Mentiras completas y verdades a medias



sábado, 28 de febrero de 2009

Premio Azorín 2009. La crónica.


Atocha. 8:50 A.M. Con más sueño que un perro chico me dirijo a tomar el tren con destino a Alicante. Motivo: asistir a la gala del premio Azorín 2009 a la que gentilmente he sido invitado por cortesía de Planeta y la diputación de Alicante. El evento se presenta interesante por la siempre grata posibilidad de compartir buenos momentos con viejos amigos y de hacer algunos nuevos. En el andén coincido con Jorge Díaz (Los números del elefante), con la maravillosa Ana Gavín y con Nativel Preciado. Del grupo sólo conozco a Ana. Jovial y campechano, Jorge, el que a la postre resultaría mi gran —en el sentido más literal del término— compañero en este viaje, se autopresenta. Me comenta que ha estado curioseando este blog y que le ha gustado. A pie de andén charlamos brevemente y compartimos comentarios acerca de nuestras experiencias en este tipo de avatares, escasas ambas, por cierto. Desde el primer momento Jorge me cae bien y yo, que suelo guiarme bastante por mis primeras impresiones, preveo un interesante y ameno viaje de ida. Momentos antes de partir se une al grupo Begoña Aranguren. Todos compartimos asientos contiguos en el mismo vagón. El tren inicia su marcha y surgen las conversaciones. Jorge y yo hablamos de nuestras novelas, de Durruti y de las obras que tenemos en proyecto, leemos, estiramos las piernas y nos vamos al vagón restaurante en busca de una cerveza —cuatro horas de tren dan para mucho—. En torno a la una de la tarde llegamos a nuestro destino. Un microbús nos traslada hasta el hotel en el que nos alojamos, el mismo donde, durante esa noche, se celebrará la gala de entrega del premio. Tras registrarnos y dejar el equipaje nos informan que tendrá lugar una comida en el restaurante Dársena a la que estamos invitados los asistentes. Allá nos vamos.


En la barra del restaurante coincido con la rutilante Eugenia Rico y me presentan a Juan Eslava Galán y a Javier Sierra y a su simpática y dicharachera esposa. Poco a poco van llegando el resto de invitados. Todo estamos contentos, relajados y predispuestos a pasarlo bien. El ambiente se anima. Nos acomodamos en el salón preparado al efecto y, ya en la mesa, la situación se torna deliciosamente inmejorable. Escoltado por la simpatiquísima Susana, editora de Planeta, a mi izquierda, por Marta Rivera de la Cruz a mi derecha y por Ángela Vallvey justo enfrente, resulta imposible encontrarse en mejor compañía. Durante el transcurso de la comida tengo ocasión de saludar al entrañable Francisco González Ledesma por quien, además de un respeto impresionante como autor, siento un afecto especial surgido en las distintas ocasiones en las que hemos coincidido —la última, en BCNegra—. Me comenta que ha leído El documento Saldaña y que le ha gustado mucho y yo levito dos palmos del suelo. O mi ego crece dos palmos. Cualquiera de las dos circunstancias resulta factible. Acabada la comida —el arroz, uno de los más exquisitos que he probado en mucho tiempo—, volvemos al hotel para descansar hasta la hora de la gala. Jorge y yo también descansamos. En la barra de la cafetería del vestíbulo acompañados por Susana y por otra persona de Planeta de la cual no logro recordar el nombre —lo lamento de veras. Han sido muchas las personas con las que he tenido ocasión de hablar estos dos días—. A las siete y media, cada uno se recoge camino de su habitación. La gala está prevista para las nueve y hay que ponerse guapo. O, al menos, intentarlo.

