Uno de los recuerdos de mi infancia que atesoro con mayor nostalgia es una serie de dibujos animados llamada
Ulises 31. Era una serie
rara, bastante atípica para la época. No trataba de unos perros que ejercieran de mosqueteros ni de un gnomo llamado David que era siete veces más fuerte que tú. Aquello era otra cosa. Su origen, inspirado en
La odisea de Homero, ya suponía toda una peculiar declaración de intenciones para ser una serie destinada —en teoría— al público infantil y su planteamiento resultaba original e interesante: Ulises vivía en el siglo 31, su barco es una nave espacial y en lugar de surcar los mares, surcaba el espacio interestelar. Simplemente brillante. No era la típica serie que hacía excesivas concesiones —algunas había— a aquello que podíamos denominar
infantilidad. Había un robot payaso llamado Nono —ya he dicho que había algunas concesiones—, pero sus guiones planteaban situaciones hasta cierto punto demasiado crudas, con trasfondos y conflictos comprensibles en todo su contexto por un público más bien adulto y su ambientación era bastante oscura, casi tétrica. Desde el punto de vista conceptual, resultaba un salto tremendo si venías de ver
Heidi o
Marco.
Pero había algo más. Algo que sobresalía por encima de toda esa conjunción de aciertos y logros: su banda sonora. No, no me refiero a las sintonías de inicio y final. Me refiero a eso que, en las películas, los ingleses llaman
score y que nosotros siempre hemos denominado
la musiquilla de fondo de las escenas. Era realmente extraordinaria. Melodías emotivas, a medio camino entre el rock progresivo y la música épica —muy del gusto de la época—, plagadas de sintetizadores y guitarras distorsionadas combinadas con gusto exquisito. Hasta a mí, que por la época tan sólo era un melómano incipiente, me resultaban de lo más llamativo, llegando a repetir en mi video —por aquella época, un
Betamax— una y otra vez una determinada escena tan sólo por el placer de escuchar la música que la acompañaba.
Tras investigar un poco —ahora mismo no podría afirmar por qué me ha dado, casi 30 años después, por tal gilipollez. Quizá algún
deja vú musical, alguna melodía escuchada que ha hecho saltar el interruptor en mi cabeza. O será que chocheo. Las sinopsis neuronales es lo que tienen—, descubro que la música de
Ulises 31 fue compuesta por
Denny Crockett e
Ike Egan. Ambos fueron en su día músicos de acompañamiento habituales de
The Osmonds, banda que, además de ser considerada la respuesta blanca a
The Jackson Five, fue una de las formaciones más celebradas del pop y el rock americano durante los años setenta. Al parecer, también han participado como asesores musicales en varias series de televisión. Son músicos de amplia trayectoria y reconocida experiencia.
Pero hablábamos del
score de
Ulises 31. Y precisamente a raíz de ese asunto salta la sorpresa. Descubro que un grupo musical francés llamado
Parallax ha solicitado permiso a ambos para llevar a cabo un proyecto denominado
Ulysse 31 soundtrack revisited con el fin de reinterpretar y reorquestar los mejores fragmentos del
score de la serie
Ulises 31. Por lo que veo no era yo el único pirado al respecto. Obtenido el permiso,
aquí está el resultado de su trabajo. Y ahora uno tiene ocasión de volver a disfrutar de joyas como
L’attaque des tridents o
La poursuite. Pequeñas obras maestras.
Escúchalo. Merece muy mucho la pena.