Mentiras completas y verdades a medias



domingo, 30 de mayo de 2010

Feria del libro de Madrid. Primer round

Este año, la feria se inicia para mí un día antes de su comienzo oficial. El pasado jueves se presentaba en Madrid La estrategia del agua, última —y estupenda— novela de Lorenzo Silva. Al acto, que tuvo lugar en los jardines de Cecilio Rodriguez, acudieron un amplio elenco de altas personalidades empezando por la plana mayor de la Guardia Civil y finalizando por el mismo alcalde, Ruiz Gallardón. Y yo. Yo también estuve. Obviamente, mi categoría y rango no me permitió acercarme a tan magnos e ilustres visitantes, pero lo pasé de miedo conversando con apreciados colegas como Javier Puebla y el propio Lorenzo, y viejos y no menos apreciados amigos del foro de Lorenzo Silva como Twina, Dafne, Lydia y Etéreo. También anduvo por allí la avispada aprendiz de periodista Elena Rosillo que ha publicado en su blog una excelente crónica, mucho más interesante que lo que pueda contar yo por aquí.

El viernes, la fiesta de El jardín de las letras, convocada por El Mundo y La esfera de los libros, evento con el que tradicionalmente se da el pistoletazo de salida a la Feria de Madrid. Llegué algo tarde por circunstancias que no vienen al caso. Muchas caras conocidas y placentero reencuentro con viejos amigos a los que hacía mucho tiempo que no veía: Félix G. Modroño, Víctor Fernández Correas, Begoña Minguito, Silvia Pérez Trejo, Alfonso Ruiz de Aguirre, Irene Mora… Charlas interesantes en torno a un tema común: está la cosa muy malita, también referido como ¿qué coño está pasando en el mundo editorial? Las dificultades para publicar —¿será la manida crisis?— son patentes para la mayoría de autores que conozco, alguno de ellos no sólo consagrados sino que además cuentan con textos de impecable factura. La noche termina diluyéndose entre whiskys y grupúsculos de conspiradores. Muchos de los presentes comienzan a marcharse para empalmar con la fiesta de CONTEXTO, una agrupación de editoriales surgida con el fin aunar esfuerzos. Yo me tomo la última copa y me marcho para casa. Cada día tiene uno menos edad para ciertos jaleos.

Sábado por la mañana. He quedado para comer con Celia Santos, alma mater de la web literaria masquepalabras.info —con la que había coincidido sin pretenderlo la noche anterior en la fiesta de El Mundo— y con algunos de sus colaboradores: mi apreciadísimo Miguel Baquero, el genial Eduardo Cruz y el omnipresente —y no menos apreciado, que conste— Armando Rodera. Nos hemos citado en la caseta de Estudio en Escarlata a donde llego tras haberme pasado a saludar a un par de amigos que montan guardia en sus respectivas casetas —Daniel, editor de Salto de Página, Domingo Villar…—. Una vez llego al punto de encuentro tengo ocasión de abrazar a mi compadre, el golfo de Carlos Salem, y de conocer al fin en persona a José Luis Muñoz, egregios firmantes ambos en Estudio en Escarlata durante la mañana del sábado. También me encuentro con el inefable Paco Gómez Escribano —toda la buena gente acabamos encontrándonos en los mismos sitios— y con una grata e inesperada sorpresa —toma claro, por eso es inesperada. Porque es una sorpresa—: coincido con la estupenda fotógrafa Alicia Nuñez, creadora de la célebre exposición El corazón de África, con la que tuve el privilegio de colaborar poniendo texto a una de sus imágenes para la edición del catálogo que acompañó a la exposición. Tras unas cervezas y unas risas, marchamos directos a un restaurante italiano cercano donde comimos bastante bien y continuaron las risas. Por la tarde, vuelta a la Feria donde nos tomamos un par de digestivos a la sombra de una de las terrazas. Un par de mesas más allá Alberto Vázquez Figueroa se fumaba un puro como la copa de un pino mientras por nuestro lado pasaba la infanta Elena escoltada por una legión de armarios roperos. Es lo que tiene la Feria. Que te encuentras con cualquiera. Pasada la modorra —sólo un poco— de la digestión, decidimos dar una última vuelta para ver a quién nos encontrábamos. Yo tuve la suerte de hacerlo con mi apreciado amigo Andrés Pérez Dominguez, a quien su novela El violinista de Mauthausen le está yendo de fábula. No me sorprende. La novela es estupenda. Me encuentro de nuevo con Paco Gómez Escribano y, tras los saludos de rigor, vuelvo para casa que, tras tres días para arriba y abajo, ya toca descanso.

