Orgullo
Marina me contó hace unos días que le gustaba inventarse historias. Que las cosas que veía, de repente, le sugerían ideas nuevas y que no podía evitar darles vueltas en la cabeza hasta encuadrarlas en una o varias ficciones. Y que le gustaría escribirlas. Mantuvimos una conversación en la que, con esa curiosidad tan propia de los niños, tan directa, tan ausente de dobleces, cortesías o medias tintas, me preguntó si, cuando yo era pequeño, ya sabía si quería ser escritor. Yo le expliqué lo mejor que supe —hablar con niños nunca ha sido mi fuerte— cómo surgió en mí la inquietud por escribir y le aconsejé en la medida de mis posibilidades cómo y en qué debía centrar sus esfuerzos para que las historias que quería escribir fuesen mejores.
Hoy me ha contado un argumento de su invención para un cuento.
Entendámonos. Obviamente, no es Proust. Aún. Con once años no se dispone de los recursos, el bagaje ni, sobre todo, las lecturas necesarias para manejarse con solvencia y oficio a la hora de encarar una historia, ni siquiera como diletante. Pero hay un poso, una chispa que deja intuir ciertas maneras. Posee una capacidad de inventiva fuera de lo común para su edad y trata de suplir sus carencias con mucha, mucha voluntad.
Parece que está verdaderamente entusiasmada con la cuestión. Admitiendo lo que puede de tener de fiable el entusiasmo de una niña de once años. Veremos adónde llega. Yo desconozco si, como referente, habré tenido algo que ver con esa decisión suya. Sea así o no, no puedo sentir otra cosa más que orgullo.
Feliz 2010 a todos.
Hoy me ha contado un argumento de su invención para un cuento.
Entendámonos. Obviamente, no es Proust. Aún. Con once años no se dispone de los recursos, el bagaje ni, sobre todo, las lecturas necesarias para manejarse con solvencia y oficio a la hora de encarar una historia, ni siquiera como diletante. Pero hay un poso, una chispa que deja intuir ciertas maneras. Posee una capacidad de inventiva fuera de lo común para su edad y trata de suplir sus carencias con mucha, mucha voluntad.
Parece que está verdaderamente entusiasmada con la cuestión. Admitiendo lo que puede de tener de fiable el entusiasmo de una niña de once años. Veremos adónde llega. Yo desconozco si, como referente, habré tenido algo que ver con esa decisión suya. Sea así o no, no puedo sentir otra cosa más que orgullo.
Feliz 2010 a todos.
Etiquetas: Personal e intransferible
9 comentarios:
Pues enhorabuena, D. Pedro, en la foto se te ve contento y rebosante. Que Marina te diga eso ha debido ser una magnífica forma de empezar el año. Un abrazo y Feliz Año.
Feliz año, Paco. Lo cierto es que ha sido una agradable sorpresa. A ver en qué queda el asunto.
Abrazos.
¡Por fin alguien guap@ que escribe en tu familia!
Qué suerte tienes de sentir ese orgullo. Ojalá el día de mañana pueda sucederme a mí
¿Serás mamón? X'-DDDDDD
Miguel lleva razón. La foto se salva por la niña que es guapísima. Y sí, yo también me sentiría orgullosísimo aunque no sé si contento por la elección, porque como le entre el gusanillo de escribir y lo elija como oficio, es duro. Sé de lo que hablo y tú como escritor también. Un abrazo y feliz año.
Hombre, Carlos, yo de momento trato de que no ceje en su interés por la literatura. En lo de que haga de ello su oficio aún no hago demasiado hincapie. No me gustaría que terminase juntándose con escritores profesionales y gentes de mal vivir.
Feliz año para ti también.
Enhorabuena, Pedro ^^ Yo no sé qué hacer ya para que mi primo de siete años se interese por la lectura y la escritura. Quizás deba dejar que el interés nazca de él y resignarme si nunca se le despierta. En cualquier caso, procuraré no proyectar en él mis frustraciones, jeje.
Aïda
La foto es muy chula y estáis guapos los dos: ¡hay mucho envidioso!
Gracias, Alitina. Tú sí que sabes. :-)
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio