Relato
Hace unos meses, al amigo José Andrés Espelt, a través del blog Novelpol convocó un concurso que consistía en escribir un relato negro-criminal empleando 200 palabras. Ni una más ni una menos. Me propuse participar no con ánimo de ganarlo —la competencia era feroz—, sino por comprobar qué era capaz de hacer con tan reducido margen. La experiencia me resultó grata y lo que surgió del lance fue Defensa propia, un relato en el que los lectores de El documento Saldaña encontrarán a un viejo conocido. Aquí lo tenéis para el que le apetezca leerlo. Lo único que puedo garantizar es que no os llevará mucho tiempo hacerlo.
Defensa Propia
La luz azul de los rotativos destella sobre las paredes del callejón. Los agentes deambulan de un lado para otro alrededor del cadáver. El inspector Tejada aspira una calada de su cigarrillo mientras observa la escena apoyado sobre uno de los coches patrulla. De las ventanas próximas llegan los ecos de un saxo cuya ejecución perpetra alguien poco avezado. Harlem Nocturne de Earle Hagen. «Mierda —piensa Tejada—, desde la serie Mike Hammer todo el mundo se cree con derecho a destrozar la puta canción».
—Tres disparos. Dos en la espalda y uno en la cabeza. A quemarropa —anuncia Alonso sin la menor emoción.
—No —musita Tejada.
—¿No?
—No. Pondrás que fue a varios metros de distancia. Yo alegaré defensa propia.
Alonso sonríe con desgana.
—Los de la espalda van a ser difícil de justificar.
—Me da igual. Rellena el informe y pon lo que te he dicho.
—Pero…
—Ni pero ni hostias. Ese no volverá a poner la mano encima a ningún otro niño.
Tejada abre la cartera y contempla las fotos de sus dos hijos. Luego, alza la mirada para posarla con desprecio en el cuerpo derrumbado en el suelo. Quizá haya sido, en efecto, en defensa propia.
Defensa Propia
La luz azul de los rotativos destella sobre las paredes del callejón. Los agentes deambulan de un lado para otro alrededor del cadáver. El inspector Tejada aspira una calada de su cigarrillo mientras observa la escena apoyado sobre uno de los coches patrulla. De las ventanas próximas llegan los ecos de un saxo cuya ejecución perpetra alguien poco avezado. Harlem Nocturne de Earle Hagen. «Mierda —piensa Tejada—, desde la serie Mike Hammer todo el mundo se cree con derecho a destrozar la puta canción».
—Tres disparos. Dos en la espalda y uno en la cabeza. A quemarropa —anuncia Alonso sin la menor emoción.
—No —musita Tejada.
—¿No?
—No. Pondrás que fue a varios metros de distancia. Yo alegaré defensa propia.
Alonso sonríe con desgana.
—Los de la espalda van a ser difícil de justificar.
—Me da igual. Rellena el informe y pon lo que te he dicho.
—Pero…
—Ni pero ni hostias. Ese no volverá a poner la mano encima a ningún otro niño.
Tejada abre la cartera y contempla las fotos de sus dos hijos. Luego, alza la mirada para posarla con desprecio en el cuerpo derrumbado en el suelo. Quizá haya sido, en efecto, en defensa propia.
Etiquetas: Lectores
5 comentarios:
¿Se adivinan más andanzas del sr. Tejada? Muy bueno el relato, en 200 caracteres has contado toda una historia.
Beso.
Soberbio, Pedro. Casi se puede sentir el desprecio que destila Tejada. Una megnífica lección de lo que tiene que ser un relato muy, muy breve.
200 palabras. ¡Qué dificil!Enhorabuena.
Un abrazo.
P.S.- Lo único que lamento es, precisamente, su brevedad.
Muy bueno, Pedro, aunque digo lo mismo que g.l.r, lamento su brevedad.
Sinceramente, menos mal que puedo leerte por varios sitios porque sino tendría un mono tremendo hasta que salga tu próximo libro.
Besos.
Gracias. Me alegra mucho leer vuestras entusiastas opiniones. Sois la hostia. :-)
Abrazos,
Pedro de Paz
Soy fan de estos breves relatos. Y leer uno tuyo ha sido todo un placer.
Un abrazo!
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