¡Gong! Fin del primer asalto.

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viernes, 21 de mayo de 2010

Encantadores de serpientes

«Esta subida de impuestos la van a pagar los ricos», claman desde instancias del gobierno. Lo cierto es que como declaración de intenciones está bastante bien. Populista, pero bastante bien. Suena de maravilla y hasta desprende cierto tufo a justicia social. Sobre todo teniendo en cuenta que ahora resulta necesario congraciarse con la opinión pública después del tijeretazo infligido a los derechos sociales de ciudadanos y trabajadores —insisto de nuevo en el concepto. Con ciertos privilegios o no, los funcionarios siguen siendo curritos—. Y lo que, me temo, aún nos quedará por ver.

Pero vamos a demostrar —again— a estos vendedores de humo que no nos chupamos el dedo y que, gracias a ellos, cada español prácticamente posee un doctorado en análisis de demagogos, charlatanes y vendedores de pócimas crecepelo.

1) Desde que el mundo es mundo, la vida es vida y la economía una ciencia se sabe que, ante la necesidad de recaudar dinero por parte de un estado, la forma efectiva de hacerlo es cobrarle un euro a diez mil personas, no cobrarle 100 euros a treinta. Por lo que mucho nos tememos que el truco no va a consistir en cobrarle cantidades astronómicas a aquellas personas adineradas que puedan pagarlas sino en perfilar y establecer el límite que determinará tal estatus. ¿Quién será rico? ¿El que gane más de trescientos mil euros al año? ¿Cien mil? ¿Sesenta mil? ¿Treinta mil? Al final de todo esto, la única consecuencia y deducción posible es que USTED será rico, no lo dude.

2) Una de las consecuencias de la nueva economía es que el dinero se convierte en un elemento sumamente volátil. Y con la libre circulación de capitales vigente en Europa aún mucho más. Usted y yo no podemos —o no nos sale a cuenta— domiciliar nuestra nómina en una cuenta de un banco suizo. O belga. O alemán. Pero alguien que maneja su capital en cientos de miles de euros sí. En un hábil ejercicio de lógica deductiva, adivine quién mantendrá cautivo su mermado patrimonio y quién, por contra, se llevará su capital fuera del país en cuanto le hostiguen un poco más de lo imprescindible. Es decir, quién, al fin y al cabo, acabará pagando el aumento de impuestos cuando no haya ningún otro capital del que echar mano. En efecto. Esos mismos.

3) La medida de tratar de sacar dinero a los ricos, por muy honorable, justa y equitativa que aparente en su planteamiento teórico, es, en sí misma, idiota desde el mismo momento de su concepción. Como todo el mundo perfectamente sabe, los auténticos ricos, los ricos pata negra, los que podrían sufragar holgadamente una buena cantidad de medidas sociales con su patrimonio, JAMÁS tienen han tenido ni tendrán dinero. A título de curiosidad me encantaría contemplar una declaración de la renta o de patrimonio de Emilio Botín. Y ver los bienes e ingresos que genera. A su nombre. Testaferros y fideicomisos aparte.

Con esto damos por concluida la unidad didáctica de hoy. Hasta la siguiente.

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lunes, 17 de mayo de 2010

Private joke

Como ya se ha hecho público, no tiene sentido ocultarlo por más tiempo.

Quien disponga de ejemplares de ambas novelas, que lea y compare el pasaje (Muñecas tras el cristal) en el que Jaime Areta acude a tomar una copa a un bar tras su encuentro en el club de golf con Laura, su amiga de la infancia y el pasaje (El documento Saldaña) en el que Lola y Cortés toman una copa tras su primer encuentro con Wolf, el informático.

Tontunas de un gamberro. O gamberradas de un tonto. As you like it

PS.- El genial novelista Jorge Díaz (Los números del elefante) estrena columna en el magazine Culturamas. Ni se os ocurra perdérosla.

