Una higa
Se ha puesto de moda. Ese peculiar gesto que los americanos, con un perifrástico eufemismo tan propio de ellos, llaman Johnny Cash finger y que aquí, de toda la vida de Dios, se ha llamado que te den. El último en ponerlo en práctica en público ha sido José María Aznar durante un altercado tras su asistencia a una conferencia en la facultad de Económicas de Oviedo. Indiscutiblemente, es una forma bastante zafia de expresar disconformidad y dicho gesto, en manos de un expresidente, merece nuestra más profunda reprobación. Sin paliativos. Sin duda alguna. Una persona que maneja y sostiene un determinado estatus social alcanzado a través de un puesto al que en su día lo auparon todos los españoles —incluidos aquellos que lo increpan, lo votasen directamente o no—, una persona que asiste a ese tipo de actos en calidad de antiguo gestor de los derroteros de este país no puede ni debe permitirse determinado tipo de burdos desplantes. Nobleza obliga. Y la ausencia de ella provoca este tipo de situaciones. Si el gesto hubiese provenido de una zopenca de las que aparecen en Gran Hermano o en Sálvame no hubiese supuesto mayor demérito que el que se espera de una persona que se mueve en ese tipo de ámbitos. Qué puedes esperar del burro sino coces. Pero viniendo de quien viene, merece nuestra más enérgica reprobación. Mal. Muy mal por José María Aznar.
Como figura pública.
Como persona, estoy más que convencido que, ante la provocación a la que fue sometido, cualquier otro —por ejemplo, yo—, en sus circunstancias, no sólo hubiese respondido como él sino que, tras añadir un clamoroso corte de mangas, me hubiese ido para el ofensor al tiempo que le miento a la madre.
Pero yo no tengo una imagen que mantener. Y si la tuviese, ésta se echó a perder hace ya demasiado tiempo. Y, en cualquier caso, de tenerla, dicha imagen sería plenamente compatible con cagarme en los muertos de quien se atreviese a asistir a un acto del que yo fuese partícipe con el único y exclusivo ánimo de sabotearlo y llamarme «hijoputa», «fascista» y «asesino» en público y en mi cara.
A Dios lo que es de Dios y al César… las suyas y las de un bombero.
Como figura pública.
Como persona, estoy más que convencido que, ante la provocación a la que fue sometido, cualquier otro —por ejemplo, yo—, en sus circunstancias, no sólo hubiese respondido como él sino que, tras añadir un clamoroso corte de mangas, me hubiese ido para el ofensor al tiempo que le miento a la madre.
Pero yo no tengo una imagen que mantener. Y si la tuviese, ésta se echó a perder hace ya demasiado tiempo. Y, en cualquier caso, de tenerla, dicha imagen sería plenamente compatible con cagarme en los muertos de quien se atreviese a asistir a un acto del que yo fuese partícipe con el único y exclusivo ánimo de sabotearlo y llamarme «hijoputa», «fascista» y «asesino» en público y en mi cara.
A Dios lo que es de Dios y al César… las suyas y las de un bombero.
Etiquetas: Caradura, estupidez, Políticos y gente de mal vivir
5 comentarios:
La verdad es que Aznar dejó huella como presidente y se granjeó odios, sobre todo en la segunda legislatura, en la que yo creo que, no es que fuera un mal presidente, sino que se volvió loco atacado por el síndrome de la Moncloa, con el ego inflamado como un pavo y mirándose el ombligo. De ese síndrome de la Moncloa sabe bastante también nuestro actual presidente zapabean.
No obstante, es entendible su mosqueo. Siempre que da una conferencia se repiten los hechos, hay cuatro exaltados con el "no a la guerra", "terrorista", etc., repitiendo consignas de hechos que ya pertenecen al pasado.
Sin embargo coincido contigo. Cualquiera que haya ostentado un cargo público, sobre todo el de presidente del gobierno, debería cortarse un pelo y no comportarse como un nota en un concierto punki haciendo peinetas. Como decía un profesor mío, lo más importante es saber estar.
Un abrazo.
P.D.: Pues nada, esperaré a ver si nos das una alegría.
Sí, aunque en realidad ya es un ciudadano particular, todavía tiene una imagen que guardar y no son de recibo esos gestos... por más que los de enfrente no te insulten muy educadamente
Pues a mi me parece muy bien.Ya esta bien de ser idiotas con lo politicamente correcto.Que no es mas que tragarse con cara de poker todo lo que nos quieran insultar.Tu mismo lo has dicho, le mentarias a sus difuntos.Y es triste cosa tener que cargar toda la vida con la exquisitez por razon de un cargo que ya no se ejerce.
Desde que lo usó el rey, ese gesto es elegantísimo. Lástima que ni el careto ni el peinado de Aznar vayan a juego. Además, tiene los dedos cortos, lo cual no quiere decir que sea manco, y si no que se lo pregunten a los que le aplicaron la medallita del congreso americano.
No critico el fondo de la cuestión, que lo entiendo -e incluso lo comparto-, pero no son maneras. A determinada gente, por su posición -presente o pasada- y con una imagen pública que mantener, se quiera o no, se le suponen ciertas formas. Un savoir etre. Y aquí el expresidente no anduvo fino. Fue un gesto muy poco propio.
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