Sinceridad
Hay ciertas expresiones que, puestas en boca de los demás, suelen producirme el peculiar efecto de revolverme las tripas. Particularmente por el metódico perfil de la gente que, con harta frecuencia, suele emplearlas. Una de ellas es el continuo empleo en término incierto —«Eso es incierto»— para indicar que algo es falso (a ver si nos enteramos de una vez, so memos: aunque sea gramaticalmente correcto y esté aceptado por esa casa de lenocinio que es la RAE, la acepción tradicional de incierto indica una ausencia de certeza o certidumbre —«El futuro es incierto», «El tiempo que hará mañana es incierto»—, no ausencia de autenticidad o de verdad. Una afirmación puede ser autentica y, a su vez, incierta. Cualquier otra cosa es esnobismo puro y duro). Pero hay otra que se lleva la palma. Que me molesta más. Bastante más. Mucho más.
«Yo es que soy muy sincero».
Pérez Reverte lo definía de una forma bastante precisa: «no hay peor cosa, ni más peligrosa, que un imbécil cargado de aparentes buenas intenciones». Cuando oigo la expresión antes mencionada no puedo por menos que echarme a temblar: acabo de encontrarme con un gilipollas de los de raza y pedigrí. Ayer tuve la desgracia de tropezarme con uno de estos especímenes. A este tipo de gente, además de albergar la costumbre de ensalzar valores de su carácter que tan sólo él suele reconocer, les encanta jugar al equívoco juego de intentar trocar ante tus ojos el defecto en virtud, queriendo, en este caso, hacer pasar por honestidad una aparente sinceridad cuando, en muchas ocasiones, demasiadas, esas espontaneas manifestaciones no conllevan más ingredientes que unas grandes dosis de descortesía y mala leche. Cuando no de envidia pura y dura. «Tienes la nariz torcida», «tu hijo tiene las orejas grandes», «tu actitud resulta inapropiada», «has cogido unos kilos de más», «tu marido/hijo/madre/padre/hermano/sobrino es poco agraciado», «tu coche es una mierda», «¿Y sigues trabajando allí por ese sueldo de miseria?»... Y lo peor de todo, lo que más me saca de quicio, es esa exasperante capacidad para meterse en todo asunto que les sea menester y al que no han sido llamados ni invitados, enarbolando como justificación y patente de corso esa beatífica sinceridad de la que tanto presumen. «Yo es que tengo que decírtelo porque soy muy sincero. Yo soy así». Bueno, pues perdóname, bonita. Puestos a ello, vamos a jugar todos al mismo juego:
Me cago en todos tus muertos. Cuando hables conmigo, puedes meterte tu opinión y tu sinceridad por donde te quepan. La mayoría de los que sufren la desgracia de tener que conversar contigo, antes que apreciar tu farisea sinceridad, preferirían disfrutar de tu cortesía y tu educación, si acaso supieras lo que eso significa. Y si quieres hacer de paladín de verdades que nadie te he pedido que enuncies ni pronuncies te vas a tu puto pueblo. ¿Me has oído, so payaso?
Discúlpenme si he resultado demasiado sincero. Yo es que soy así.
«Yo es que soy muy sincero».
Pérez Reverte lo definía de una forma bastante precisa: «no hay peor cosa, ni más peligrosa, que un imbécil cargado de aparentes buenas intenciones». Cuando oigo la expresión antes mencionada no puedo por menos que echarme a temblar: acabo de encontrarme con un gilipollas de los de raza y pedigrí. Ayer tuve la desgracia de tropezarme con uno de estos especímenes. A este tipo de gente, además de albergar la costumbre de ensalzar valores de su carácter que tan sólo él suele reconocer, les encanta jugar al equívoco juego de intentar trocar ante tus ojos el defecto en virtud, queriendo, en este caso, hacer pasar por honestidad una aparente sinceridad cuando, en muchas ocasiones, demasiadas, esas espontaneas manifestaciones no conllevan más ingredientes que unas grandes dosis de descortesía y mala leche. Cuando no de envidia pura y dura. «Tienes la nariz torcida», «tu hijo tiene las orejas grandes», «tu actitud resulta inapropiada», «has cogido unos kilos de más», «tu marido/hijo/madre/padre/hermano/sobrino es poco agraciado», «tu coche es una mierda», «¿Y sigues trabajando allí por ese sueldo de miseria?»... Y lo peor de todo, lo que más me saca de quicio, es esa exasperante capacidad para meterse en todo asunto que les sea menester y al que no han sido llamados ni invitados, enarbolando como justificación y patente de corso esa beatífica sinceridad de la que tanto presumen. «Yo es que tengo que decírtelo porque soy muy sincero. Yo soy así». Bueno, pues perdóname, bonita. Puestos a ello, vamos a jugar todos al mismo juego:
Me cago en todos tus muertos. Cuando hables conmigo, puedes meterte tu opinión y tu sinceridad por donde te quepan. La mayoría de los que sufren la desgracia de tener que conversar contigo, antes que apreciar tu farisea sinceridad, preferirían disfrutar de tu cortesía y tu educación, si acaso supieras lo que eso significa. Y si quieres hacer de paladín de verdades que nadie te he pedido que enuncies ni pronuncies te vas a tu puto pueblo. ¿Me has oído, so payaso?
Discúlpenme si he resultado demasiado sincero. Yo es que soy así.
10 comentarios:
Di que sí, tío. Se ha perdido la educación. Ya está bien de aguantar a esos payas@s que, con la excusa de "yo es que soy como soy" (pues procura mejorar, tontaina) te largan a la cara las mayores burradas: "yo es que soy muy sincer@ y te lo digo como lo siento". Que yo no digo que haya que decir mentiras, pero sí se pueden decir las verdades con un poco de arte y de delicadeza. Comprendo tu cabreo. Es más, lo comparto. Hazme sitio: Brrrrrr...
