Iniquidad
Yo era de los que solía enunciar con cierta frecuencia que el ser humano nunca dejaba de sorprenderme. Ya no. Ya suelo decirlo más bien pocas. Hace tiempo que dejó de sorprenderme para pasar a asquearme directamente. Apenas ha transcurrido una semana de la que ha sido y es, sin duda alguna, la catástrofe natural más terrible de los últimos 100 años y en el lugar del desastre los muertos aún se pudren a miles en las calles cuando ya ha comenzado a aflorar una de esas facetas tan hija de puta, tan pérfida, tan aciaga, tan propia del ser humano. Gracias a Dios no de todo el género, pero sí de muchos de sus elementos más despreciables.
La codicia.
No me estoy refiriendo al tema de los saqueos, una actividad que, aunque deplorable, resulta plenamente comprensible en un contexto de extrema necesidad como el que discurre en Haití. En estos días se ha tratado de vivir o morir, literalmente, y contra eso no hay argumentos. Hablo de aquél que se lucra con la desgracia ajena, que cuanto más extrema resulta, más beneficios le reporta y al que la magnitud y la trascendencia de la misma —no olvidemos que no es sólo que Haiti haya sufrido una catástrofe natural. Es que ha desaparecido del mapa como nación, como entidad y casi como identidad— se la trae completamente al pairo. Ya comienzan a llegar las primeras noticias, los primeros ecos, de cómo las mafias revenden productos de primera necesidad a precios desorbitados, cobran por gestionar alguna conducción de agua rota de la que se han apropiado y sobre la que han montado vigilancia armada y trafican y abusan sexualmente con menores huérfanos. Y lo que nos quedará aún por leer.
Cada día me asquea más el ser humano, pero, sinceramente: no sé de qué coño me sorprendo.
La codicia.
No me estoy refiriendo al tema de los saqueos, una actividad que, aunque deplorable, resulta plenamente comprensible en un contexto de extrema necesidad como el que discurre en Haití. En estos días se ha tratado de vivir o morir, literalmente, y contra eso no hay argumentos. Hablo de aquél que se lucra con la desgracia ajena, que cuanto más extrema resulta, más beneficios le reporta y al que la magnitud y la trascendencia de la misma —no olvidemos que no es sólo que Haiti haya sufrido una catástrofe natural. Es que ha desaparecido del mapa como nación, como entidad y casi como identidad— se la trae completamente al pairo. Ya comienzan a llegar las primeras noticias, los primeros ecos, de cómo las mafias revenden productos de primera necesidad a precios desorbitados, cobran por gestionar alguna conducción de agua rota de la que se han apropiado y sobre la que han montado vigilancia armada y trafican y abusan sexualmente con menores huérfanos. Y lo que nos quedará aún por leer.
Cada día me asquea más el ser humano, pero, sinceramente: no sé de qué coño me sorprendo.
Etiquetas: Espanto, miserables, Tragedia
11 comentarios:
El problema, Pedro, es que Haití ya era un desastre antes del terremoto. El que una catástrofe así ocurra en un país tan corrupto, tan pobre y tan desgraciado, propicia los hechos que narras. Los seres humanos, en efecto, somos capaces de lo mejor y de lo peor. Lo que está claro es que hay que ayudar a esa pobre gente y detener a los delincuentes. Por eso, lo que también me ha chocado es la protesta de esos antiamericanos trasnochados que acusan a Estados Unidos de invadir el país, cuando lo que están haciendo los marines es poner orden, que de eso saben un rato.
Un abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Coincido contigo, Pedro. El ser humano como especie es patético. Tenemos cosas buenas, qué duda cabe, pero cuando uno ve lo de las mafias, no sólo en Haití, sino en todo el mundo, las bajezas que somos capaces de cometer..., en fin, que da asco. Todo esto y un buen puñado de decepciones con otros tantos a los que creía amigos han hecho de mí un misántropo convencido. No quiero conocer a más gente, salvo la que irremediablemente tengo que tratar en mi trabajo. No creas que soy huraño, al contrario, los que me conocer dicen que resulto simpático e incluso interesante (¿?), pero es pura fachada, he terminado por odiar a mis semejantes como a mí mismo.
