Eterna deuda
Siempre he defendido la idea de que, cuando uno escribe, además de por la propia satisfacción que conlleva el desarrollar una historia partiendo de la nada, lo hace para ser leído. Que el mero deseo de plasmar en papel, negro sobre blanco, aquello que te pasa por la cabeza lleva implícita la búsqueda de un cómplice que quiera participar contigo en ese mismo juego que tanto placer te produce. Otros, quizá, albergarán distintos motivos, tan loables como discutibles. Pero esos son los míos. Y nunca lo he ocultado.
Cuando uno ha puesto en la calle tres novelas y lo ha hecho con cierto —aunque moderado— éxito, ya no se es ese letraherido diletante que vive inmerso en la duda de si sus textos serán del agrado del lector al que van destinados. En la duda de si se es o no capaz de encandilar al auténtico destinatario del esfuerzo realizado y hacerlo con cierta solvencia. Con tres textos publicados parece que uno tiene algunas cosas menos que demostrar y otras cuantas ya demostradas. Pero sólo lo parece. Cierto es que la experiencia te permite andar con paso algo más firme y seguro pero, día a día, tras cada nuevo escrito al que te enfrentas, nunca termina por desvanecerse del todo esas dudas que te asaltaban cuando aún eras inédito y, salvo tu círculo más cercano, nadie había leído lo que tu habías escrito. Cada nuevo texto es un reto renovado, un paseo por la cuerda floja en el que nunca estás seguro de no caer al vacío. Uno duda y no hay mal en ello. La duda te mantiene vivo, vigilante y alerta. El problema no es la duda. Es la incertidumbre. La inseguridad que provoca el hecho de que sepas a ciencia cierta que eres capaz dar más de ti y que debido a decenas de espurias —las más de las veces— razones quizá no tengas ocasión de volver a demostrarlo. Al menos, una vez más. El miedo a no poder volver a contar con la complicidad de ese amigo que, con el paso del tiempo, ha ido formando parte de tu vida.
Por ese motivo, cuando uno obtiene, como ha ocurrido hoy, un galardón como el Premio internacional de novela ‘Luis Berenguer’, el motivo de felicidad es doble. O triple. El primero, el más simple quizá —pero no por ello el menos importante—, es la recompensa económica. El segundo, el reconocimiento ajeno de que, a pesar de tus dudas, quizá haya algo que no estés haciendo mal del todo. Y el tercero, quizá el más significativo, es la posibilidad de poder llegar de nuevo a los lectores, a esos amigos para los cuales escribes y que en gran medida, con su apoyo y su aliento, son los auténticos responsables de que tú sigas ahí, acumulando una deuda de gratitud difícilmente subsanable.
Y por ello aquí estamos y aquí seguimos. Tratando de abonar esa eterna deuda.
Cuando uno ha puesto en la calle tres novelas y lo ha hecho con cierto —aunque moderado— éxito, ya no se es ese letraherido diletante que vive inmerso en la duda de si sus textos serán del agrado del lector al que van destinados. En la duda de si se es o no capaz de encandilar al auténtico destinatario del esfuerzo realizado y hacerlo con cierta solvencia. Con tres textos publicados parece que uno tiene algunas cosas menos que demostrar y otras cuantas ya demostradas. Pero sólo lo parece. Cierto es que la experiencia te permite andar con paso algo más firme y seguro pero, día a día, tras cada nuevo escrito al que te enfrentas, nunca termina por desvanecerse del todo esas dudas que te asaltaban cuando aún eras inédito y, salvo tu círculo más cercano, nadie había leído lo que tu habías escrito. Cada nuevo texto es un reto renovado, un paseo por la cuerda floja en el que nunca estás seguro de no caer al vacío. Uno duda y no hay mal en ello. La duda te mantiene vivo, vigilante y alerta. El problema no es la duda. Es la incertidumbre. La inseguridad que provoca el hecho de que sepas a ciencia cierta que eres capaz dar más de ti y que debido a decenas de espurias —las más de las veces— razones quizá no tengas ocasión de volver a demostrarlo. Al menos, una vez más. El miedo a no poder volver a contar con la complicidad de ese amigo que, con el paso del tiempo, ha ido formando parte de tu vida.
