Obama
Celebro de veras y valoro muy positivamente la victoria electoral de Barack Obama. Considero que el hecho es un hito en la historia, no sólo en Estados Unidos, sino en el ámbito mundial. A día de hoy, con las imbricaciones inherentes a toda política internacional, lo que ocurra en Estados Unidos nos afecta todos —que se lo pregunten a Iraq o a Afganistán—. Lo queramos o no. Desde esa perspectiva, el que alguien como Obama, una persona de raza negra y con un discurso plagado de reforma y esperanza, haya accedido a la presidencia de uno de los países más poderoso del planeta, va a ayudar a acallar muchas bocas. Y muchas conciencias. Y muchos planteamientos erróneos. Sobre todo en su propia casa. Creo que Obama es un cambio que el mundo estaba necesitando. Espero que no nos defraude. Al menos no demasiado.
Lo que ahora me hace partirme la caja de la risa es toda esa caterva de titanes que, en este país y hasta hace tres días, renegaban de todo lo que oliese a americano y que ahora aceptan con inusitado fervor el advenimiento de una nueva era para los Estados Unidos, que, en el fondo, lo es para todos —o nos afecta como si lo fuese. O casi— y lo celebran como quien celebra la boda de un primo cercano. «Americanos… Os recibimos con alegría…», que decía Mr. Marshall. Ahora todos proamericanos del alma. Me recuerda a una expresión que, hace años, decía mi abuelo, no sin cierta dosis de ironía y mala leche: «Sí señor, yo soy muy de derechas. Del 36 para acá, como todo el mundo». Y vienen las prisas. Y corremos como locos para tratar de no quedarnos fuera de una foto en la que quiere estar todo el mundo. Ahora, desde varios frentes, tratan de vendernos la moto de las «implícitas y evidentes» analogías entre Obama y Zapatero. La situación me recuerda al clásico vendedor de relojes que, con ánimo de aumentar sus ventas y beneficios, anda proclamando a diestro y siniestro (léase con impostado acento marroquí): «Real Madrid. Barça. Butragueño. España-Marruecos, misma cosa». Pero, si no recuerdo mal, estamos hablando de un presidente que, en un desfile, se negó a saludar a la bandera del país con el que ahora pretende estrechar lazos y ser «amigos del alma». Y esas cosas terminan pasando factura. Supongo que, por ese motivo, cuando los medios le preguntaron ayer al embajador de EEUU en España si entre los planes más inmediatos de Obama estaba el reunirse con el presidente Zapatero, éste respondió, en un arranque que intuyo dominado por cierta retranca inglesa: «Esa cuestión es una prioridad, pero no una emergencia». El embajador explicó que, históricamente, los primeros en visitar al nuevo presidente electo son México y Canada. Obvio. Y después pasarán por la Casa Blanca: Gordon Brown (Gran Bretaña), Nicolas Sarkozy (Francia), Angela Merkel (Alemania), Rusia, Japón, «...y España, cuando corresponda». Le faltó añadir «...tras la señora de la limpieza, la mucama, el chofer y un señor de marrón que pase por allí...».
Y lo curioso es que, aun siendo molesta, no termina de sorprenderme en absoluto la actitud de Estados Unidos.
Lo que ahora me hace partirme la caja de la risa es toda esa caterva de titanes que, en este país y hasta hace tres días, renegaban de todo lo que oliese a americano y que ahora aceptan con inusitado fervor el advenimiento de una nueva era para los Estados Unidos, que, en el fondo, lo es para todos —o nos afecta como si lo fuese. O casi— y lo celebran como quien celebra la boda de un primo cercano. «Americanos… Os recibimos con alegría…», que decía Mr. Marshall. Ahora todos proamericanos del alma. Me recuerda a una expresión que, hace años, decía mi abuelo, no sin cierta dosis de ironía y mala leche: «Sí señor, yo soy muy de derechas. Del 36 para acá, como todo el mundo». Y vienen las prisas. Y corremos como locos para tratar de no quedarnos fuera de una foto en la que quiere estar todo el mundo. Ahora, desde varios frentes, tratan de vendernos la moto de las «implícitas y evidentes» analogías entre Obama y Zapatero. La situación me recuerda al clásico vendedor de relojes que, con ánimo de aumentar sus ventas y beneficios, anda proclamando a diestro y siniestro (léase con impostado acento marroquí): «Real Madrid. Barça. Butragueño. España-Marruecos, misma cosa». Pero, si no recuerdo mal, estamos hablando de un presidente que, en un desfile, se negó a saludar a la bandera del país con el que ahora pretende estrechar lazos y ser «amigos del alma». Y esas cosas terminan pasando factura. Supongo que, por ese motivo, cuando los medios le preguntaron ayer al embajador de EEUU en España si entre los planes más inmediatos de Obama estaba el reunirse con el presidente Zapatero, éste respondió, en un arranque que intuyo dominado por cierta retranca inglesa: «Esa cuestión es una prioridad, pero no una emergencia». El embajador explicó que, históricamente, los primeros en visitar al nuevo presidente electo son México y Canada. Obvio. Y después pasarán por la Casa Blanca: Gordon Brown (Gran Bretaña), Nicolas Sarkozy (Francia), Angela Merkel (Alemania), Rusia, Japón, «...y España, cuando corresponda». Le faltó añadir «...tras la señora de la limpieza, la mucama, el chofer y un señor de marrón que pase por allí...».
Y lo curioso es que, aun siendo molesta, no termina de sorprenderme en absoluto la actitud de Estados Unidos.
Etiquetas: estupidez, imbéciles, Políticos y gente de mal vivir
4 comentarios:
Totalmente de acuerdo con cada una de tus palabras. Ahora, tengo que decir que Obama y ZP (salvando las distancias) se parecen en bastantes cosas: los dos eran hasta poco antes de las elecciones dos perfectos desconocidos para la mayoría de la gente, los dos son un producto de marketing y los dos han llegado a la presidencia (en el caso de ZP por lo menos la primera vez) porque los votantes han querido castigar una etapa anterior, es decir, la gente no ha votado a Obama por sus méritos sino por los desméritos del partido Republicano.
De todos modos, me he alegrado mucho por la victoria de Obama y, ZP, intuyo que también, aunque tenga que esperar que pasen hasta las de la limpieza para poder reunirse con él.
Un abrazo.
Es lo que suele pasar, pero ni tanto ni tan calvo. Ni antes los Estados Unidos eran lo peor, la escoria de la humanidad, ni ahora son un espejo en el que mirarnos. Tampoco pensemos que Obama va a diferir mucho de Bush. En fin, hay que dar tiempo al tiempo...
No te engañes, Pedro. España siempre ha tenido y tendrá mucho de bienvenidomistermarshismo. Yo me alegro por lo de Obama, por muchas razones, pero no comparto el fervor mundial. Es más: me da miedo. Siempre que se espera mucho de alguien, la tendencia a defraudar es mayor. Y seamos honestos: nadie, ni Obama, ni nadie, va a cambiar el mundo. En lo que no estoy de acuerdo es en comparar a ZP con Obama. Ya quisiera la política española crear un producto de marketing tan eficaz como Barack Obama, joder, si hasta el nombre suena bien.
¿Zapatero? Ni en broma.
Un abrazo
Estos americones son la hostia, han conseguido lo que se han propuesto, arracar una sonrsa a la gente en medio de una crisis del carajo. Obama no es más que una falsa esperaza, un roto para un descosido.
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