Mentiras completas y verdades a medias



lunes, 7 de diciembre de 2009

Saludadle. Es un soldado español


Por circunstancias literarias relacionadas con la novela que estoy escribiendo me he visto en la tesitura de evaluar últimamente bastante documentación acerca del papel desempeñado por la División Azul durante la Segunda Guerra Mundial y de las desventuras acaecidas durante la campaña del frente ruso en la que participaron. A estas alturas del partido no voy a decir que vea con simpatía el trasfondo subyacente en la ideología de los divisionarios —no de todos, bien es cierto— ni su génesis, ni el hecho de que combatieran del lado de uno de los dictadores más mezquino e hijo de puta que ha parido la historia de la humanidad, pero leyendo textos al respecto —de fuentes lo más asépticas y ecuánimes posibles. Las hagiografías y los tebeos de Hazañas Bélicas, para quien les gusten— no he podido dejar de sorprenderme al redescubrir una vez más lo eternamente peculiar del carácter español, vaya a donde vaya y sea cual sea el motivo que lo impulse a encontrarse en una determinada situación. Es esa perpetua mixtura de trasnochada caballerosidad, honestidad fatalista, moralidad quijotesca y honorable tozudez que siempre ha acompañado al soldado español en la gran mayoría de sus periplos la que nunca deja de maravillarme, ya hablemos de la División Azul, de los maquis republicanos luchando en territorio ocupado —soldados eran al fin y al cabo—, de las tropas destinadas en Bosnia-Herzegovina, de los Tercios de Flandes, de la Armada Invencible o de la puta que nos parió a todos. No hablo del ejército español, no. Hablo del soldado español, del individuo o del grupo individualizado. De la vieja infantería. De la eterna historia del perfecto vasallo si tuviese buen señor. Del portador de ese carácter español, que para bien o para mal, es pasmo y rechifla de generaciones venideras.

Los integrantes de la División Azul fueron en su mayor parte soldados profesionales —un amplio número de sus efectivos eran suboficiales— alistados de forma «voluntaria» y destinados a combatir en el frente ruso a las órdenes del ejército alemán bajo la denominación de 250 Blaue Division. Una de sus principales peculiaridades era que la amplia mayoría de las situaciones geopolíticas, estratégicas o diplomáticas que preocupaban a sus aliados del III Reich se la traía al pairo. Ellos eran soldados, su cometido era combatir y con esa idea estaban allí. Punto. De ahí que casi la totalidad desconociese en un principio la política llevada a cabo por los nazis con relación a los judíos, gitanos, homosexuales y otros enemigos de la raza aria y también la infame Endlösung planificada por Hitler y su aparato de estado mayor. Y al que tenía alguna lejana referencia, pareciéndole mejor o peor, hacía como que miraba para otro lado. Esas historias ni le iba ni le venía. Esa aparente despreocupación hacia muchos de los aspectos que preocupaban a los politizados militares nazis les proporcionó más de un disgusto ya que, haciendo caso omiso a muchas de las directrices dictadas por las Wehrmacht —confraternización con la población civil de los territorios ocupados, tratamiento hacia los prisioneros rusos,…—, el divisionario solía incurrir en una indisciplina bastante deplorada por la cúpula militar de ejército alemán y sus jerarcas. Vamos, que, dentro de un orden, por activa o por pasiva, el divisionario actuaba las más de las veces según su criterio y hacía lo que le salía de los cojones. Pero, por otro lado, no es menos cierto que esa animadversión hacia la indisciplina de los españoles solía trocarse en sincera admiración cuando de demostrar su arrojo y valía en combate se trataba. Y al final quedaba una cosa por la otra. Célebres son las palabras atribuidas a Adolf Hitler: «Cuando veáis a un soldado en una cuneta, sucio, con la camisa desabrochada, aspecto desaliñado y un pitillo en la boca, saludadle. Es un héroe, Es un soldado español ». Y cierto es que fueron héroes. En el estricto sentido militar del término, ideologías aparte. Pero su idea era que ellos estaban allí para combatir en una guerra contra el comunismo y que las enajenaciones de la política nazi como que se la sudaban muy ampliamente. Y eso les permitía, dentro de unos determinados límites, actuar a su antojo ganándose el respeto de amigos y enemigos.