A las nueve menos diez, reunión en el vestíbulo del hotel para la asignación de mesas. A las nueve, el acto comienza con un refrigerio a base de canapés en la terraza del hotel. Todo el mundo especula con la identidad del posible ganador. Bromeamos al respecto —«¿seré yo, maestro, seré yo?»—. Contemplo un desfile de rostros populares que no he visto durante la comida y me comentan que muchos de ellos han ido acudiendo a lo largo de la tarde. Tras la llegada de las correspondientes autoridades pasamos al salón en el que se celebrará el evento. La mesa en la que me acomodan es variopinta y muy interesante. A bote pronto: Adolfo García Ortega, ¿José Luis Grijalbo? y la persona que lo acompañaba —esta maldita memoria mía—, la deslumbrante Najat El Hachmi (El último patriarca, Premio Ramón Llul 2007), Javier Pérez (La crin de Damocles, Azorín 2006), Susana, Eugenia Rico, Jose Luis Ferris (Bajarás al reino de la tierra, Azorín 1999), Begoña Aranguren y Jorge Díaz. Alguien toca mi hombro. Al volverme me dicen que un asistente desea hacerse una foto conmigo y que si tengo algún inconveniente. Y yo me quedo parado. De una pieza. Como un imbécil. No porque el asunto me suponga molestia, incomodidad o fastidio. En absoluto —fue un auténtico placer, Celso. Me alegra que te gustase el reportaje de LITERALIA.TV—. Es perplejidad. Y pudor. Puro pudor el que hace que aún me cueste acostumbrarme a este tipo de cosas. Pero la circunstancia me produce satisfacción. Mucha.


Da comienzo la cena. Nos pasan una nota con el nombre de las diez obras finalistas. De los que se presentan con su nombre no nos suena ninguno y de los pseudónimos, obviamente, menos todavía. Ferris bromea con la circunstancia de que, en las últimas ediciones, el ganador del certamen siempre ha estado sentado en su mesa y todos nos lanzamos divertidas acusaciones acerca de quién de nosotros se esconde bajo alguno de los pseudónimos. Adolfo García se interesa cortésmente por la novela que estoy escribiendo actualmente y yo, además de comentarle que es una novela que pretendo esté terminada en cuestión de un mes, me emociono, me enciendo, y comienzo a relatarle la trama. El rollo completo. Pienso que lo estoy aburriendo y cuando quiero darme cuenta, media mesa está pendiente, viva y sinceramente interesada, del desenlace de lo que estoy contando. Así que terminé por contar la historia completa. Una putada. Porque, de esta manera, ya no comprarán el libro cuando se publique. Uno, que es un bocas. En fin.


Durante el transcurso de la cena, uno a uno, van produciéndose los descartes del jurado hasta llegar a los dos finalistas. Finalmente, el premio va a parar a manos de Lola Beccaria. Tras un breve discurso por parte del presidente de la diputación y de la galardonada, concluye la cena y todos nos dirigimos a ese santuario de la cultura que es el bar del vestíbulo del hotel. Más charla, bromas y risas. La gente va y viene de corrillo en corrillo. Comparto conversación con Javier Pérez, con el agradable y correctísimo Javier Sierra y su esposa —¿he dicho ya lo simpática que es?—, con Najat, con Cristina de Onda Cero (nuestra Scarlett Johansson particular), con Ángela Vallvey, con Marta Rivera de la Cruz, con… La amena velada se prolonga hasta las dos y media de la madrugada, hora en la que los atentos barmans sugieren que ya toca retirada, confirmando así una de las actividades más entusiastas del gremio literario: cerrar bares. Algunos incluso se atreven a continuar la juerga y salen del hotel en busca de algún lugar en el que les sirvan una copa más, la famosa penúltima —no diré nombres. Mis labios están sellados— y entre risas y satisfacciones concluye la jornada.


A la mañana siguiente, tras un reparador desayuno, nos esperan para llevarnos a la estación. Por cuestiones de horario y agenda, muchos de los que llegaron a Alicante en tren regresan en avión. Casi todos. De hecho, sólo tres volvemos en tren: Jorge Díaz, la encantadora Ana García-Siñeríz —a la que había vislumbrado la noche anterior, pero con quien no había tenido ocasión de conversar— y un servidor de ustedes. Tras dos noches de poco dormir y ante la perspectiva de un pesado viaje de cuatro horas mis ánimos se desinflan. Estoy agotado. Sin embargo, el retorno se convierte en un agradable paseo gracias a mis dos compañeros de viaje y a su gratísima conversación. Hasta se hace corto.

Y hasta aquí hemos llegado. ¿Qué más decir —que no haya dicho ya en la parrafada anterior—? Tan sólo reiterar mi agradecimiento a Planeta y a la diputación de Alicante por la maravillosa experiencia y el exquisito trato recibido, agradecer a mis compañeros de correrías los placenteros momentos y poco más. Bueno, sí. Expresar mi deseo de estar presente en futuras ediciones. Aunque para ello tenga incluso que escribir una novela y todo.