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viernes, 14 de mayo de 2010

Libros que merece la pena leer

A finales de este mes se pone a la venta El humo en la botella, la esperadísima nueva novela de Juan Ramón Biedma en la que el autor retoma y completa el periplo seguido por los personajes de El efecto Transilvania situándolos varios años después. Una novela que, por fortuna y tras no pocas vicisitudes, ve por fin la luz de la mano de los chicos de Salto de Página, lo cual no resulta ni mala compañía ni poca garantía.

Albergo admiración por un amplio número de escritores, pero hay muy pocos a quienes realmente envidie. Dentro de ese reducido grupo, Juan Ramón Biedma ocupa un lugar preferente. Como novelista, yo mataría por firmar una novela como El imán y la brújula, por ejemplo. Biedma sabe manejar como nadie un espacio narrativo muy difícil de ejercer sin caer en excesos, un territorio que si tratásemos de etiquetarlo y calificarlo, tarea realmente ardua tratándose de un autor tan incalificable como Biedma, podríamos decir que se acerca a —sería más acertado decir que sobrepasa— los márgenes de lo que podríamos llamar fantasía de inspiración gótica. Pero la literatura de Biedma es realmente mucho más que eso. Tan desasosegante como sutil, sus textos se introducen por los resquicios del lector y se dedican a manejar nuestros temores con una destreza inaudita a base de pulsar resortes que incluso nosotros desconocíamos que se encontrasen ahí. Oscuros e inquietantes, los mimbres con los que teje sus tramas dan lugar a personajes y ambientes desquiciados, oníricos, distorsionados, fuera de foco y sin embargo, tan genuinamente cautivadores que, una vez te halles inmerso en el universo Biedma, una vez hayas sido atrapado por sus tentáculos, te será imposible salir de él. Leer un texto de Biedma supone una experiencia que va más allá de lo literario. Supone aceptar un juego en el que, aun disfrutándolo, hasta el final nunca estarás seguro de si vas a ganarlo o no.

Los Biedmanófilos estamos de enhorabuena. Y tú también. No te pierdas El humo en la botella. Atrévete. No te arrepentirás.

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jueves, 13 de mayo de 2010

Las nuevas ropas del emperador

Ayer, al fin, el emperador no tuvo más remedio que reconocer que iba desnudo. Que el traje que se había empeñado en lucir todo este tiempo ni estaba hecho de una tela maravillosa que sólo podía ser vista por gente excepcional ni pollas en vinagre. Ayer, José Luis Rodriguez Zapatero admitió, al fin, algo que la ciudadanía en general tenía más que asumido desde hacía tiempo: que estamos más jodidos de lo que creíamos. Y que la forma de solventarlo es que todos arrimemos el hombro. El problema es que bajo ese mayestático «todos» quizá no se encuentren todos los que son aunque si sean (somos) todos los que están (estamos). Y las primeras medidas propuestas para ese «todos» es el recorte y congelación del sueldo de los funcionarios —que con mayores o menores prebendas (unos más y otros menos), no dejan de ser curritos, no lo olvidemos— y la congelación de las pensiones —que también fueron curritos hasta hace muy poco—. Es decir, que bajo ese «todos», al menos y de momento, yo no me estoy encontrando con que realmente estemos todos.

Lo que se reprocha no es la solución tomada por esta legión de desnortados. Al menos, no sólo. Es también la necedad de tomarla a estas alturas, urgido por las evidencias y tras negar la mayor por activa, por pasiva, por arriba y por abajo durante tanto tiempo. Y que, quizá, no tendríamos necesidad de estos lodos si no hubiésemos tenido los polvos que hemos tenido. Y esos palos de ciego que, por omisión más que por acción, han contribuido en su medida en situarnos en la triste tesitura en la que nos encontramos: medidas evidentemente electoralistas como la reducción fiscal de 400 euros en el IRPF o el cheque bebé —cuando, si lo que de verdad se pretendía era ayudar a las unidades familiares, ese dinero podría haber sido empleado en algo tan útil y auténticamente necesario como la creación de guarderías gratuitas Por poner un ejemplo. Pero ese tipo de soluciones son menos efectistas y generan menos réditos políticos—; despropósitos como la instauración de unidades administrativas —ministerios, secretarías, subsecretarías et al.— de funcionalidad manifiestamente inútil o, cuanto menos, de productividad muy limitada —no me hagan dar el nombre de dos que tengo ahora en mente. Al igual que los tiene ustedes—... No se trata de cargar las tintas contra las propias medidas en sí. Nadie es tan idiota como para negar las bondades y los beneficios que supone cualquier tipo de ayuda social. Se reprocha lo oportuno de las mismas y su idoneidad. Como nadie niega las bondades de comer jamón ibérico 5 jotas a diario o de conducir un Mercedes último modelo. Se reprocha el que te arruines empeñando tu vida y tu hacienda para poder hacerlo.