Para muestra de lo indicado en el primer y el segundo párrafo, un par de perlas encontradas en mis lecturas.

En cierta ocasión, tras una incursión, un batallón de la División Azul tomó posiciones en los alrededores de un grupo de pequeñas aldeas rusas. Para su sorpresa, la población de dichas aldeas estaba formada en su mayor por sefardíes descendientes de los judíos expulsados de España tras la Reconquista en 1492. El dialecto que hablaban aquellos aldeanos era una especie de castellano antiguo de fácil comprensión y a los divisionarios no les costó nada comunicarse y hacerse entender. La relación que se estableció entre ambos bandos fue tremendamente cordial a pesar de las circunstancias. Tres días más tarde llegaron al lugar los Einsatzgruppen —escuadrillas pertenecientes a las SS que, desde retaguardia, seguían el avance del ejército regular alemán durante las ofensivas de Polonia y Rusia con el fin de practicar a su paso una política de tierra quemada y exterminar a cualquier enemigo, mayoritariamente población civil, del régimen alemán— para cumplir con su macabro cometido. Los divisionarios allí desplegados se cuadraron ante ellos encargándose de hacerles saber de forma bastante expeditiva que, por su propio bien, más les valía salir de allí cagando leches, pasar de largo silbando con disimulo y «si te he visto no me acuerdo». Algunas fuentes aseguran que, gracias a esta acción, los aldeanos sefardíes sobrevivieron hasta el final de la contienda.

En mayo de 1942 un grupo de divisionarios llega a Varsovia camino del frente con el fin de efectuar el relevo de parte de las tropas allí destinadas. Hacen un alto en la estación de tren a la espera de que esté listo el convoy que los trasladará a territorio ruso. Durante la pausa, los soldados españoles, ajenos a muchas de las situaciones y circunstancias producidas en suelo ocupado, observan cómo un grupo de personas que portan una estrella de David cosida en la manga del brazo barre la estación y carga de un lado a otro con pesadas cajas de material y pertrechos. Entre el grupo distinguen a varias mujeres y niños de corta edad. Su aspecto, agotado, desnutrido, famélico, induce a la mayor de las compasiones. Uno de los suboficiales de la blaue se acerca a ellos y les ofrece parte de las vituallas que lleva en su mochila. Muchos de los soldados españoles imitan la acción de su oficial. Los prisioneros los observan con recelo, pero el hambre es mucha, la necesidad obliga y poco a poco, se van acercando a ellos para aceptar su ofrecimiento entre gestos de alborozo y agradecimiento. En ese instante varios oficiales de la SS presentes en la estación se dan cuenta de la jugada y, tras poner el grito en el cielo, reprenden con dureza a los soldados españoles. El suboficial español, en un tono calmado pero severo e inflexible, les hace saber a los SS que él «comparte su tabaco y su pan con quien se le pone en los cojones» (sic). El resto de soldados de la blaue hace suyas las palabras de su oficial y forman un corro alrededor de los SS con intenciones más que aviesas. Los SS se retiran de la estación sin dejar de lanzar miradas airadas hacia los soldados españoles que, entre gestos de sorna y mucha guasa, los observan marcharse. Al parecer, los SS elevaron una queja a sus superiores denunciando el «indecoroso comportamiento del grupo de soldados españoles». Finalmente la cosa no pasó a mayores y el asunto se dejó correr.

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25 comentarios:

Blogger Guido Finzi ha dicho...

Siempre se han dado casos de supervivencia de ciertos comportamientos éticos en medio del infierno. Así, por ejemplo, los finlandeses no permitieron a los nazis el exterminio de sus judíos o los soldados españoles, como bien apuntas, no se dejaron llevar por el odio racial que no comprendían. Curiosamente, los menos arios y más despreciados por los nazis, como los rumanos, se entregaron sin preguntar a las peores matanzas.

Si el desconocimiento de los pormenores de la contienda es enorme, ni te cuento en todo lo referente a las actividades de la División Azul. Apenas te encuentras con alguien que, no viviendo aquello, te pueda dar un par de datos al respecto.