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viernes, 27 de febrero de 2009

Más varietés

  • El bueno del escritor José Luis Muñoz (El mal absoluto) ha tenido a bien redactar e incluir en su blog una reseña de El documento Saldaña. Si te apetece echarle un vistazo, aquí la tienes.


  • El próximo 17 de marzo, la excelente novelista y mejor persona Marta Rivera de la Cruz (En tiempo de prodigios, finalista del Planeta 2006) publica nuevo libro. Lleva por título La importancia de las cosas y los privilegiados que han tenido ocasión de echarle un ojo dicen que es una delicia de novela. No te la pierdas.


  • Me permito el atrevimiento de recordar que el próximo 3 de marzo se celebra en el FNAC de Callao (Madrid) la presentación de La lista negra con la asistencia de varios de los autores antologados. Cita inexcusable. En breve, mas info aquí.

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miércoles, 25 de febrero de 2009

Haciendo amigos

Supuesto hipotético: un buen día, uno recibe un EMAIL de un amigo que a su vez ha sido dirigido a varios destinatarios más. El típico mailing masivo que se remite cuando tenemos algo que contar o enviar a la vez a varias personas integradas en nuestra lista de contactos. Uno, que sólo conoce al emisor original pero no al resto de destinatarios, procede a contestar y por equivocación, en lugar de pulsar el botón “Responder”, pulsa “Responder a todos” —error, por otra parte, bastante frecuente y nada extraordinario—, circunstancia de la que se da cuenta cuando el correo de respuesta ya ha sido enviado. ¡Vaya por Dios!, la respuesta será enviada a todos los destinatarios originales. Mecachis. No concediendo mayor importancia al hecho, uno apaga el ordenador y se marcha a la cama.

A la mañana siguiente, uno recibe un correo electrónico de uno de esos destinatarios accidentales —a quien no tiene ni el placer ni el disgusto de conocer previamente— indicando, en un tono ligeramente hostil, que no estoy autorizado a emplear su dirección de correo electrónico, que con ello estoy vulnerando la Ley de Privacidad y que haría bien en leerme la citada ley. Uno, como poco, reacciona con perplejidad. Primero, porque jamás tuvo la intención de ponerse en contacto con dicho caballero. Segundo, porque el tono es claramente crudo y reprobatorio incluso sin haber solicitado previamente la más mínima explicación al respecto y a uno le consta que la completa ausencia de buenas maneras no es la mejor forma de dirigirse a un completo desconocido. Y tercero, porque el susodicho dispone de una página web accesible al público en la que trata de promocionarse como aspirante a escritor —dicho sea sin ánimo peyorativo— y cuya dirección de contacto —que él mismo suministra de forma pública y voluntaria— es la misma que se empleó inadvertidamente la noche anterior. Uno no encuentra la vulneración de la privacidad por ningún sitio y sí mucha tontería inexplicable e inexplicada. Pero uno, además, ha tenido la desgracia de sufrir una fuerte discusión pocos minutos antes y anda con el ánimo caliente. Muy caliente. Y en caliente responde. Y en un tono ciertamente cortante le viene a decir al susodicho, poco más o menos, que si tiene algo que reclamar, que lo haga al emisor original del mensaje que lo incluyó públicamente en la lista o, en su defecto, que lo haga al maestro armero. Que yo me limité a responder al correo sin detenerme a tener en cuenta a quién iba dirigido más allá del destinatario original. A los pocos minutos, el interlocutor responde que el hecho de que el emisor original del mensaje tenga permiso para emplear su dirección de correo no significa que yo también lo tenga y reitera que lo que estoy haciendo es constitutivo de delito. Uno, que todavía está caliente por la bronca ajena al asunto en cuestión, responde que si así lo cree y la ley le ampara, proceda en plazo y forma como estime oportuno, sin olvidarse, eso sí, de añadir un cargo por delito de injurias porque, en ese mismo momento va a proceder sin más dilación a llamarlo “imbécil”.

