Perdido, pero no olvidado
Hoy, revisando mi vieja colección de libros, he hecho un grato e inesperado hallazgo. Se trata de un antiguo ejemplar de pastas gastadas y casi desencuadernado que narra, en clave de humor, las vicisitudes de la emigración española hacia Alemania durante los años 60, un libro que hacía años que no tenía delante y que había olvidado por completo que formaba parte de mi biblioteca. Por más que lo intento, no logro recordar cómo llegó ese ejemplar a mis manos. Es una edición modesta, de bolsillo, publicada por una editorial ya desaparecida —al parecer, fue absorbida por un gran grupo editorial—. Movido por la curiosidad, he tratado de buscar información sobre el libro a través de Internet. La tarea ha resultado vana. He encontrado muy poco acerca del autor —notas marginales, alguna que otra publicación posterior— y menos aún acerca del propio libro. Y me resulta injusto porque el libro es un ingenioso ejercicio de humor dotado de un cierto poso de ácida e irónica nostalgia que trasluce a lo largo de sus páginas. Ahora que lo tengo entre las manos he recordado haber pasado grandes ratos leyéndolo.
Ante el inesperado encuentro, he echado a volar mi imaginación hasta alcanzar una serie de elucubraciones encadenadas acerca del autor y de las motivaciones que le llevaron a escribir la obra. Del esfuerzo y el ingenio puesto en práctica durante su redacción. De la segura ilusión de su autor el día que le comunicaron que su texto sería publicado. De las esperanzas puestas en esa publicación. De su emoción al verlo en las librerías. Y de la decepción posterior tras su caída en el olvido, tras su vuelta a la negrura del anonimato.
Y no puedo evitar que un esbozo de sonrisa, más bien una escéptica mueca, cruce mis labios ante la idea de que, dentro de muchos años, alguien encuentre un libro mío entre los mamotretos de su vieja biblioteca, repare en él, lo sostenga entre las manos con cariño y sonría quizá recordando que lo pasó bien buceando entre sus páginas. No deja de resultarme una estampa esperanzadora. Porque con una sola persona, bastará. Con una sola, ya daré por bien empleado el viaje emprendido el día que ese libro comenzó a ser escrito.
Ante el inesperado encuentro, he echado a volar mi imaginación hasta alcanzar una serie de elucubraciones encadenadas acerca del autor y de las motivaciones que le llevaron a escribir la obra. Del esfuerzo y el ingenio puesto en práctica durante su redacción. De la segura ilusión de su autor el día que le comunicaron que su texto sería publicado. De las esperanzas puestas en esa publicación. De su emoción al verlo en las librerías. Y de la decepción posterior tras su caída en el olvido, tras su vuelta a la negrura del anonimato.
Y no puedo evitar que un esbozo de sonrisa, más bien una escéptica mueca, cruce mis labios ante la idea de que, dentro de muchos años, alguien encuentre un libro mío entre los mamotretos de su vieja biblioteca, repare en él, lo sostenga entre las manos con cariño y sonría quizá recordando que lo pasó bien buceando entre sus páginas. No deja de resultarme una estampa esperanzadora. Porque con una sola persona, bastará. Con una sola, ya daré por bien empleado el viaje emprendido el día que ese libro comenzó a ser escrito.
Etiquetas: Amigos, Lectores, Libros, Literatura
8 comentarios:
Supongo, Pedro, que eso es lo que alimenta a muchos escritores. Otros, además de eso, esperamos también la palmadita en la espalda mientras estemos vivos, a poder ser.
Pero, ¡qué diantres!, que alguien goce con un libro tuyo encontrado en algún desván polvoriento es lo que da sentido a todo esto.
Abrazos.
Hermosa entrada, Pedro, y hermoso último párrafo. Estás ya dentro de muchas casas, de muchas bibliotecas, o sea que no te quepa la menor duda que sucederá eso algún día, tal vez cuando tú ni siquiera existas ya y por ello jamás lo llegues a saber. Forma parte de la magia de la literatura.
Un abrazo.
¿Qué libro es?, ¿quién es el autor? ¿Te imaginas que otro que pasara por aquí también lo tuviese?
Iba a preguntar lo mismo que Miguel ¿Qué libro es?
En efecto, Rubén. Bien mirado, esa es la salsa de publicar, de lograr que tus escritos lleguen. A muchos o a pocos. O a uno sólo. Pero que lleguen.
Gracias, Andima. Me conforta saber que, dentro de unos años, alguien sí me recordará. Al menos, uno :-)
Miguel, Child. Ya que la curiosidad os puede, los datos del libro son:
¡Contamos Contigo! - Víctor Canicio (1972)
Editorial Laia
Y sí: sería la leche encontrar al alguien más que lo tuviera o lo hubiese leído. Internet tiene a veces estas cosas, mágicas en ocasiones.
Abrazos a todos. Y buen fin de semana.
Pedro de Paz
Precioso lo que has escrito, Pedro.
Yo nunca me olvidaré de tu libro ni de tí; pase lo que pase, sabré que fuiste mi amigo, que "hablé" contigo (bueno, algún día esas comillas se quitarán) y lo bien que lo pasé leyéndolo. No olvidaré qué me ocurría en esa época, que "El Documento Saldaña" me hizo adentrarme tanto entre las páginas que lo demás quedó ahí en reposo, que la vida es hermosa y más cursilerías que me callo. Y también recordaré cómo desapareció el primer ejemplar que compré y que tal vez, quien se lo llevó sonría al pensar la manera en que, gracias a mí, pudo leerlo y pasarlo genial.
Nada, que seremos muchos los que, a través del tiempo, RECORDAREMOS.
Besitos.
Como no podía ser menos, querido lobito, tengo precisamente ESE libro, y costillo y yo lo pasamos de miedo leyéndoles párrafos a los amigos que han venido a currar desde otros países y que a veces nos dicen que les miran, que les desprecian, que en cuanto puedan se vuelven pa casa...Vamos, que nos suena la cosa, y de no hace tanto. Lástima que seamos tan olvidadizos.
Abrazos.
Daffy, tú lo has dicho. Debemos quitar esas comillas lo antes posible. Recuerdo la desaparición de tu primer ejemplar, olvidado en la barra de un bar. Espero que el que lo encontrara disfrutase tanto como tú. Y que también recuerde a lo largo del tiempo. No sería el peor de los fines para tan desafortunado incidente.
No podía ser de otra manera, querida Samantha ¿Quién si no podia tener ESE libro? Me alegra que compartamos gustos y momentos. Contigo y con Costillo.
Besos, guapas.
Pedro de Paz
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