Por ese motivo, cuando uno obtiene, como ha ocurrido hoy, un galardón como el Premio internacional de novela ‘Luis Berenguer’, el motivo de felicidad es doble. O triple. El primero, el más simple quizá —pero no por ello el menos importante—, es la recompensa económica. El segundo, el reconocimiento ajeno de que, a pesar de tus dudas, quizá haya algo que no estés haciendo mal del todo. Y el tercero, quizá el más significativo, es la posibilidad de poder llegar de nuevo a los lectores, a esos amigos para los cuales escribes y que en gran medida, con su apoyo y su aliento, son los auténticos responsables de que tú sigas ahí, acumulando una deuda de gratitud difícilmente subsanable.
Y por ello aquí estamos y aquí seguimos. Tratando de abonar esa eterna deuda.
Etiquetas: Amigos, Lectores, Libros, Literatura
10 comentarios:
Con ganas de leer la novela estamos, Pedro. ¡Felicidades de nuevo!
Besoooooo
Termino de verlo. Como sabes he estado ausente unos días, desconectada. A mí, sinceramente, no me sorprende porque ya es sabida, sentida y leída tu calidad literaria :) Pero: sí me alegra porque lo justo me llena de satisfacción. Enhorabuena, amigo!!! Esperamos con ansia volver a leerte.
Lo primero, enhorabuena, maestro. Sabes que pienso que tus novelas deberían tener un estante propio en las librerías. Y completamente de acuerdo en lo que dices. Llegado un momento, todos los que nos dedicamos a esto queremos que nos lean. En cuanto a lo de las dudas, pienso que les pasa solo (me cuesta no poner la tilde) a los grandes, y tú lo eres. Ya nos irás informando, porque me muero de ganas de hincarle el diente a esa novela. Joder, cómo mola. Un abrazo.
Felicidades, PdeP. Me alegro un huevo :-D Te lo mereces (no podía ser de otra manera si te lo han dado).
Por cierto: "El documento Saldaña" ha vuelto a las estanterías de mi Carrefour (mío no, ya quisiera. Quiero decir en el que compro habitualmente). No sé por qué, lo han colocado en "novela histórica". El detalle es nimio. Pero en "novela negra" estaría en mejores compañías y no entre las asensis, los danbraun, catedrales en construcción, objetos sacros y reliquias de la pasión >:-DDD
Querido amigo: traslado mi felicitación también a tu blog. La duda no desaparece nunca, forma parte del oficio. Lo importante, creo, es saber vivir, y trabajar con ella.
Un abrazo grande,
Uno siempre se alegra del éxito de los buenos escritores que, además, son buenos tipos. Mi más sincera enhorabuena. Un fuerte abrazo.
Enhorabuena Peter:
Este es tu año, primero vas a la carcel, encima te dejan salir, reeditas Durruti y ahora ganas el Premio Luis Berenguer. Si llega a tener quince meses conquistas el mundo.
Un fuerte abrazo:
Sergio
Enhorabuena, Pedro.
Un saludo.
Felicidades por tu éxito, Pedro. Y que siga la racha por mucho tiempo. Incluso después, cuando nos veamos en el infierno.
Ya lo hice en tu muro, Pedro, pero lo vuelvo a hacer aquí, faltaría más. ¡Enhorabuena! Me llevé un alegrón al enterarme de la noticia y estoy muy contento por ti.
Así que ya nos tienes expectantes ante la aparición de tu nuevo "retoño". Ya nos irás contando novedades al respecto.
Mi más sinceras felicitaciones de nuevo, imagino que lo has celebrado a lo grande este finde.
Un abrazo y feliz semana.
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