Un abrazo y siento no poder haber ido a Alcalá. Me he ido a ver a Unabohe a Lavapiés. Recuerdos a Nacho
La mayor parte de las veces, toda esa gente que se escuda tras la sinceridad lo que realmente quiere es hacer daño. La verdad duele pero suele ser constructiva. Pero tras algunas verdades no existe construcción ninguna sino ganas de joder. Por lo tanto, a esa persona, no importa la verdad. Por lo tanto, no es sincera, sino que se escuda tras esta palabra. Es decir, que de sincera no tieen nada
No puedo estar más de acuerdo con los tres. Esos descerebrados, sumidos en su estupidez y su nula educación, prescinden de la más elemental cortesía en aras de una rebuznada búsqueda de sinceridad. ¡Pos vale! Que se queden con su "yo son asín", que yo continuaré con atenciones y cortesías.
No es la verdad lo que anhelan o defienden. Complejos ocultos y frustraciones íntimas es lo que les mueve, y así les va.
Seamos bondadosos y compadezcámonos de ellos.
Un abrazo.
"Dime de qué presumes y te diré de qué careces". Los que más hablan de sí mismos para alabarse o para criticar a los demás, son los que deberían estar más callados. Me encuentro a diario con este tipo de personas, y, la verdad, hay que tener el ánimo muy templado para sufrirles.
Saludos.
Joer, que éxito. Y yo que pensaba que éste era un asunto minoritario y baladí. Estoy por formar un club de damnificados :-DDDDD
No te preocupes, Miguel. Entiendo perfectamente que entre Unabohe y un servidor, optases por lo que optaste. No te lo tomo a mal (pero te lo apunto :-DDDDDD).
Abrazos.
Yo siempre digo que soy sincera, pero sólo y exclusivamente para decir algo que sienta que es verdad y, por supuesto, cuando es bonito y no dañino. Si pienso en algo malo, ya no lo digo, buena gana de jorobar. Es más, soy la primera que no me gusta que sean tan francos conmigo que me hundan en la miseria con sus comentarios.
Bueno, tengo que ser sincera y decir que no debo serlo nada porque de ser así el otro día cuando mi suegra casi me gritó lo gorda que estaba, que el vestido anchito con leggins que llevaba me hacía un culo desorbitado y barriga, que dicho sea de paso no tengo pese a que ella me la vea (envidia debe ser), le hubiera contestado que se metiera la lengua donde le cupiera y que se jorobase que ya me va a hacer poco daño y que la gorda es ella, vamos, con creces, dónde va a parar. Ay, cuànta infelicidad me hubiera ahorrado de haber sabido callar ciertas lenguas viperinas.(Como no hay emoticonos, pongo yo una sonrisa de lo más feliz).
Besitos, Pedro.
Querida Daffy: la sinceridad es una excelente virtud para nada reprochable. El problema surge cuando cualquier imbécil pretende hacerte pasar la impertinencia por franqueza y encima tratan de razonarte su postura amparándose en subterfugios retorcidos. Como el caso de tu suegra. Es concretamente contra esa plaga contra la que escribía mi entrada.
Besos,
Pedro
A mí también me ponen "los pelos de gallina" determinadas proposiciones:
a) "Te voy a ser sincero"
b) "Te voy a contar una cosa de fulano/a si se prometes que no se lo cuentas"
c) "¿Me puedes hacer un favor?" (así, a priori, te exigen un compromiso sin saber a qué te comprometes).
Por si acaso, yo me tengo preparadas unas respuestas/comodín para salir del paso:
Para a) Mejor que no, porque como te conteste yo de la misma manera y lo llenemos todo esto de sinceridad, uno de los dos, o ninguno, no vamos a caber aquí. Mejor mantengámosmos en la cordial hipocresía que nos permite soportarnos, aunque sólo sea porque no nos queda más remedio.
Para b): Tú larga si quieres, pero fulano/a es amigo/a mío/a al que debo lealtad, y como juzgue que debo decírselo, como hay dios que se lo casco.
Para c): Por mí, encantado, pero sin condón, que ya sabes lo que ha dicho el Papa y a mi no me gusta pecar a tontas y a locas. O en su caso: No, lo siento, soy hetero.
Lo de los pelos degallina" lo ha dicho el señor alcalde de Cuenca en RNE refigiéndose a los hechos (no menos portentosos) que ocurren en su ciudad en Semana Santa.
Salud y saludos.
Muy buenas tus respuestas, Trancos. Me las apunto. Te acabo de joder el Copyright. :-D
Abrazos,
Pedro
Me estoy tronchando entre tu texto y las respuestas. En cuanto a tu texto, no había caído yo en lo de "incierto", te jodo el copyright si es que lo tenías :P
Y la sinceridad está sobreestimada. Vamos a ver. Con lo feliz que se vive en la ignorancia, ¿va a venir un soplagaitas a contarme algo que yo no le he pedido? Nooooooo. Por eso, también voy a joderle yo el copyright a Trancos, porque son respuestas "comodín" de lo más socorridas. Aunque yo suelo decir un "no" a secas, seguido de un "vivo tranquila, no me jodas el invento".
Daffy querida, tu suegra es el prototipo de suegra de los cuentos. Miedo me da. De mi parte la próxima vez le dices que yo, sinceramente, pienso que es incierto lo que cuentan las vecinas de ella, pero que es lo que cuentan. Y que como yo soy muy sincera, aun así se lo voy a contar, porque a mí a sincera no me gana nadie. A partir de ahí te inventas todas las maldades del mundo mundial :) Me echas las culpas a mí, evidentemente.
Besoooo
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