7 de diciembre de 2009, 7:59  
Blogger Rubén ha dicho...

Pues no sé qué decirte... Yo no creo que sea digno de alabanza nadie que se apunte voluntariamente para ir a matar a otras personas, sin mediar la legítima defensa de por medio, por muy valiente, cabal e ingenuo que se sea.
Por otra parte, hay que ser muy estúpido para, tras cinco semanas de instrucción en Baviera a las órdenes de la Wehrmacht y dos años de combate en la URSS, no darse cuenta de lo que estaban haciendo los nazis, de quiénes eran los malos y de quiénes eran los menos malos.

7 de diciembre de 2009, 12:33  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

El asunto de la División Azul, Guido, es un tema peculiar y peliagudo. Primero, porque el ensalzamiento de la "gesta" al que nos sometió el antiguo régimen hizo que llegara hasta nosotros no muchas verdades y sí mucha farfolla. Y despues, porque el nuevo "régimen" convirtió en oprobioso todo lo que concernía al antiguo. Y no todo lo era ni en la misma medida. Por ese motivo es complicado encontrar información veraz y racional sobre el asunto. Aún así, alguna hay.

Me temo, Rubén, que la realidad es algo más compleja. Con tu categórica afirmación acabas de denostar de un plumazo el papel de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil Española. Hay circunstancias y circunstancias y el empuje de los ideales hace muchas veces extraños compañeros de cama (lo digo por los brigadistas/divisionarios, no por ti).

Nadie niega que los divisionarios supieran que los nazis, a pesar de la proximidad ideológica, eran cabrones con pintas en los lomos, pero te aseguro que una amplia mayoría de ellos desconocía el auténtico alcance de sus barrabasadas. Hasta llegar al frente. Allí ya comenzaron a ser conscientes en todo su esplendor de dónde se habían metido. Pero para entonces pocas opciones quedaban.

7 de diciembre de 2009, 13:40  
Anonymous Andima ha dicho...

Mientras leo esta entrada, se me viene a la cabeza continuamente Miguel Ezkerra. Leí hace no mucho su "Berlín, a vida o muerte", y mentiría si dijera que no disfruté, y mucho, de la lectura. El tipo, sin duda, fue un criminal; un tipo peligroso, fanático, nacionalista exacerbado, carne de cañón, en una palabra. Pero también era valiente, noble a su manera, moralista e ingenuo, al que su fe, la pasión que le incendiaba el corazón, jamás le habría permitido llevar una existencia tranquila, pacífica, contemplativa. Fue un hombre de acción, sano de cuerpo y enfermo de espíritu, vital y enérgico, entusiasta, para lo bueno y para lo malo. A mí me parece que leerle enseña mucho a comprender, a entender la historia, tan trágica, y el carácter -esa lealtada hasta la muerte de la mano, paradójicamente, de la indisciplina- españoles. Se ven los peligros de la fe, y se comprende que aquí se diera una guerra entre hermanos.

Su prosa jactanciosa, inflada, a menudo ridícula, infantil, revela el alma de un carácter quijotesco. La de un personaje que vivía una mentira y necesitaba grandes palabras, grandes ideologías, grandes religiones, grandes causas, para ir por la vida sacando pecho, con el corazón inflamado, involucrándose en las mayores gestas. Recuerdo que en un pasaje del libro despreciaba a aquellos tipos pusilánimes incapaces de llevar nada a cabo porque nada llevan adentro. Justamente, esta gente inútil es la que yo cada vez más aprecio, aquella en la que más confío.

Sé que Jon Juaristi lo metió en su novela "La caza salvaje", creo que dejándolo más o menos bien, pero aún no la he leído. Es una pena que yo no sepa nada de nada, y por eso no sepa tampoco cuánto hay de verdad en lo que escribió Ezkerra.

Me encanta leer todas estas cosas que escribes, Pedro, ya sea de Melchor Rodríguez, Durruti o ahora esto último.

Un abrazo.

7 de diciembre de 2009, 16:49  
Anonymous Andima ha dicho...

Tengo que decir que se me ha colado la k en el apellido, por las cosas del directo y porque se trata de un apellido vasco bastante común. En realidad, se escribe Miguel Ezquerra.