Manda cojones que el mayor recorte social que ha sufrido este país desde que accedimos ala democracia se haya producido durante la funesta gestión de un gobierno cuyos principios ideológicos se asientan precisamente sobre la defensa a ultranza del bienestar de esa misma sociedad a la que ahora trasquilan. Si estos son el último bastión del proletariado, déjenlo. No nos salven. Casi mejor que lo dejamos en tablas. Y ya nos apañaremos nosotros.

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miércoles, 12 de mayo de 2010

Urban Guerrilla Warfare

Vaya por delante que no tengo nada en contra de la música rap. Todo lo contrario. Sin ser ni mucho menos de mis favoritos, siempre he albergado cierta querencia hacia este estilo musical. No en vano uno se ha criado en Alcorcón en una época muy concreta y ya paraba por El Sapo Azul cuando por aquí sólo había algún que otro breaker —uno trató de hacer sus pinitos pero prefiero olvidar tamaño desatino—, tres BBoys y el gato. Admiro y respeto mucho el ingenio que desbordan las peleas de gallos bien hechas, los freestyle con estilo y la dificultad que supone trabajarse un flow —melodiosidad en la cadencia de las frases— con clase y bien hecho. Hasta ahí, nada que alegar. Respeto, man.

Existe un fenómeno en USA que, por diversos motivos, siempre me ha resultado muy llamativo: el movimiento gangsta. De carácter eminentemente marginal e íntimamente ligado a determinadas tendencias dentro del rap y el hip hop, el gangsta, para muchos, más que una corriente o un modismo, supone una forma de vida basada en la sublimación de la violencia callejera, las drogas, el dinero fácil, las armas, el lujo y la vida rápida y a tope. Dicho movimiento —que incorpora sus propios códigos y convenciones morales y sociales— tuvo una fuerte implantación en los años ochenta y noventa, particularmente en los barrios marginales de las grandes urbes de ambas costas estadounidenses (la este y al oeste), donde la vida en la calle, en conjunción con la ausencia de perspectivas de futuro, los pandilleros y la libre circulación de armas formaban una combinación realmente peligrosa.

Existe un fenómeno en España que, por diversos motivos, siempre me ha provocado bastante risión. Y vicisitud —como diría un amigo—. Y vergüenza ajena: la traslación directa, sin matices ni adaptación, del fenómeno gangsta. Salvando las obvias distancias, hace ya muchos años que nosotros ya contábamos con nuestro propio fenómeno gangta: el movimiento kinki. Desde tiempo inmemorial, por las esquinas de los barrios marginales de las grandes ciudades españolas se cantaban canciones —no eran Drum & Beat, cierto, eran más de tipo lolailo, pero, para el caso, nos valen— glosando las heroicidades de figuras como El Vaquilla, El Torete o los riesgos —y la gloria— de vivir deprisa y apostar fuerte. Historias cercanas de situaciones cercanas. Pero la risa por lo bajinis surge cuando uno contempla cómo se intenta coger un fenómeno de eminente idiosincrasia foránea como es el gangsta y transportarlo, directamente y por la patilla, a Vicalvaro, a Pino Montano o al Poble Sec manteniendo inalterados sus modismos, sus ritos, su identidad y su background social y cultural. Una puntualización: nada que objetar a las libertades personales en lo que no vulneren ni coarten las libertades de los demás. Si, por ser admirador del Western, me apetece vestirme con zahones, botas, espuelas, pañuelo al cuello y sombrero Stetson y me dedico a pasear por la Gran Vía, estaré en mi perfecto derecho de hacerlo, pero a su vez no debería sorprenderme el que mi reivindicación mueva más al choteo que a la admiración. Freedom for all of us. Pero que cada palo que aguante su vela. Y cada perro, que se lama su cipote.

