Qué magnífica oportunidad para quedarse callada.
Al parecer, Teresa Cunillera, a la sazón diputada y vicepresidenta primera del Congreso, carga las tintas contra Arturo Pérez-Reverte porque el mencionado escritor y academico, en una columna publicada hace un par de semanas («Esa gentuza»), pone de manifiesto que determinada clase política tira más bien a bajuna y sinvergüenza —el título del artículo es suficientemente revelador— y hace gala siempre que puede de su experto adiestramiento en el fino arte del chupar del bote y cobrar por el morro. El belicoso escritor, no carente de razón, centraba el objetivo de sus torpedos en los asiduos al Congreso de los Diputados.
Tan sólo una semana antes de que se publicara el artículo que escribió Pérez-Reverte y que ha sido objeto de las iras de la diputada, la señora Cunillera había sido galardonada por la prensa con el dudoso honor de ser una de las finalistas del premio «Desconocido en el Parlamento», otorgado por los periodistas a aquellos diputados cuyo reiterativo desprecio hacia sus obligaciones políticas se produce de forma más pertinaz y descarada. Al parecer, en lo que llevamos de legislatura, la señora Cunillera aún no se ha presentado en el congreso. O lo ha hecho en muy contadas ocasiones. Justo lo que Pérez Reverte denunciaba en su artículo.
«Habló de puta, la Zapatones», que decía un amigo, sería una frase que resumiría de forma bastante precisa la situación. Conociendo a Pérez Reverte, poco me equivoco si auguro ardorosas épocas de réplica y contrarréplica. Y de mentarse a las madres.
Tan sólo una semana antes de que se publicara el artículo que escribió Pérez-Reverte y que ha sido objeto de las iras de la diputada, la señora Cunillera había sido galardonada por la prensa con el dudoso honor de ser una de las finalistas del premio «Desconocido en el Parlamento», otorgado por los periodistas a aquellos diputados cuyo reiterativo desprecio hacia sus obligaciones políticas se produce de forma más pertinaz y descarada. Al parecer, en lo que llevamos de legislatura, la señora Cunillera aún no se ha presentado en el congreso. O lo ha hecho en muy contadas ocasiones. Justo lo que Pérez Reverte denunciaba en su artículo.
«Habló de puta, la Zapatones», que decía un amigo, sería una frase que resumiría de forma bastante precisa la situación. Conociendo a Pérez Reverte, poco me equivoco si auguro ardorosas épocas de réplica y contrarréplica. Y de mentarse a las madres.
Etiquetas: Caradura, estupidez, imbéciles, miserables, Políticos y gente de mal vivir
3 comentarios:
Es curioso, pero a mí me parece más demoledor lo que se deduce de la réplica de Cunillera que el artículo del propio Pérez-Reverte, que a mí me pareció ecuánime y sosegado, como la gran mayoría de sus escritos, y donde admitía parte de su ignorancia y el hecho de que no es posible ni justa la generalización. Vamos, que en la contestación, la señora diputada se ponía en evidencia a sí misma. Con gente así, la verdad que uno no necesita esforzarse.
Esa manera bajuna y rastrera de lloriquear, sin defenderse con ningún argumento, sino sólo exigiendo a los demás que se autocensuren, que se plieguen a lo solicitado; ese decir ay pobres de nosotros con lo buenos que somos y lo mucho que trabajamos, dirigiéndose, por supuesto, a los "ciudadanos y ciudadanas"; esa manera de arrogarse una especie de razón desprovista del lastre de los sentimientos; y esa manera abyecta de preguntar sobre cuál podría ser la alternativa, como si uno sólo pudiera expresar su malestar en caso de tener una propuesta mejor, o como si la crítica de Pérez-Reverte fuera contra el sistema, en lugar de contra quienes lo sustentan. Aunque tampoco hay que perderse la advertencia que suelta después: cuidado que si no estamos nosotros lo que viene después es peor.
En fin, que si con el artículo de Reverte podíamos albergar ciertas dudas ya hay alguien que se empeña en disipárnoslas.
Un abrazo, Pedro.
¡Si es que ya no hay respeto, oiga! En mis tiempos, a los curas, a los próceres, a los padres de la patria y a los caciques se les besaba la mano, se les llamaba VI o VE, o vuecencia, a usía, y se les deseaba que Dios les guardara muchos años (¿en formol?) y les pedíamos que nos pusieran a los pies de sus señoras esposas (¿para hacerlas un conilunguus?)
Siempre habla el que tiene más que callar, Andima. Si te das cuenta, la argumenhtación de la sra. Cunillera se remite exclusivamente a las formas, dejando intacto el fondo de asunto. Por algo será.
Si es que ya nada es lo que era, Don Trancos. Se ha perdido la dignidad, el respeto y todo lo demás. Una posguerra os daba yo, so cabrones.
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