para esa tarde, centrando su contenido en los turbios manejos de La Corporación y en cómo estos influenciaban día tras día el entorno de la cultura y el arte hasta en los actos más triviales en apariencia.
Posteriormente, el centro cultural acogió una mesa compuesta por Silva —que esa tarde hizo doblete—, el comisario José María Deira —encantador y educado, un autentico caballero en el sentido más literal del término—, el actor Tito Valverde —cordial y cercano— y Alejandro M. Gallo para hablar de las diferentes perspectivas entre el policía real y el de ficción. Moderaba David Barba.
Acabada la ronda de eventos de esa tarde, tocaba descanso. Terminamos recalando en grupo en un local llamado DeOlvido en cuya terraza, en torno a unas cervezas y unos pinchos, muchos de los anteriormente mencionados y algunos de sus acompañantes prolongamos la amena y distendida conversación todo lo que ésta dio de sí hasta que el frío, más que el sueño, obligó a levantar el campamento.
Nada más que añadir. Así fue y así lo hemos contado.
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