Mentiras completas y verdades a medias



lunes, 10 de noviembre de 2008

Vergüenza torera

Amanece un nuevo día, plomizo y gris. Un día triste. Un día en el que una noticia copa los titulares de gran parte de los medios de comunicación: la muerte de dos soldados españoles en Afganistán a manos de un suicida fundamentalista. Triste por lo que siempre tiene de lamentable la muerte del cualquier ser humano, pero más penosa aún por la ignominiosa situación a cuya merced van a quedar, sin duda alguna, los familiares de los soldados fallecidos y los propios heridos. Por la vergonzosa dinámica en la que, pasados los primeros momentos de dolor y duelo, van a tener que sumergirse. Porque si ya es penoso tener que vivir día a día con la pavorosa incertidumbre de tener un hijo, un hermano o un padre cumpliendo con su cometido en una zona de conflicto armado, más doloroso resulta aún el que, tras haber enviado tropas a una zona de combate —aunque sea en misión de paz—, la situación de los soldados allí desplazados pase de facto a quedar relegada a una especie de tierra de nadie, a un profundo y oneroso limbo legal en el que todo el mundo se lava las manos en el caso de que ocurran desgracias como las sucedidas en el día de hoy. A efectos legales y administrativos, dichos soldados —muertos o heridos— no serán reconocidos como victimas de terrorismo porque, en efecto, se encuentran en zona de combate; pero tampoco serán considerados bajas de guerra porque, en efecto, no están en una guerra: se encuentran allí en misión de paz. Y así, a raíz de esa perfidia administrativa, entrarán en un circulo vicioso de lo más corrompido donde la administración, en lugar de reconocer la labor de nuestros soldados allí desplazados con la gratitud que estos merecen, se dedicará a pasarse la patata caliente de un lado a otro sin saber que hacer ni albergar la más mínima voluntad de hacerlo.

Si quieren conocer con mayor precisión de qué les hablo, recurran a la lectura del excepcional libro Lobo en el purgatorio escrito por Alfonso Ruiz de Aguirre en el que se narran las surrealistas desventuras —autenticas. El libro es un ensayo, no una novela— sufridas por dos soldados del ejercito español destinados en Iraq tras resultar heridos en una emboscada en Diwaniyah en el 2004 y el vergonzoso trato recibido tras regresar a su tierra —que es la nuestra—, donde absolutamente todas las entidades y administraciones —empezando por el propio ejército— les dieron de lado después de haberse jugado la vida en un país tan extraño como inhóspito por orden de sus mandos y en aras de la legalidad vigente.

Esperemos que, en esta ocasión, el gobierno español tenga la decencia de no negar lo evidente. Aunque sólo sea por mero respeto a los fallecidos, a los heridos y a todos nosotros.

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1 comentarios:

Blogger Miguel Baquero ha dicho...

Abajo te he dejado un comentario dándote un millón de gracias por tus palabras.
Sobre lo que comentas de los soldados, me temo que acabarán como los que volvieron de Vietnam (véase Rambo). Puteados y encima despreciados.
Un abrazo

10 de noviembre de 2008, 23:15  

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