Mentiras completas y verdades a medias



sábado, 23 de enero de 2010

Las abuelas del Corte Inglés

Suelo asistir con cierta asiduidad a los diversos actos literarios que se programan en la sala de Ámbito Cultural ubicada en la séptima planta del Corte Inglés de Serrano, 52. El último de ellos, la presentación de los dos volúmenes de relatos de Carlos Salem, Yo también puedo escribir una jodida historia de amor y Yo lloré con Terminador 2. Al principio, su presencia me causaba cierta sorpresa. Mujeres que frisan los sesenta cuando no los han sobrepasado holgadamente, que acuden al lugar con puntualidad británica, arregladas, peinadas de peluquería, muy peripuestas y adornadas con sus mejores galas, en ocasiones acompañadas por caballeros de porte distinguido que se intuye son sus maridos. O sus parejas. No quiero decir que ese perfil deba tener vedado el acceso a la cultura, faltaría más. No es eso. Lo que me causaba extrañeza era su aparente anacronismo —es un auténtico show verlas allí junto a poetas melenudos, tipos de mirada esquiva amantes de la novela negra, escritores y otra gente de mal vivir— y, sobre todo, su perenne presencia fuese cual fuese la finalidad del acto. Una conferencia sobre literatura semiótica, una presentación de un libro de poesía, el lanzamiento de una novela de género hard boiled o una charla sobre novela histórica. Poco a poco, uno se acostumbra a su presencia. Y terminas por entenderla. O te la explican. Y descubres —o te descubren— que hasta tienen un nombre: canaperas. Son mujeres ahítas de tiempo libre que, de la misma forma que acudirían al bingo o a misa de siete, por puro entretenimiento, acuden a todo acto literario del que tienen conocimiento para pasar el rato y, ya que están allí, merendar a base de los canapés y las bebidas con las suelen agasajarte una vez terminado el evento. Con el tiempo terminas hasta por reconocer los mismos rostros. Y os juro que para los habituales de este tipo de actos, su presencia acaba siendo hasta entrañable. Ojo, que incluso hasta para esto hay clases. Las de presencia grata son las canaperas modosas y discretas comme il faut que demuestran su saber estar e incluso animan el cotarro con su presencia. Hacen un bulto elegante, vamos. Hay otro tipo de canapera kamikaze, auténticamente despreciable, que no paran de hablar de sus cosas —de sus nietos, de las pécoras de sus nueras o de su última operación de vesícula— durante el acto y que no duda en abrirse paso a codazos en cuanto aparece el camarero con las bandejas de canapés y arrasar con todo lo que pilla. Sólo les falta llevar un Tupper en el bolso. Cuestión que no dudo hayan hecho alguna vez.

Pero el día que falten hasta las echaré de menos. De veras.

¿El acto propiamente dicho? Muy bien. Tuve ocasión de reencontrarme con buenos y viejos amigos a los que no veía desde hacía algún tiempo: el propio Carlos Salem, Javier Puebla, David Torres, Fernando Marías, Daniel Martínez, editor de Salto de Página, Silvia Pérez Trejo, Javier Gutierrez… Ofició como presentador Jorge Benavides. Carlos estuvo bastante comedido para lo que es él y el acto, muy ameno, concluyó con la lectura de tres de los relatos que componen las antologías. Excelentes relatos. Cómo escribe el cabrón de Salem. Qué envidia. Con decir que, tras la lectura y durante la rueda de preguntas final, se arrancaron mostrando un auténtico interés hasta las canaperas, que normalmente permanecen con la boca cerrada —hasta la salida de los canapés, obviously—. Una vez terminado el evento acabamos todos donde corresponde a individuos de tal calaña: en la barra de un bar bebiendo cervezas.



No quiero terminar esta entrada sin recomendar encarecidamente un libro de reciente aparición. Su título es La pluma de Monteverdi y se trata de la opera prima de una excelente autora llamada Irene Mora que os aseguro dará mucho que hablar. Una novela de ambientación histórica que gira en torno al misterio inherente en el extraño legado que recibe una joven llamada Helena: un cofrecillo que contiene una exquisita pluma de escribanía que dicen perteneció al compositor Claudio Monteverdi. Al cofrecillo lo acompaña el peculiar diario de Ariadna, una sevillana que en 1598 viajó hasta Italia para conocer al músico. Y hasta ahí os puedo contar. El resto deberéis leerlo. Y os recomiendo que lo hagáis.

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12 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

No jodas que dan canapeses gratis en el corte ingles.jaja.
Vaya, vaya es bueno saber que en el corte ingles de serrano, concretamente en la séptima planta dan canapeses por la patilla. Mola el termino este de canapera. Yo la verdad que tengo menos tiempo que estas ancianas pero a ver si un día de estos engancho un acto cultural de estos y me zampo unos canapeses aunque sea a base de codazos en el higado a las temibles canaperas.

kur.