Dicho lo dicho, veamos los dos ilustrativos ejemplos que me han movido a la redacción de esta entrada.


TITO MC

Las poses de aquí, el amigo, son toda una declaración de intenciones. Por disponer, hasta dispone de entrada propia en la Frikipedia. Pero en lo que resulta realmente insuperable es en las letras de sus canciones. Es el puto rey de la lírica. La única persona en el mundo capaz de rimar en la misma frase foca con boca y mucho con capusho (¿¿??) y quedarse tan tranquilo. Escuchemos, escuchemos....





GUTY MONTANA

Otro que tal baila. ¡Dios!, cuanto daño hizo en este país la película Electric Boogaloo... Al Tito Mc al menos se le entienden las tontunas. A éste, ni siquiera eso.


Una risión, oigan.

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viernes, 7 de mayo de 2010

Generación Torrezno: MANIFIESTO FUNDACIONAL


El lado crujiente de la literatura

En estos días inciertos en los que el simple hecho de vivir ya es un arte, el mundo de las letras no permanece ajeno a las convulsiones sociales. Atravesamos momentos críticos en los que, hasta para lo que se considera literatura, el asunto se ha convertido en un difuso remedo de lo que fueron sus auténticos fundamentos. Nada es lo que parece. Todo parece lo que no es. Los adalides del honroso oficio de narrar, en connivencia con el ámbito editorial, han terminado por claudicar en sus premisas y convertirse en meras factorías más preocupadas por prefabricar tendencias y esencias que por cultivar el noble arte de contar historias. Se artifician modas, modismos y maneras. Se crean, se difunden y se publicitan fatuos movimientos culturales, huecos de contenido en su mayor parte. Iniciativas que son bendecidas por popes y factotums con el fin de dotar de una pátina de respetabilidad a lo que, en su mayor parte, no son más que souflés insulsos y artificialmente edulcorados; meros productos que, pomposa y adecuadamente gestionados bajo los benditos cánones del marketing, permiten al consumidor combatir cualquier conato de banalización que pudiese asaltar su intelecto cuando reflexiona, aunque sea un mínimo, sobre aquello que deglute. «Que guay que soy, que sigo/pertenezco/confluyo/alimento a la Generación X». O Y. O Z. La nomenclatura es lo de menos. Y su consustancialización, también. Lo que se persigue es estar en la pomada. En esa misma pomada que integra y aglutina a la casta de los elegidos. Y se perpetran verdaderas barbaridades con el fin de conseguirlo. O, al menos, de intentarlo.

Pues bien. Nosotros no hemos querido ser menos. Si de dar pátina se trata, nosotros somos sin duda de los más predispuestos. Pa chulos, nosotros. Al fin y al cabo se trata de algo tan arcano y eficaz como combatir al enemigo con sus propias armas. Fight fire with fire. Y por ese motivo, sirva este manifiesto como punto de ignición de nuestro propio movimiento: la Generación Torrezno. En evidente contraposición a otros movimientos aupados desde las más altas cotas de la «modernidad», los abajo firmantes abogan por el ansiado retorno a la literatura con peso y enjundia. Literatura pata negra. Un retorno a valores literarios sólidos y consolidados, lejos de experimentaciones psicalípticas, en los que la base de toda narración que se precie consista en el desarrollo de una buena historia que contar y una forma honesta y solvente de hacerlo. No queremos contemplar más «transgresoras incursiones metaliterarias cuyos cimientos se consolidan a base de soliloquios metafísicos en los que el autor recrea y reconstruye los matices del alma humana ahondando en la profundidad de su propio yo interior» Abogamos por la existencia de tramas sólidas. De presentación, nudo y desenlace. De textos crujientes, de paladar rotundo, con esencia, con aroma, polisaturados de ácidos grasos literarios. Textos capaces de dejar un sabor de boca pleno y satisfactorio, apartado de cualquier meliflua mixtura azucarada. Textos Torrezno. Un enfoque alejado de Tulicrems rancios y demás merendillas insustanciales. Se trata de ofrecer alimento contundente para el cuerpo y la mente. Parafraseando una de las populares letras del famoso conjunto musicovocal Toreros Muertos, «tú quieres una historia, nosotros tenemos una historia».

