Llegar tarde
Recuerdo aquel curioso EMAIL recibido en junio del 2006 y que inicialmente tomé a coña. El texto decía algo así cómo: «Ignoraba tener un pariente que firma como yo y que con ese nombre ha escrito un libro sobre Durruti, del cual me gustaría poseer un ejemplar para apreciar ese gran descubrimiento, el del hombre que mató a Durruti». Lo firmaba un tal Abel Paz. «Mucho cachondo suelto por la Inten-né», pensé. Aún así, lo contesté. Con reticencias y sin saber muy bien por qué, pero lo hice. Al cabo de unos días recibí respuesta, en esta ocasión de una persona que decía gestionarle el correo electrónico —cuestión comprensible teniendo en cuenta que Abel Paz, al menos el auténtico, rondaba los 85 años y, aun así, era un hombre tremendamente activo y ocupado— y hablar en su nombre. En la respuesta se daban datos, pelos y señales acerca del viejo anarquista biógrafo de Durruti, incluyendo su dirección, un teléfono de contacto y el ruego de que lo llamase ya que a Abel le gustaría hablar conmigo. El asunto dejó de parecerme una broma. El que a la mayor autoridad mundial sobre la figura de Durruti le apeteciese hablar conmigo no lo era. En absoluto. Llamé. Y pasé quince deliciosos minutos charlando con un viejete encantador y, aparentemente, algo cascarrabias —postura perfectamente admisible en alguien con un periplo vital que le permitía estar de vuelta de todo— que me decía, con sorna y mucha retranca, que quería saber «quién había matado a Durruti». Intercambiamos comentarios, alguna confesión y le pregunté ciertas dudas que atendió amablemente. Quedé en enviarle un ejemplar de El hombre que mató a Durruti y me consta que lo recibió y que, muy probablemente, lo leyó. Desconozco la opinión que le mereció mi divertimento novelistico ya que no volvimos a mantener contacto, pero sospecho —a tenor de la conversación que mantuvimos— que no comulgó demasiado con lo expuesto en mi texto. Quedé en visitarle si alguna vez iba por Barcelona. Esa visita nunca se produjo.
Hoy me he enterado que falleció hace cuatro meses. Lamento no haberlo sabido antes.
Que la tierra le sea leve, Don Diego.
Hoy me he enterado que falleció hace cuatro meses. Lamento no haberlo sabido antes.
Que la tierra le sea leve, Don Diego.
Etiquetas: El hombre que mató a Durruti, Maestros, Personal e intransferible
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