Y hasta ahí el asunto. Desconozco cómo terminara y no albergo la menor intención de hacerlo puesto que uno ha puesto un filtro en la recepción de su correo y se borrará de forma automática todo EMAIL que llegue desde esa dirección. Y algo más calmado, uno concluye que quizá haya actuado con cierta mala educación innecesaria. Y se lamenta por ello. Pero, aún así, no puede evitar pensar: “es que tiene cojones la cosa. Cuanto ser sorprendente hay suelto por el mundo”.

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Cuestión de perspectiva

Hace dos noches, en Lazkao (Guipúzcoa), ETA atentó contra la Casa del Pueblo del PSE de la localidad. La bomba causó numerosos destrozos aunque, por fortuna, no hubo que lamentar desgracias personales.

Emilio G. es un joven cuyo domicilio se encuentra ubicado justo encima del local que ocupaba la Casa del Pueblo. Emilio G. reformó y rehabilitó esa casa, poco a poco, día tras día, con sus propias manos y el sudor de su frente, hasta convertirla en su futuro hogar y el de su novia. Emilio G. es ahora dueño de un montón de escombros que amenazan ruina de un momento a otro. Emilio G. es testigo de cómo borrokillas, batasunos y demás ralea del pueblo bromean y se ríen de las circunstancias por las que atraviesan diversos vecinos afectados, todos con viviendas próximas al lugar del atentado y en una situación similar a la suya. Emilio G., humillado, furioso y armado con una maza, se presenta en la herriko taberna del pueblo, santuario y lugar habitual de reunión de la calaña antes mencionada, y al grito de «vosotros habéis jodido mi casa, ahora yo joderé la vuestra», la emprende a golpes con todo lo que se le pone delante: portones, cristales, un televisor, botellas, la maquina registradora, la cafetera... Tampoco hay que reseñar desgracias personales. Empate a uno.

Emilio G. es detenido y acusado de un delito de daños contra la propiedad. Quienes atentaron con una bomba de 8 kilos de Amonal contra el inmueble en el que se ubicaba su domicilio continúan libres.

Emilio G. tiene que contemplar cómo, dos días después, las calles del pueblo donde reside se llena de decenas de pasquines con su nombre acompañado de un texto acusatorio: «Erasotzaile faxista (agresor fascista)».

Tócate los cojones.

Me encantaría saber como se dice en euskera «Defensa propia». Para ayudar a hacer pasquines.


PS.- Me gustaría creer que este suceso es representativo de dos circunstancias: a) de que la gente en Euskadi ya está hasta los cojones y cada vez más se hace consciente de que estos cabrones están arruinado las vidas de sus propios conciudadanos en lugar de proceder a la defensa que tanto enarbolan y b) de que, aún a pesar del evidente riesgo que entraña enfrentarse a estos cobardes impresentables, la gente cada día está menos dispuesta a vivir con miedo y a guardarse la rabia.

De veras que me gustaría creerlo.

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sábado, 21 de febrero de 2009

Amigos y enhorabuenas

Mi buen amigo, el laureado Javier Vázquez Losada, excelente narrador, gran poeta y redactor de la revista cultural Otro Lunes, acaba de sumar un nuevo premio a su ya larga lista de galardones: el premio de poesía Blas de Otero, hecho que además coincide con la publicación de otro de sus poemarios, Casi sin querer, con la editorial Baile del Sol. Y yo me alegro mucho por tanta buena noticia. Desde este pequeño rincón, mi más sincera enhorabuena por ambos acontecimientos. A continuación, una pequeña muestra del buen hacer de Javier.


Gangas

Alguna vez hablé del más allá
con verdadero atrevimiento
pero la verdad
es que por allí no he hecho
al menos por ahora
ninguna excursión
y no será por falta de touroperadores
más o menos baratos
que llenan de anuncios
las ciudades
con cierta querencia por sus hospitales
pero es que siempre he desconfiado
de los viajes sólo de ida.


Es lo que hay

Quizás esperabas a Milton, a Yeats , a González, a Colinas
incluso te conformabas con el vocalista de Travis
o el de Coldplay
y te encontraste conmigo
algunas veces hasta tolerable
pero las más tan raro
como un milagro
en el motor de tu viejo coche
alguien que vomita más que habla
si lo piensas bien también tiene su mérito
pero
al menos
en noches como ésta
y después—faltaría más—
de bajar la basura
que ya da lo mismo que lleve rosas muertas
o latas de cerveza
susurro tu nombre igual igual
que un poeta verdadero.