Desde aquí y ahora, los miembros fundacionales de la Generación Torrezno (los escritores Jerónimo Tristante, Carlos Salem, Juan Ramón Biedma y Pedro de Paz) propugnan y apuestan por un golpe de timón en el curso de la literatura actual e invitan a otros a comulgar con sus postulados. Autores del calibre y el calado de Jorge Díaz, Antonia J. Corrales, Empar Fernández, Víctor Fernández Correas y José Luis Benítez; periodistas de renombre como Yanet Acosta... Todos ellos han mostrado ya sus simpatías hacia el apostolado de esta nueva doctrina que transformará el devenir de la Literatura.

No lo duden. El retrofuturo ya está aquí.

Generación Torrezno: the next generation

[Los ideólogos en pleno. Nótese el profundo calado intelectual que destila su estampa]

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jueves, 6 de mayo de 2010

Más amigos

  • Éxito rotundo durante la presentación de En un rincón del alma, la última novela de Antonia J. Corrales. Obvio decir que el motivo del mismo se debe a la excelente calidad del texto —muy recomendable— y al gracejo natural de Antonia y su familia. Fue para mí un auténtico placer aportar mi granito de arena al evento. Iba a escribir una crónica al uso, pero no tiene sentido reinventar la rueda cuando ya hay una estupenda escrita por Armando Rodera, cronista por excelencia de los eventos literarios de la Villa y Corte. Un evento al que no acuda Armando, ni es evento ni es ná. Podéis leer su estupenda crónica aquí

  • El amigo Carlos Salem —que está obteniendo un éxito más que merecido con su última novela Cracovia sin ti— publica una colaboración en forma de relato en el último número —el tres— de la revista OtroTipo. La delirante fábula negrohumorística, que lleva por título ¿Quién mató al lobo feroz?, cuenta con un muerto y un investigador, como todo relato negro que se precie. El muerto se llama Jerónimo Tristante y el investigador, Pedro de Paz. Con eso lo digo todo. No pierdas más tiempo. Corre a reservar un ejemplar pero ya.


  • Un viejo y querido amigo me sopla que esté atento al próximo número de la revista Standdart que tiene que estar a punto de salir. El amigo en cuestión es Montero Glez por lo que, sea lo que sea, no puede ser nada malo. Estaremos pendientes.

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miércoles, 5 de mayo de 2010

Ferias. Y amigos

Vivimos en un mundo de peculiares paradojas. Porque no deja de resultar curioso que uno de los mejores lectores con el que he tenido la oportunidad de toparme desde que inicié esta aventura literaria sea precisamente un invidente. Un ciego, vamos. Bien sabe él que no enuncio tal circunstancia con ánimo de menoscabo. Ni mucho menos. Guardo un profundo respeto y cariño tanto a Sergio como a su magnífica familia como para que se me ocurriese tal despropósito. Pero pocas veces me he encontrado con un lector tan preciso como racional, con una mente analítica tan fuera de lo común. Un lector capaz de percibir en un texto aspectos —y errores— tan sutiles que muy pocas personas —incluido el que suscribe— han sido capaces de darse cuenta. Como si Dios o el Diablo, al privarle de la vista, lo hubiese concedido una especial clarividencia. Por lo menos, en cuanto a asuntos literarios se refiere. Y estoy seguro que en muchos otros que me son menos familiares, también. Tiene el tipo la cabeza muy bien amueblada.

Sergio, espíritu inquieto como pocos, anduvo recientemente involucrado en asuntos culturales en su ciudad natal. Participó en la organización de la Feria del Libro de Castilla la Mancha y el hombre no tuvo mejor ocurrencia que invitar a una mesa redonda al inefable Jerónimo Tristante y a un servidor de ustedes para que, bajo el imaginativo título de ¿Hay que hacerse el sueco para vivir de la novela negra en España?, hablásemos de la situación actual de la novela negra y de sus autores. Y allí que nos plantamos. Con dos pelotas.