7 de diciembre de 2009, 16:59  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

El devenir de la Historia SIEMPRE es un fabuloso legado, estimado Andima. Hable de quien hable y la escriba quien la escriba. Y, simpatías personales aparte, tanto tienen que aportar los veteranos de la Columna Durruti como los de la 250 Blaue Division. El placer consiste en tener los ojos, los oidos y LA MENTE lo suficientemente abiertos.

Trataré de hacerme con el libro de Ezquerra. Desconocía su existencia.

Abrazos.

7 de diciembre de 2009, 17:31  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Buf, querido amigo. ¿Estás seguro de la autoria de esas palabras por Hitler? ¿Qué fuentes has barajado?
Permíteme que lance un velo de duda sobre ellas. Creo que la frase exacta es: "Cuando veáis un soldado desaliñado, indisciplinado y sin afeitar, cuadraros. Es un héroe español". Pero creo que se refiere a los soldados republicanos enrolados en la Legión Extranjera, concretamente en la 13ª Semibrigada, que a las órdenes de Koenig resistieron el avance del Afrika Korp en Bir Hakeim. Si te sirve de algo, te recomiendo el excelente libro de Joaquín Mañes Postigo, Españoles en la Legión Extranjera Francesa, en el que esa frase sirve de contra. Un abrazote desde Gijón.

7 de diciembre de 2009, 18:24  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Estimado anónimo: pues no, no estoy seguro pero he barajado varias fuentes que así lo afirman. Suelo hacerlo antes de internarme en terrenos procelosos. Y aún así, con la prudencia que este tipo de cosas requiere, he mencionado el dato como "frase atribuida a Adolf Hitler". Respecto a las fuentes, para muestra, un botón, el más accesible que puedo referenciar desde este medio (ABC SEVILLA, 01/01/1943, Pag. 19)

Abrazos desde Madrid.

7 de diciembre de 2009, 18:46  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Curioso ese ABC de enero del 43. La verdad es que no lo conocía, te doy las gracias. Las palabras que te reproduje antes se referían a los españoles en la Legión Extranjera y que defendieron Bir Hakeim en mayo del 42 del avance de Rommel. Si todas son ciertas, quiere decir que existía una impronta en el soldado español muy carcateristica, luchara en el bando que luchara. Gracias, compadre. Un abrazote desde Gijón. Fdo: Alejandro M. Gallo (lo del anónimo de antes es porque no sé teclear bien este bicho)

7 de diciembre de 2009, 19:19  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

:-D Viniendo los abrazos de Gijón, supuse que eras tú, estimado amigo Alejandro. Probablemente resulte imposible determinar la auténtica autoría de la frase, pero lo cierto es que viene de muy atrás (como poco hay constancia escrita de ella en un ABC de 1943). Es muy posible que sea como tú dices: la dijese quien la dijese -sí parece cierto que alguien la dijo-, resultó muy factible aplicarla al soldado español en general, del bando que fuese.

Abrazos, compadre.

7 de diciembre de 2009, 20:48  
Blogger Miguel Baquero ha dicho...

Ni conviene olvidar tampoco que mucha gente se enroló en la División Azul forzada por las circunstancias, como medio de afiliarse pronto y rápido al bando de los vencedores de la Guerra Civil o como medio de hacerse perdonar un turbio pasado republicano. También como manera de medrar: muchos de ellos estaban convencidos de que la campaña rusa iba a ser un paseo militar de Hitler, como había sido toda la guerra hasta entonces.

Quiero decir que había muchos idealistas, pero tambien muchos prácticos.

De esos hubo bastantes, aunque yo no he leído demasiado sobre el tema. También me llamó la atención en su día los que no volvieron a España hasta los años 60 o así, porque permanecieron presos en la Unión Soviética.

Podría escribirse una historia muy voluminosa con las peripecias de los españoles que anduvieron dispersos por Europa tras la Guerra Civil. No hace mucho leí que muchos de los niños de la guerra, a los que se envió a Rusia para que escaparan del conflicto en España, acabaron muriendo en Leningrado durante el terrible asedio nazi. Y famoso es que los dos primeros tanques que entraron en París para liberarla de los nazis, antes que los americanos y los ingleses, llevaban pintados en sus flancos los nombres de Brunete y Guadalajara.