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viernes, 20 de febrero de 2009

De pandereta, oiga,...

...lo de los jubilados que se apuntaron a una excursión a Portugal y terminaron en un mitin electoral de Anxo Quintana, líder del BNG. Surrealismo puro. No sé si podría ser constitutivo de delito de estafa pero, en estricto senso los jubilatas terminaron aflojando 15 euros de su bolsillo por asistir engañados a un mitin político (¡¡!!) y aún desconociendo los detalles exactos y la letra pequeña de los términos de contratación de la excursión programada, lo que es mala fe en este asunto... parece que la ha habido a puñados. Y rostro. Mucho rostro.

Y los ancianos indignadísimos —como no podía ser de otro modo— porque han tratado de tomarles el pelo con la cosa de que son viejos y no se enteran. Argumentan que han sido manejados como ganado, como moneda de cambio, como contingente de tropa y que han pagado 15 euros de su bolsillo —lo relevante tampoco es el importe, es el detalle— para terminar soportando las insidias de un grupo de sinvergüenzas idolatrándose de sí mismos al más puro estilo caciquil de tiempos pretéritos. Y razón no les falta. Al menos, los antiguos caciques te pagaban el viaje y te daban un bocadillo. Ahora, incluso te toca pagar a ti.

Si es que es para correrlos a gorrazos hasta la frontera. Con Portugal.

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miércoles, 18 de febrero de 2009

Onda Expansiva

Los amigos de Radio Onda Expansiva han colgado en su podcast la entrevista que mantuvimos acerca de mi novela El hombre que mató a Durruti y de la figura del líder anarquista. Puede escucharse aquí.

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martes, 17 de febrero de 2009

Corralito

¿Qué garantía, qué clase de confianza puede ofrecer una entidad bancaria que se niega a cumplir un acuerdo previo con un cliente argumentando que, aún habiéndolo pactado previamente, no está en disposición de llevarlo a cabo?

Imaginen la siguiente situación: a través de un acuerdo financiero, una persona acepta la recepción de un determinado montante económico cedido por una entidad bancaria —un crédito hipotecario, por ejemplo—, con la condición de proceder a su restitución en plazo y forma preacordada. Llegado el momento, ese alguien se excusa de su restitución arguyendo dificultades de liquidez y lo mejor que puede ofrecer para paliar la situación es posponer un plazo de dos años la devolución de ese importe , haciendo caso omiso, pasándose por el forro y convirtiendo en papel mojado las condiciones previamente pactadas.

Eso es lo que, invirtiendo los papeles, ha ocurrido con SCH Banif Inmobiliaria. Ni más ni menos.

En otros países, a eso se le llama corralito.

Al parecer, desestabilizar la economía de una entidad bancaria no es permisible. Desestabilizar la de una familia hasta el punto de abocarla al impago de sus obligaciones la convierte en acreedora de un delito punible.

Como postre y para colmo de la desvergüenza, durante esos dos años de moratoria, SCH continuará cobrando las oportunas comisiones por administración y custodia del fondo —aunque la entidad ha ofrecido una rebaja porcentual como muestra de buena fe—, es decir, como apunta el analista Fabian Sinibaldi, «administran mal mi activo, pierdo dinero, no me dejan recuperar lo que queda y además me cobran por retenerlo en contra de mi voluntad.». Lo sangrante del asunto resulta ser que, según las últimas cuentas publicadas por la entidad, sus beneficios ascienden a 8.876 millones de euros. Y aún así, la premisa parece ser arañar hasta el último céntimo.

Mal. Vamos muy mal. Y no queremos hacernos conscientes del pozo en el que nos encontramos inmersos.

