Mentiras completas y verdades a medias



viernes, 13 de noviembre de 2009

Cuando la estética sustituye a la ética (II). Según depende

Reflexionando fría y tranquilamente sobre las imágenes que ilustran la entrada de ayer, me he sorprendido de las dimensiones que adquiere el asunto, bastante más profundas y menos maniqueas de lo a priori se puede apreciar tras visionar el impactante cortometraje. Porque una cosa es que nuestro instinto nos haga saltar ante el mensaje directo y sin ambages que se nos pretende mostrar —algo perfectamente lícito. Yo soy el primero que reconozco haber escrito ese post bajo el influjo de ese primer impulso— y otra, que nos paremos a reflexionar sobre el auténtico trasfondo que se pretende mostrar en él: el papel de los reporteros de guerra y la legitimidad de su relación con las entidades en conflicto. Su papel como personas, pero también como profesionales. «Eres reportero. Si quieres ayudar, hazte enfermera, cabrón», espetaba el curtido cámara de televisión José Luis Márquez, uno de los más reconocidos y mejores profesionales del mundo, a un dubitativo Pérez Reverte cuando éste, durante el asedio de Sarajevo y ante la dantesca barbarie presenciada, se planteaba echar una puntual mano a los equipos de ayuda que asistían a los heridos de un bombardeo o a las víctimas de un francotirador. Con cierta perspectiva, no dejo de plantearme que precisamente uno de los principales salvoconductos de este colectivo, el que siempre ha garantizado en cierta medida la integridad de sus miembros, es su carácter de profesional desplazado para hacer un trabajo concreto, abanderado por su aparente neutralidad, su no intercesión, ante el conflicto a cubrir. Estoy convencido de que ha sido precisamente la asunción de tal premisa la que les ha salvado al vida en más de una ocasión. Si los reporteros interactuasen siempre, por sistema y de forma abierta con una u otra de las partes en conflicto, haría tiempo que se habría vetado su presencia. O se les recibiría a tiros nada más verles aparecer. Y su autentica e invaluable labor, nada trivial, que supone informar y dar a conocer la verdad lo más desnuda posible —no olvidemos que así se ha ayudado a ganar muchas contiendas—, se perdería irremisiblemente.

Resulta evidente que el asunto adolece de más caras y aristas de lo que aparenta. ¿Tú que opinas?

Etiquetas: , ,

12 comentarios:

Blogger JR Gálvez ha dicho...

Pues querido amigo, yo en este caso apoyo lo que dice José Luis Márquez.

Un reportero está para filmar y punto. Igual que un médico está para curar y no se pone a rellenar munición.

La papas son fritas y los pimientos asaos.

13 de noviembre de 2009, 10:34  
Anonymous ntrigado ha dicho...

Yo haria una excepción en el caso de niños pequeños.

13 de noviembre de 2009, 23:57  
Anonymous Trancos ha dicho...

Yo no me atrevo a juzgar. No sé cómo me comportaría en momentos de máxima tensión a los que, por fortuna, no estoy acostumbrado. El video me parece un tanto maniqueo: blanco/negro en una gama que va del marrón mierda al rosa cursi. Otra cosa es lo de la foto de "la niña y el buitre". Ahí no parece que haya una tensión extrema ni creo que el fotógrafo hubiera violado las leyes de la neutralidad por salvarla. Los buitres son más compasivos que los francotiradores.
Salud y saludos.

14 de noviembre de 2009, 14:04  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

JR, no niego que muchas veces se produzca el impulso primario de intervenir en situaciones como las expuestas. Coincidimos ambos en que, pensándolo con frialdad, sería contraproducente intervenir. Pero presupongo que en esas circunstancias puede ser muy dificil pensar con frialdad.

Intrigado, no dudo de lo noble de tu plateamiento, pero me temo que la realidad puede ser mucho más prosaica. Hoy serían los niños, mañana los ancianos, pasado las mujeres... Hasta llegar a un punto en el que ese tipo de decisiones termine provocando que una de las dos facciones -o las dos- de cualquier contienda vea en la figura del reportero no un informador más o menos imparcial sino a alguien dispuesto a tomar partido, a un enemigo a abatir. Aunque por otro lado está la inevitable pulsión de tratar de ayudar al desvalido. Reconozco que el tema tiene bemoles. Bastantes.