7 de diciembre de 2009, 20:57  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Estimado Miguel, según estimaciones fiables, más de un 75% de los alistamientos de la División Azul fueron completamente voluntarios, hechos al calor de las soflamas del aparato de propaganda que lideraba Serrano Súñer ("Rusia es culpable"). No dudo -de hecho, me consta, sobre todo no en los primeros sino en posteriores reemplazos- de que algunas de esas "voluntariedades" fuesen ajenas al fervor patriótico y existiesen otros motivos subyacentes para alistarse y de ahí el "voluntarios" entre comillas e itálica que menciono en mi entrada, pero nadie fue enviado al frente ruso de forma obligatoria en stricto senso.

Podría escribirse una GRAN historia con las peripecias de esos españoles que mencionas. Los republicanos obligados a errar por Europa y la ignominia a la que fueron sometidos muchos de ellos (como los que acabaron en Mauthausen. El amigo Andrés Pérez Dominguez acaba de publicar una novela excepcional en la que toca el asunto) y también con los divisionarios hechos prisioneros por los rusos y enterrados en vida en distintos Gulags (cuyo sufrimiento, estemos de acuerdo ideológicamente con su bando o no, aunque en menor número también fue terrible). Un dato: los últimos 248 repatriados prisioneros de la División Azul llegaron a España (a Barcelona) en 1954 a bordo de un barco fletado por la Cruz Roja llamado Semiramis. Algunos llevaban a sus espaldas 12 años de cautiverio mientras que soldados de otras nacionalidades (alemanes, rumanos, italianos) "sólo" soportaron una media de cinco años de internamiento. Un "castigo" adicional de los rusos hacia los prisioneros españoles por ser Franco el único régimen fascista que había triunfado en Europa. Una auténtica tragedia (personal, no hablo de merecimientos o no).

Respecto a la llegada del Semíramis hay una "divertida" (todo lo divertido que puede tener el asunto) anécdota leída no recuerdo ahora donde. Los prisioneros repatriados fueron recibidos en Barcelona a lo grande por las autoridades de la época organizando un comité de bienvenida comme il faut -menúdo era el régimen para esas cosas del bombo y el platillo- y desplegando en la dársena del puerto unas mesas con viandas y bebidas con las que agasajar a los recien llegados. Una de las autoridades presentes contempló cómo un hombre de aspecto desnutrido y vestido con harapos devoraba todo cuanto caía en sus manos. El preboste se acercó y le preguntó con tono paternalista: "¿Que hijo? Mucha hambre en Rusia, ¿verdad?" a lo que el aludido le respondió: "En Rusia, no sé. Para hambre el que paso en Asturias que es de donde vengo para recoger a mi hermano...".

Si non e vero...

8 de diciembre de 2009, 0:05  
Blogger alitina ha dicho...

En la línea catorce se te ha colado un "a acompañado" (sin hache). Curiosa la anécdota, pero, claro, algunos ya aprovechan para dejar caer sus posiciones pacifistas. ¡Habría que haberlos visto a ellos entonces y en las mismas circunstancias que los que se metieron en fregados semejantes!. Desde aquí y ahora es muy bonito estar tan a favor de "no ir a matar a nadie".

8 de diciembre de 2009, 23:07  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Herrare humanum est. Corregido. Gracias, Alicia. Y en algo tienes razón: las cosas no son blancas ni negras y, a toro pasado, todos somos Manoletes de Salón. Ello sin que necesariamente haya malicia en la postura que se pretende defender.

9 de diciembre de 2009, 8:39  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¿Has valorado que de ese hecho histórico ha escrito una trilogía recientemente Ignacio del Valle?

Un saludo,

Miguel de Haro

9 de diciembre de 2009, 11:59  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Estimado Miguel: Supongo que te refieres a la magnífica trilogía de Arturo Andrade y no sólo lo he valorado sino que la he leído con sumo placer. Si por valorar te refieres si lo he tenido en cuenta de cara a escribir lo que estoy escribiendo -por el hecho de repetirme con otro autor en temas y argumentos- no es el caso. La documentación que estoy consultando es de cara a darle un sustrato, un background, a uno de mis personajes, antiguo combatiente de la División Azul. Pero en mi novela no van por ahí los tiros. De hecho, es radicalmente diferente. Pero se agradece el aviso y la intención.

Un cordial saludo.

9 de diciembre de 2009, 12:20  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Hola Pedro,

Sí, era por si no conocías las novelas de Ignacio del Valle (que me parecen correctas, sin más) y pisabas los mismos pastos o pastos similares que intimidaran a la editorial con la que la que publiques, ya sabes cómo funciona esto, o eso, que yo no me dedico a la literatura.

Suerte...

Miguel

9 de diciembre de 2009, 12:40  
Anonymous Trancos ha dicho...

Si que es complicado, sí. Partiendo de que juzgar hechos y personas del pasado desde la óptica del presente es, cuando menos, un anacronismo. La generación de españoles que luchó en ambos bandos en la II Guerra Mundial es heredera directa de casi 150 años de guerra civil, de una época en la que nadie le hacía ascos a la violencia y todos consideraban legítima la lucha armada para conseguir determinados fines. Guerra civil fue la napoleónica en parte (patriotas fernandinos/afrancesados bonapartistas); las guerras carlistas y sus clérigos con trabuco; la de la independenica de las colonias americanas; la de los liberales y los conservadores que se suceden en los gobiernos decimonónicos a golpe de pronunciamiento; lo de Cuba y Filipinas; el terrorismo anarquista de finales del XIX principios del XX que se llevó por delante a generales, ministros, cardenales, obreros, sindicalistas, y casi al rey amén de las semanas trágicas y el pistolerismo de patronal - sindicatos y sus semanas trágicas; las guerras de África donde todos aprendieron, en carne propia a veces, barbarie y salvajismo, a matar y a morir sin pestañear. Unos y otros llegan al 36 (después de una república sangrienta cuyo colofón son los asesinatos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo) con el convencimiento de que la guerra es inevitable y ni dios mueve un dedo para desmentirlo. Mientras unos llaman a las barricadas otros procalman la "ley de las pistolas" (JA Primo de Rivera). El "paz, piedad, perdón" de Azaña, las llamadas a la reconciliación de La Pasionaria, el "pido la paz y la palabra" de Blas de Otero, el "libertad sin ira" de Cambio 16... vendrán después. Porque lo que se dice pacifistas no lo somos hasta hace 4 días. Y muchos todavía no lo son. ¡Si hasta el bueno de Don Antonio Machado se nos puso gallito con el "si mi pluma valiera tu pistola de capitan, gozoso moriría"! (Hoy en día le daríamos un pescozón y le diríamos "ni de coña, D. Antonio: la pistola de Lister no valía ni la mitad que el capuchón de su pluma")
También es complicado lo de las motivaciones por las que a algunos se alistaron en la División Azul. A Franco le vino como anillo al dedo: se quitó de encima a un montón de excombatientes, todos ellos pidiendo su recompensa por su contribución en la contienda, que ya no eran útiles y sí un peligro en la España en paz (acordaos de Rambo). Dio una salida al belicismo de una falange dividida y contestataria (Hedillistas) que no aceptan el papel que se les reserva en el nuevo orden ni su fusión contranatura con las JONS primero con la Comunión Tradicionalista después. Y de alguna manera hay que pagrale a Alemania su contribución en nuestra contienda sin despertar demasiadas suceptibilidades en los Aliados.
Personalmente conocí a un hombre que se alistó en la División Azul para sacar a su hermano (republicano) de la cárcel y a otro que lo hizo porque se cambió de bando casi al final de la guerra y tenía que demostrar fehacientemente y más allá de toda duda razonable su adhesión inquebrantable al nuevo régimen.

Salud y saludos

10 de diciembre de 2009, 13:41  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Muchas gracias, D. Trancos. Acertado y preclaro análisis. Daría de sí más que de sobra para una magnífica entrada en un blog... si tuviese usted blog, cuestión que desconozco :-)

10 de diciembre de 2009, 14:07  
Blogger joaquin mañes ha dicho...

Estimados amigos:
Soy el escritor del libro "Españoles en la Legión Extranjera francesa." La frase la recogió el prologuista del mismo, Emilio Condado Madera, ex suboficial de la Legión e historiador, quien no recordaba la autoría de la misma; el editor le pareció lo suficientemente impactante que la reflejó en la contraportada del texto.

A mi me constaba que era una cita de un general alemán, no de Hitler, referida a los españoles de la División Azul, pero sí estoy de acuerdo que la frase constituye la definición paradigmática del soldado español, con independencia de su uniforme y bandera.

Un cordial saludo y Feliz Navidad.

12 de diciembre de 2009, 21:33  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Gracias por la puntualización, D. Joaquín. A día de hoy probablemente resulte muy complejo determinar la autoría y el contexto precisos. Yo la había oído tradicionalmente en boca de oficiales alemanes y aplicada a la División Azul y la prensa referida (ABC, 01/01/1943) así lo sugiere desde mucho tiempo atrás. En cualquier caso, coincidimos todos en que nos parece una definición más aplicable y cercana al carácter español que al propiamente castrense.

Un saludo. Y bienvenido al blog.

12 de diciembre de 2009, 22:30  
Anonymous Trancos ha dicho...

"Daría de sí más que de sobra para una magnífica entrada en un blog... si tuviese usted blog, cuestión que desconozco :-)"

No. No tengo blog, Lobo. Como diría Fito, "no tengo nada para impresionar, ni por fuera ni por dentro". Tampoco tengo nada que vender ni necesidad de hacerme visible. Además, ya hay demasiados blogs, creo. Yo mismo tengo mogollones de ellos en mis marcadores y me conformo con meter comentarios, en los que me gustan, cuando me dan un buen pie.

Salud y saludos.

14 de diciembre de 2009, 13:48  
Blogger Samantha Keyela ha dicho...

Además de por ser de un amigo, leeré tu próxima novela con interés porque la única referencia que tengo de la División Azul es la de un tío mío que había luchado muy joven en el bando nacional -el que por lugar le correspondía-y que se alistó a la División esa en un tumultuoso momento conyugal, concretamente para hacerse matar porque no podía soportar que su esposa le cornupetease. El caso es que no sólo no se hizo matar, sino que por reventar algún blindado ruso volvió con una medallita, mención o similar...y con dos dedos de un pie congelados.

16 de diciembre de 2009, 0:06  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Pues que no nos falten tus agudos comentarios entonces, Trancos.

Me alegra contatme entre tus autores de cabecera, querida Sam. Lo cierto es que, en mi novela, no me explayo en exceso sobre las peripecias de la División Azul, sólo para dar sustrato a uno de los personajes. Un par de lecturas aconsejables al respecto (ficción): El rojo en el azul de Jerónimo Tristante y la trilogía sobre Arturo Andrade de Ignacio del Valle (El arte de matar dragones, El tiempo de los emperadores extraños y Los demonios de Berlín, particularmente las dos últimas).

16 de diciembre de 2009, 19:54  
Blogger Unknown ha dicho...

Estoy de acuerdo con uno de los comentarios que indica que no se puede juzgar el pasado con la óptica del presente,pero pienso que sí debe la historia encaminarnos a una superación;una de las constantes que nos pone metafóricamente de pié ante épocas guerreras y de transformaciones,nos desvía la mirada hacia los movimientos militares,quienes se cuelgan la medalla de los logros,cuando el fondo de todo logro de masas no reside tanto en su naturaleza bélica como la organizativa.Y así como en algún momento de cordura como especie humana logramos proscribir los duelos a muerte,debíamos vernos más civilizados y proscribir las guerras que aún cuando aniden héroes y paladines,también han producido tremendos monstruos militaroides y deleznables dictadores.A mi entender ésta propuesta es vista dentro del género de lo irreal,debido a los intereses económicos que tendrían que frenarse,pero,regresando a la civilizada virtud de la organización;¿Acaso no resultase viable,organizar que la industria de la guerra se recicle a convertirse en una industria de paz,con los consiguientes beneficios que se deriven no sólo de lo que se construya,sino de lo que se evite,en términos de destrucción.

27 de diciembre de 2009, 8:17  

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