Un saludo.

23 de enero de 2010, 15:00  
Blogger Paco Gómez Escribano ha dicho...

Tiempo es lo que a mí me falta. Buena crónica sobre el fenómeno de las canaperas. Yo, por falta de tiempo, ni pude ir al Corte Inglés de Serrano ni esta mañana a Estudio en Escarlata donde se anunciaba también la presencia de Carlos Salem. Me habría gustado que me firmara las novelas suyas que me agencié. En fin, como veo por tu reportaje lo pasasteis bien, de lo cual me alegro.
Un abrazo.

23 de enero de 2010, 20:07  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Se nota que no te has leído el libro ése de Irene Mora.

24 de enero de 2010, 0:03  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Sí, Kur. No sólo en el Corte Inglés sino en todo acto literario que se precie dan canapieses. Eso sí, hay que pelearlos.

Los pasamos bien, Paco, lo pasamos bien. A ver si nos encontramos en alguna de éstas que sé que tú también eres asiduo.

¡Anda!, fijate tú que cosas, anónimo. No sólo lo he leído sino que lo hice hace tiempo y antes que nadie ya que lo que en tiempos tuve en las manos fue el borrador definitivo, generosamente cedido por su autora con la que, por cierto, me une una gran amistad. O yo miento o tú te equivocas ¿Hacemos apuestas? ¿Quieres el email de la autora para que te lo confirme?

24 de enero de 2010, 0:33  
Blogger Carlos González ha dicho...

Cojonuda crónica de las canaperas. Son las mismas que se tiran toda la mañana en las cafeterías con un café dando gritos mientras yo intento leer tranquilo el periódico; las mismas que por la tarde van al Flunch donde yo paro y se toman un vaso de agua y echan la tarde.
Tuvo que estar bien el sarao con el Carlos Salem, el David Torres, tú, etc. Me consta que Paco quería ir pero tenía médico a la misma hora. Y también quería ir el martes próximo a la conferencia del David Torres, pero tenemos campeonato de mus en el barrio.
A ver si sincronizáis agendas, coño.
Un abrazo.

24 de enero de 2010, 2:13  
Anonymous Intrigado ha dicho...

Yo tampoco pude ir.Entre pitos y flautas me estoy desconectando.A mi tambien las canaperas me parecen entrañables y se de buena tinta que muchas de ellas a fuerza de asistir a los eventos acaban siendo forofas de la la lectura novela negra incluida.Gracias por tu recomendacion sobre Irene Mora.La tendre en cuenta.Saludos.
Perdon por los acentos otra vez se me jodio el invento.

24 de enero de 2010, 21:15  
Anonymous ana ha dicho...

PERO estas abuelitas son de una generaciòn muy inquieta, de todos los acontecimientos que cambiaron al siglo veinte de la noche a la mañana.
Pobres ,con la crisis,buenas son las convidadas.
En Argentina ha sido una forma de subsistencia para varios :mujeres y varones OJO-
De veinte,treinta,cuarenta ,cincuenta ,sesenta ,setenta y hasta que andaban avispados por el mundo-

25 de enero de 2010, 6:47  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Pues sí, Carlos, a ver si sincronizamos.

Pues nada, Intrigado. Nos veremos en otra.

Por supuesto, Ana. Creo haber dejado claro en la entrada que no tengo nada en contra de estas señoras. Muy al contrario, me resultan entrañables. Y también está claro que la necesidad agudiza el ingenio. Pero no es menos cierto que muchas de las que me encuentro en estos actos no adolecen precisamente de necesidad sino de mucho rostro. Eso sí, daño propiamente dicho, no hacen a nadie.

25 de enero de 2010, 9:02  
Blogger Rocío Márquez ha dicho...

Antes había plañideras y ahora son canaperas... los caminos de la jubilación son inescrutables.
Genial entrada, me quedo cotilleando por tu blog.
Un abrazo.

25 de enero de 2010, 11:52  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Todo tuyo, Rocío. Sé bienvenida.

Abrazos.

25 de enero de 2010, 12:39  
Blogger Paco Gómez Escribano ha dicho...

Por cierto, Pedro, como sé que estás leyendo el violinista, de Andrés, he dejado reseña en mi blog, sin desvelar argumento, palabra. Yo acabo de terminarlo y me ha parecido un pasote de novela. Ahora estoy con "El documento Saldaña" y, de verdad, sin peloteo, estoy flipando. Dejo enlace: http://blogdelordbyron.blogspot.com/
Un abrazo.

26 de enero de 2010, 13:25  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Leída la reseña, Paco. Bastanta acertada por lo que llevo leído hasta ahora del libro. Me alegra que estés flipando con "El documento Saldaña". Ya comentaremos cuando nos veamos.

Un abrazo.

27 de enero de 2010, 18:36  

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