Trancos, no se trata tanto de juzgar como de opinar. Sin duda, el vídeo es maniqueo aunque no por ello menos veraz. Lo del buitre, en efecto, es otra cuestión.

14 de noviembre de 2009, 17:28  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Vamos a hacer un ejercicio de hirtoria/ficción:

Hitler, seis años, temblando de frio y de miedo, recostado contra un muro penetrado por balas y obuses; salpicado de sesos y de sangre de otros niños a los que ha visto morir.

Un reportero decimonónico se aposta frente al tierno infante; Su linterna mágica está preparada. Duda si subirle a hombros y correr o esperar a que la bestia esa que se acerca entre sombras le descerraje toda la potencia de su revolver en su tierna cabecita de ojillos implorantes...

Cualquier hijo puta ha pasado por la etapa mágica de la niñez.

Fer.

16 de noviembre de 2009, 18:25  
Blogger Miguel Baquero ha dicho...

Pues yo creo que la profesión nunca puede estar por encima de la persona. Y pienso que una cosa es estar hundido en una trinchera entre soldados, entre una lluvia de tiros para informar lo mejor que puedas, cumpliendo con tu trabajo, y otra muy diferente que si llega el caso eches una mano en la evacuación de un hospital o, por lo menos, no seas tan hijoputa de regocijarte con el sufrimiento ajeno. Que un buitre se vaya a devorar a un niño pequeño y que tu primera idea sea sacarle una foto para ganar el Pulitzer.

No es lo mismo fotografiar cadáveres que esperar que un tío la palme para fotografiarle. En nuestra Guerra Civil hay muchos casos de fotografos comprometidos que tiraban la cámara a un lado, llegado el caso, por labor humanitaria. Claro que todo eso era antes de que llegara D. José Lus García Márquez, hombre curtido y reconocido mundialmente. ¿Y si yo veo que, paseando por las calles después del combete, un negraco le quiere meter una tranca por el culo al prestigioso José Luis Márquez, ¿qué hago?, ¿le ayudo o lo grabo?

Saliendo de la guerra: si un fotógrafo, pongamos por caso, está cubriendo un rallye y un coche derrapa y atropella al espectador que está a su lado, ¿qué hace?, ¿suelta la cámara para ayudar y entonces interviene en los hechos?, ¿o se limita a ser testigo mudo y cumple religiosamente con su deber de informar sobre cómo la palma el hombre?

Que le den mucho por culo a D. José Luis Márquez. El reportero no debe empuñar armas, eso es cierto, ni sabotear, ni intervenir a favor de uno o de otro, pero eso no significa que no pueda llevarle agua a un tipo que se está muriendo a su lado. ¿Es que nos hemos vuelto locos o qué? Porque, además, ¿qué es eso de la verdad lo más desnuda posible? ¿Tú crees que los bandos respetan a los periodistas en atención a su sacrosanto deber de informar? ¿en cumplimiento de la libertad de expresion? Qué va, hombre. Los respetan porque son de un país no beligerante y de matarlos les podría caer un puro internacional.

16 de noviembre de 2009, 23:59  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Fer, tu historia ficción, como ficción, es muy chula. Podría formar parte de una bonita ucronía, pero no deja de ser eso: una ficción. No puedes tomar la parte por el todo y asimilar que de las 200.000 victimas de las guerras de Bosnia y los Balcanes, todos, absolutamente todos, eran potenciales Hitlers, Stalins, Pol Pots... Siempre hay al menos diez justos en Sodoma (diez justos y algún que otro mariconzuelo).

Vamos a ver, estimado amigo Miguel, que creo que, o me he explicado mal o nos hemos entendido a medias.