Jero y yo llegamos a Cuenca el viernes por la tarde, en torno a las 19:00. Nos aguardaban Sergio y sus padres, José Ángel y Ana, dos de las personas más encantadoras con las he tenido ocasión de toparme en mucho tiempo. Acogedores, entrañables, cordiales, cercanos, son de esa gente que te hace sentir como de la familia a los cinco minutos de estar con ellos. No nos veíamos desde la pasada edición de la Semana Negra y dedicamos los primeros momentos a ponernos al día. Después fuimos a dar una vuelta por Cuenca, a tomar unas cervezas y a charlar un poco de los actos previstos para el día siguiente. Pasamos por el Parador de Cuenca —precioso enclave, por cierto— y para terminar, nuestros anfitriones nos llevaron a un lugar espectacular llamado Recreo Peral donde, entre risas, cachondeos y bromas, cenamos de maravilla. Tras las copas de rigor, José Ángel nos dejó sanos y salvos en el hotel con el acuerdo de que pasarían a recogernos a la mañana siguiente para llevarnos al lugar en el que estaba prevista nuestra intervención, evento que moderaría Sergio.


En torno a las once del sábado acudimos al lugar previsto, la Sala Alta del recinto ferial. Para mi estupor —nunca pensé que dos mindundis como nosotros pudiésemos tener esa capacidad de convocatoria—, la sala estaba llena. Entre los asistentes me aguardaba una grata sorpresa —otra más—: la presencia de Paco Gómez Escribano, escritor, amigo y asiduo a este blog, que había tenido la deferencia de desplazarse desde Madrid para asistir al evento. La charla comenzó con una pequeña disensión. Sin estar previsto, nos colaron como participante a un interviniente, político por más señas. Una jugada, por desgracia, cada vez más habitual en este tipo de actos a los que alguien suele apuntarse a última hora para hacerse la foto y que, en la mayor parte de las veces, no tiene ni idea de que va el asunto y sólo está allí para soltar su speech y el relumbrón. Pero en esta ocasión, tuve que tragarme mis palabras —es de caballeros reconocerlo— porque resulta que dicha persona —de la cual lamento no recordar en estos momentos ni nombre ni cargo—, además de ser un lector instruido y un demostrado aficionado a la novela negra, parecía saber perfectamente de lo que hablaba. Cosa bastante inhabitual, por cierto. Total, que la charla salió de maravilla. Sergio estuvo estupendo en su papel de conductor —aunque poco le dejamos conducir. Pues menudos somos— y Jero derrochó su gracejo habitual. Se puede consultar algún detalle más del acto en este enlace y en éste. Acabada la charla, firma de ejemplares de rigor y divertida entrevista —al menos así lo afirman os que han tenido ocasión de verla— con CNC, un canal de televisión local.


Marchamos a comer a un restaurante cercano donde tuve ocasión de coincidir con el afable Martínez Laínez, con quien ya me había encontrado en algún que otro acto en Madrid pero con el que nunca me había parado a charlar con calma. Terminada la comida, nos despedimos de Tristante —que marchaba para su tierra— y volvimos al recinto ferial para proceder al segundo evento previsto: la presentación del volumen de relatos Ocho vueltas de tuerca. Por desgracia, el acto coincidió con una presentación de la popular María Dueñas con lo que la asistencia de público se resintió algo más que en el evento de por la mañana. Sergio y yo charlamos amigablemente sobre el volumen al tiempo que hacíamos una breve glosa de la historia subyacente tras cada uno de los relatos que lo componen. Acabada la presentación y tras despedirnos de los asistentes, Sergio, su familia y un servidor, muy satisfechos pero bastante cansados del ajetreo, a qué negarlo, nos retiramos a casa de Sergio donde la velada terminó de forma grata y tranquila, en familia.

A la mañana siguiente, vuelta a Madrid con excelente sabor de boca, el sentir de unas veladas extraordinarias y el placer de la constancia de tener amigos que te aprecian. Que, ni mucho menos, es poco. Todo lo contrario.

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