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sábado, 14 de febrero de 2009

La historia de un hombre honrado

14 de febrero de 1972. El día amanece turbio y gris, presidido por un cielo lastrado de nubes que albergan promesas de lluvia, preclara antesala quizá de lo que será un día triste y desapacible. En muchos aspectos. En el cementerio de San Justo se da cita una silenciosa multitud que, con su presencia, pretende hacer patente su respeto y agradecimiento hacia la persona que va a recibir sepultura. Teniendo en cuenta de quien se trata y de quienes se encuentran presentes, el acto se desarrolla en un más que sorprendente clima de calma y cordialidad. El nombre del difunto es Melchor Rodríguez García, agente de seguros jubilado de la compañía La Adríatica aunque mucha gente prefiere recordarlo por otro nombre: El ángel rojo. Con el tiempo, de aquel sencillo y cálido acto de homenaje terminarán diciéndose muchas cosas. Demasiadas, quizá. Dicen que, durante el sepelio, se cantó A las barricadas. Permítanme que lo dude. Como elemento hagiográfico queda estupendo de cara a la galería, pero nunca debe perderse la perspectiva ni olvidarse de los tiempos en los que transcurría el suceso. No dudo que alguien entonase la peligrosa melodía entre dientes y que el que la oyese hiciese la vista gorda, pero de ahí a cantarla a voz en grito, va un gran trecho. Lo que sí se tiene por cierto fue la heterogénea adscripción de las personas que se dieron cita en el entierro, desde reconocidos anarquistas con un pie en la clandestinidad hasta preeminentes figuras y cargos del régimen franquista pasando por distintas personalidades falangistas y camisas viejas. También se tiene por cierta la completa ausencia de incidentes durante el acto, presidido por un contundente y demoledor respeto hacia el difunto así como el atuendo con el que Javier Martín Artajo, diputado en Cortes del gobierno de Franco, asistió al funeral: ataviado con una corbata que exhibía los colores libertarios (rojo y negro), cumpliendo de esta manera con una de las últimas voluntades del fallecido. Y también se tiene por contrastado el extraordinario hito de lograr que las autoridades consintieran sin ningún tipo de aspaviento ni incidente que el féretro —no lo olvidemos, 1972— fuese envuelto con los colores de la bandera anarquista de la CNT antes de ser introducido en el nicho que albergaría los restos mortales.

Pero, ¿quién fue Melchor Rodríguez? ¿Quién fue el hombre capaz de obrar tales milagros alrededor de su figura en momentos tan convulsos como lo fueron los últimos años del franquismo?

Anarquista irredento y sevillano de pura casta, Melchor Rodríguez nació en el barrio de Triana en 1893. Obligado a ganarse la vida desde muy joven practicando los más diversos oficios —su padre, operario de puerto, falleció en un desgraciado accidente en los muelles del Guadalquivir cuando él tenía 10 años—, tras unos primeros escarceos con el mundo del toreo que finalizarían con una grave cogida en agosto de 1918, decide en 1921 trasladarse a Madrid donde encuentra empleo como carrocero de vehículos. Es en esta época cuando mantiene sus primeros contactos con el mundo sindical, muy próximo en ideología a los movimientos anarquistas de la FAI y la CNT. Nombrado con el tiempo presidente del sindicato de carroceros, su significación en la lucha por sus compañeros y su defensa en favor de los derechos de los reclusos le valdrán, amén de una merecida fama de persona noble, justa y humanitaria, no pocos castigos y escarmientos, siendo encarcelado en numerosas ocasiones durante la monarquía de Alfonso XIII y la II República. Al respecto suele citarse la entrañable anécdota de su hija Amapola preguntando por su padre cuando lo echaba en falta. «¿Dónde está papá?», preguntaba la niña a lo que la madre, resignada, respondía: «¿Dónde va estar, hija? En su segunda casa, en la cárcel».

En julio de 1936 estalla la guerra civil. La ofensiva fascista llega abriendo brecha desde el sur y parece imparable. Durante las semanas inmediatamente posteriores al alzamiento, cientos de personas son encarceladas en Madrid acusadas de albergar simpatías hacia la rebelión militar. A primeros de noviembre, los facciosos toman las poblaciones de Leganes y Getafe, a escasos kilómetros de la capital. Ante el asedio y la inminente caída de la capital, el ambiente en Madrid se vuelve convulso en extremo y se producen cientos de desmanes. El día 7 de noviembre, milicianos comunistas inician una sistemática saca de la Cárcel Modelo y de las cárceles de Porlier, Ventas y San Antón de todos aquellos presos que se encuentren recluidos por su aparente significación fascista. ¿La excusa? Traslado preventivo con el fin de que los reclusos no puedan sumarse a las fuerzas ofensivas ante la inminente toma de la ciudad. Pero la autentica consigna parece ser limpiar la retaguardia de elementos indeseables por lo que el verdadero destino de dichos traslados termina siendo, al amparo de la noche, la ejecución en masa de los trasladados ante diversos pelotones de fusilamiento. Hablamos de la tristemente famosa matanza de Paracuellos.