Un abrazo.
No te vayas tan lejos. ¿Qué hay de esos bancos y cajas españolas que estos días envían SMS a sus clientes para que ingresen dinero en tal o cual cuenta de ayuda a Haití? ¿Crees que lo hacen por compasión?
Saludos.
La miseria (física y económica) degenera en roña moral. Por eso es tan importante erradicarla. Además, es el estiercol que hace brotar las setas de las mafias en las sociedades invertebradas y en los estado débiles. Por eso creo que no tienen razón los que proclaman "menos estado y más mercado". El mercado puro y duro, sometido sólo a la ley de la oferta y la demanda (ley que multinacionales y monopolios se pasan por el forro en cuanto pueden) enriquece a pocos y empuja a mucho a la miseria. Y así sucesivamente
Lo jodido es que cuando las fuerzas de la ONU intentan poner un poco de orden en esos paises, los indígenas se rebotan. Espero que los gringos tengan más suerte y se pongan más bestias que los cascos azules. Y si no, sinceramente, que les den, porque a mí a estas alturas nada de esdo me quita el sueño.
Yo también solía sorprenderme.
Lo que nos queda por ver/leer/y escuchar. Qué asquito de verdad.
Beso.
la ignominia del ser humano es la de ser el mayor depredador conocido todo lo hace por lucrarse y joder la vida a sus semejantes
pero ya veras tu como si tienen algun problema los yankees y por una casualidad ( que yo aprobaria ) disparan y matan a algun energumeno de esos la que se monta en contra de ellos
un saludo pedro
"Hablo de aquél que se lucra con la desgracia ajena, que cuanto más extrema resulta, más beneficios le reporta y al que la magnitud y la trascendencia de la misma se la trae completamente al pairo": creo que ésto podría perfectamente referirse a las televisiones, que hacen programas especiales y aumentan su audiencia gracias al desastre.
Rubén, y como comentan por ahí abajo, de las televisiones que montan "especiales solidarios" para ganar audiencia, y de los que desean "participar en la loable labor de reconstruir el país" y andan como locos por obtener un contrato... En éste, al igual que en muchos otros ámbitos, la lista de hijosdeputa es interminable.
Hombre, Sam. A fuer de ser sinceros, a mí también me quitaría bastante más el sueño si el epicentro, en lugar de haber estado a quince kilómetros de Puerto Principe, hubiese estado a seis de Móstoles. Lo cual no quiere decir que las desgracias que contemplo no me provoquen emociones. Encontradas, mayormente. Lo de la ONU, como entidad está cojonuda y los principios bajo los que se rige, unas premisas muy loables, pero a la hora de actuar con presteza me temo que es el coño de la Bernarda. No digo que los americanos sean la panacea, pero al menos sí suelen resultar más efectivos. Ese mérito sí hay que reconocérselo.
Hawai, nos guste o no, por suerte o por desgracia, a veces no queda otra opción que poner los cojones encima de la mesa. Y para eso lo americanos son cum laude.
Sí, anónimo. Hay muchas otras circunstancias que también me producen vomitera. Como, por ejemplo, todos aquellos que se está dando ahora de hostias por obtener un contrato -ya lo están moviendo- y ofrecerse para "reconstruir" el país. Y obtener pingues beneficios de ello, por supuesto. Lo expuesto en la entrada es tan sólo una pequeña muestra, no menos seria. Lo cual no quiere decir que no haya otras causas para el desencanto.
Sí que es interminable, la jodida lista. Y me da que cuando haya pasado lo peor, en quince días todo el mundo se habrá olvidado de Haití, como pasó hace nada en Birmania, y los carroñeros de todo tipo que le están sacado partido a esta catástrofe estarán preparándose ya para la siguiente. Está muy mal el patio dentro y fuera de España, no hay para donde mirar. Al leer el periódico o ver un informativo, es inevitable pensar en lo que decía aquella canción de Bob Dylan: "name me someone who's not a parasite and I'll go out and say a prayer for him". Yo intento no quemarme, porque supongo que hace cien años las cosas estaban aún peor, y siempre encuentras a alguien que te devuelve la confianza en el ser humano, pero no sé...
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