Mentiras completas y verdades a medias



jueves, 17 de junio de 2010

Reencuentros

Es curiosa la relación suele mantenerse con los personajes a los que uno ha dado vida. Tiene mucho de psicoanalítico. Freud estaría encantado. Durante meses has convivido con ellos, has formado parte de su vida y ellos de la tuya. Has reído cuando ellos reían, sufrido cuando ellos sufrían, te has enojado cundo ellos lo hacían y te has alegrado con su alegría. Has deseado que sus aventuras —o desventuras— terminasen felizmente y que, en el trayecto, no lo pasasen demasiado mal. Un día no te queda más remedio que poner punto final a esa relación. Y los ves partir. Y desde ese día, ellos siguen su camino y tú, el tuyo. Y ya no compartes su vida. Ahora son centenares de amigos los que lo hacen en tu lugar. Abren esas páginas en las que su universo se convierte en un territorio común y escrutan minuciosamente el devenir de sus andanzas. Y también ríen, se enojan o se alegran. O se aburren, que también puede ocurrir. Y tú no vuelves a saber de tus antiguos compañeros de viaje salvo por menciones puntuales de esos amigos que tienen la deferencia de mantenerte al tanto —por correo electrónico, por carta o en persona cuando coincides con ellos— de lo que ocurre cuando tus viejos compañeros pasan a formar parte de su vida cotidiana.

Pero, para ti, ya no forman parte de la tuya. Han pasado a ocupar un lugar en ese equipaje de recuerdos gratos que todos llevamos encima.

Sin embargo, un día, de repente, casi sin pretenderlo, te asalta el recuerdo de los buenos momentos pasados y te apetece verlos de nuevo, saber que ha sido de ellos durante el tiempo que no habéis permanecido alejados. Saber cómo les ha ido en la vida. Y decides recuperar el contacto. Y la sensación es similar a la del reencuentro con ese viejo amigo al que hace tiempo que no ves. Y sabes de antemano que ya no será lo mismo. Quizá los dos seáis más viejos y estéis más cansados, quizá la vida os haya tratado bien o, por el contrario, os haya dado palos por todos los lados. Quizá ya no reconozcas en su mirada el brillo cómplice de aquél a quien acompañaste durante meses y que tan gratos momentos te proporcionó. Pero te da igual. Sea como sea, no puedes evitar que un cosquilleo alboroce tu ánimo ante la simple idea de volver a encontrarte con él.

Ahora os dejo. Tengo una cita pendiente en el Kitty's Heaven para compartir whisky y confidencias con Miguel Cortés. Quiero saber que ha sido de su vida durante este tiempo en el que ambos hemos estado ausentes. Seguro que tiene cosas fascinantes que contarme.

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3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

A mí también me ha dado gusto lo que has escrito, la unión que se vive con tus personajes y, en especial al que yo tomé bastante cariño. Guardo un recuerdo tan agradable que al pensarlo me da como un toque que me remueve en una pequeña alegría.
Hay personajes que nos llegan de una manera especial, yo, no pregunto por qué.....
Un abrazo.

17 de junio de 2010, 18:14  
Blogger Paco Gómez Escribano ha dicho...

Qué reflexión más bonita, Pedro. Pero es cierto. Creo que no hay relación más íntima que la del escritor y sus personajes. Con ellos, ríes, lloras, sufres, disfrutas, es la leche. Y de repente, cuando acabas la novela, se corta la relación, como bien dices. Pero cuando publicas, son los lectores quienes se relacionan con ellos. Sencillamente, la Literatura es magia.
Me alegro de tu reencuentro con Miguel Cortés porque me asegura que yo también me encontraré con él en un futuro no muy lejano.
Ahora mismo me está pasando lo que a ti, que estoy con mi cuarta novela y he retomado al personaje principal de la tercera, así que te entiendo perfectamente.
Pídeme un whisky con tónica en el Kitty's Heaven. Nos vemos.

17 de junio de 2010, 23:35  
Anonymous Trancos ha dicho...

Tranquilo, están en buena compañía, con gente que les gustan los libros, el whisky y la mala vida cuando se tercia. Por ese lado, no creo que te echen de menos. Salvo el puto Durruti, que es más escurridizo que una anguila :-DDDD

23 de junio de 2010, 17:59  

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