1) Me surge la duda -perdona mi excepticismo- de que alguien saque una foto al mismo tiempo que dice "ésta es el Pulitzer". El reconocimiento suele venir a posteriori. Y cabe perfectamente la posibilidad que el ánimo que, en primera instancia, lleva a sacar la foto de un niño moribundo a punto de ser devorado por los buitres sea de denuncia.

2) Si un negraco te mete una tranca por el culo o un coche derrapa en una curva y atropella a un espectador, el asunto no contempla bandos en conflicto. Ni tienes que irte a vivir a la casa o al territorio del que te ha metido la tranca y convivir con él durante un tiempo. En una guerra, sí.

3) En una guerra, los bandos no respetan ni a Dios ni a su perro. Ejemplos los tenemos a patadas. Ni por el sacrosanto deber de informar, ni por la libertad de expresión, ni por el allons enfant de la patrie, ni por no beligerar ni por el aparente puro internacional (que se lo pregunten a Milosevic o a Karadzic). En una guerra no se respeta ni a la madres. Cuanto más para irte haciendo enemigos por la cara. Lo único que refrena -tan sólo un poco. Que se lo pregunten a Julio Fuentes o a Miguel Gil- la natural animadversión contra los reporteros de guerra es la idea de que ellos son putos mercenarios (de la pluma), leales tan sólo a su propio bando y sin ánimo de inmiscuirse más allá de lo estrictamente necesario. Y obviamente sin tomar partido alguno. Si ese subterfugio se diluye... apaga y vámonos.

Saludos,
Pedro

17 de noviembre de 2009, 8:52  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Por añadir un dato, el fotógrafo que retrató al niño y al buitre acabó suicidándose creo recordar, dicen que por no poder aguantar con su conciencia. Pero vamos que tampoco veo que sea comparable porque se puede hacer la foto y ayudar al niño.

Jose

17 de noviembre de 2009, 14:04  
Anonymous el hombre que ríe ha dicho...

No entiendo lo de la foto del buitre y del niño. Al verla, lo primero que pienso es que el reportero la hizo para denunciar la situación, porque lo consideraba necesario, con rabia, vamos, e inmediatamente después dejó la cámara y salió pitando a espantar al buitre y llevar al niño a donde corresponidera. La foto produce indignación y sobre todo mala conciencia, pero no sabía que hubiera esa historia detrás, y que el fotógrafo llegara a suicidarse. El corto me parece muy bueno en su planteamineto, pero creo que está montado de forma manipuladora, sobre todo en la alternancia de planos al final.

17 de noviembre de 2009, 16:05  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Te cedo gustosamente la idea Pedro. Sería un honor para mi que desarrollases un relato corto a partir de ella.

Fer.

17 de noviembre de 2009, 16:36  
Anonymous g.l.r. ha dicho...

Creo que la cámara supone una suerte de ventana tras la que ocultarse para realizar su trabajo de la forma más objetiva y fehaciente posible; aunque sea un modo de ver la vida que raye en la hijoputez o exija una gran falta de empatía y sensibilidad. Supongo que se van endureciendo, como defensa para evitar la depresión o la locura. En ese viaje se pierden muchos valores y, o bien lo aceptas y continúas, o bien te vas a tu casa a hacer otra cosa.
O lo que es lo mismo: no tengo ni puta idea.
Un abrazo.

17 de noviembre de 2009, 22:20  
Blogger Pedro de Paz ha dicho...

Gracias, José. Conocía el dato. El imaginario popular gusta de atribuir el suicidio de Kevin Carter a los remordimientos provocados por la foto en cuestión. Siempre hemos tenido cierta querencia hacia la justicia poética. Pero fuentes cercanas al fotógrafo aseguran que, aunque es cierto que terminó odiando la popularidad que le supuso la imagen, antes de tomar la famosa foto ya sufría de cierto desiquilibrio mental y que fueron otras las circunstancias que provocaron su suicidio ( FUENTE ).

Veo, Hombre que rie, que coincidimos en algunos puntos de vista.

Me la apunto, Fer.

GLR, esa es otra perspectiva de un asunto tan poliédrico como éste. Y quizá no andes tan desencaminado.

Abrazos.

19 de noviembre de 2009, 18:40  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio