Mentiras completas y verdades a medias



viernes, 27 de noviembre de 2009

Presentación de El ocaso de las siete colinas

Con relación a los actos culturales celebrados en la capital decía el maestro Ortega y Gasset que «Un jueves por la tarde, en Madrid, o das una conferencia o te la dan». Siguiendo la estela de tan insigne tradición, ayer se celebró en Madrid la presentación de El ocaso de las siete colinas de Patrick Ericson. El acto, que fue presentado por el escritor Francisco Javier Illán Vivas, tuvo lugar en la librería Estudio en Escarlata. Durante el mismo, ambos se encargaron de desgranar con grandes dosis de inteligencia las esencias de la novela —la cuarta del autor si mal no recuerdo—, explicando que continua en la línea del tipo de literatura al que Ericson nos tiene acostumbrados en sus anteriores textos, esto es, literatura de entretenimiento puro y duro con grandes dosis de acción y misterios por doquier. Ese género plagado de grandes obras al que mucho purista imbécil sin criterio llama despectivamente best seller. Y si bien es cierto que el género es bastante proclive a llenarse de basura ramplona de tramas insulsas y esquemáticas, tomar la parte por el todo y tildar a un amplio conjunto de obras de literatura menor —como hasta hace poco se hacía con la denostada novela negra y mira cómo vamos, Stieg Larsson incluido— es probablemente una de las actitudes mas temerariamente snobs que pueden encontrarse a día de hoy en el ámbito literario. Y hacerlo con El ocaso de las siete colinas sería, además, una flagrante injusticia.

La novela de Ericson está planteada como un juego. Un peculiar personaje que se hace llamar Reverendo se hace con un par de ingenios nucleares provenientes de la extinta Unión Soviética con los que se propone organizar un atentado sin precedentes en la historia del terrorismo internacional. Antes de llevar a cabo su acción, lanza a través de Internet un texto denominado El manifiesto del terrorista en el que plantea, a través de extraño juego de rol inspirado en los textos del Apocalípsis, el reto de descubrir «a quién corresponde el Número de la Bestia». Aquél que descubra la clave, estará en disposición de evitar la catástrofe. El mensaje es interceptado por un peculiar equipo de la NSA americana que, tras verificar su autenticidad, se pone en marcha en una carrera contrarreloj con el fin de detener la amenaza, encontrando en su camino muchas otras facciones implicadas que albergan intereses similares a lo suyos, desde la curia vaticana hasta determinadas agencias que trabajan a la sombra de algunos gobiernos.

A quién pueda sospechar similitudes, no: no es un remedo de Ángeles y Demonios. Puede albergar alguna similitud en cuanto a ciertas premisas y planteamientos, pero ahí termina toda coincidencia. En esta novela, Patrick Ericson maneja de forma envidiable el ritmo de una trama cuyo desarrollo tiene más en común con el planteamiento de la serie de televisión 24 que con la obra de Dan Brown y en la que los temas son tratados de una forma menos superficial, más profunda, apoyando todos los aportes con hechos contrastables, perfectamente documentados y manejándose de una forma más que efectiva y solvente en el terreno de una ficción con la que es capaz de lograr algo no muy habitual ni fácil de conseguir por parte de aquellos que le damos a la tecla: recabar el continuo interés del lector sin concederle un minuto de respiro.

No esperen ustedes hallar una obra sesuda, de pensar, de esas que trascienden —quiera Dios que sea lo que signifique esa gilipollez—. Estamos hablando de puro entretenimiento, de literatura de palomitas. Eso sí, de la mejor literatura de palomitas, de la de pata negra. Que hasta para eso hay que tener arte y, sin duda alguna, Patrick Ericson lo tiene. Desde esta modesta tribuna recomiendo sinceramente su lectura. Si se deciden a ello, les auguro que van a pasar un rato muy entretenido.

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3 comentarios:

Blogger Patrick Ericson ha dicho...

Gracias, Pedro, por tan extensa y explícita reseña con la que honras mi humilde obra... y mil gracias por haber estado ahí, arropando al autro, en ese instante que se hacía tan necesario en un día tan frío como el de ayer.

Un fuerte abrazo

27 de noviembre de 2009, 20:08  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

El placer fue mío, Patrick.

Un fuerte abrazo.

28 de noviembre de 2009, 0:05  
Blogger François de Fronsac ha dicho...

Gracias

29 de diciembre de 2009, 23:59  

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