El 10 de noviembre, Melchor Rodriguez es nombrado Director de Prisiones y desde su nuevo cargo tiene ocasión de comprobar cómo las sacas de presos, llevadas a cabo sin ninguna garantía procesal o jurídica, no son obra de ningún grupo de milicianos exaltados como pretenden hacerle creer sino que desde determinados estamentos gubernamentales como la Delegación de Orden Público y el Ministerio de la Gobernación —en manos de Santiago Carrillo y Ángel Galarza respectivamente— se está dando cobertura, bien por acción, bien por omisión, a la masacre. Melchor Rodriguez eleva su voz contra la situación, a su parecer injusta y deshonesta a todas luces, y apela a la autoridad inherente al puesto que ostenta para terminar con la sangría. Tal actitud le granjea numerosos enemigos que lo acusan de quintacolumnista y de trabajar a las ordenes de los rebeldes fascistas. A pesar de las acusaciones, Melchor Rodríguez se mantiene firme, pero cuatro días después de la toma de posesión y ante la pasividad de aquellos que suponía garantes del orden republicano —las sacas siguen llevándose a cabo a pesar de sus explícitas órdenes en contra—, en un acto de pública denuncia, dimite de su cargo. Los traslados de presos continúan produciéndose durante el mes de noviembre y primeros de diciembre y ante la escandalosa situación que ya se está yendo de las manos —el número de fusilados alcanza casi los cuatro mil—, el ministro de Justicia Juan García Oliver lo restituye en el puesto el día 4 de diciembre, garantizándole plenos poderes de actuación. Entre otras medidas dictadas —prohibición de traslados nocturnos de presos, ordenes de liberación firmadas y selladas de su puño y letra—, una de las primeras fue solicitar la inmediata destitución de Santiago Carrillo como Delegado de Orden Público, cese que fue llevado a cabo de forma efectiva el 24 de diciembre. Las órdenes se aplican con inflexible rigor. El propio Melchor Rodriguez, acompañado por un grupo armado de milicianos de confianza, procede personalmente al traslado de cuantos presos resulta necesario. Curiosamente, las sacas de presos de las cárceles madrileñas cesan a partir de la fecha en la que Rodriguez toma de nuevo posesión de su cargo. Las aguas parecen volver a su cauce. Sin embargo, aún estaría por llegar el hecho que terminaría de forjar su leyenda.

El 8 de diciembre de 1936, aviones fascistas bombardean el campo de aviación de Alcalá de Henares provocando un elevado número de heridos y muertos. En represalia, una furiosa multitud, entre ellos numerosos milicianos armados, se dirige a la cárcel de Alcalá de Henares con el fin de ejecutar a los reclusos allí retenidos entre los que se encuentran destacadas figuras de significada ideología nacionalista como el general Muñoz Grandes, el futbolista Ricardo Zamora, Serrano Suñer o los falangistas Sánchez Mazas y Fernández Cuesta. Enterado de la algarada, Melchor Rodríguez se persona en la cárcel de Alcalá y se enfrenta a cara descubierta al tumulto, defendiendo la vida de sus enemigos políticos encarcelados y asegurando que, como máximo responsable de prisiones, no permitirá un asesinato masivo. La situación se encrespa y se vuelve tensa hasta límites insostenibles. Melchor Rodriguez llega a amenazar a los allí congregados con que, si intentan el asalto, ordenará repartir armas entre los presos para que puedan defenderse. Tras horas de discusión, tensión y disputas, con los fusiles de los milicianos apuntándolo en diversas ocasiones, consigue finalmente contener a los exaltados y evitar que se produzca una matanza. Ese día, Melchor Rodríguez salvó de una muerte cierta a más de 1.500 personas. Algunos defienden que dicho dato resulta quizá exagerado. Conviene recordar que, dos días antes, se produjo el asalto a la cárcel de Guadalajara en circunstancias similares saldándose con la muerte de 319 de lo 320 presos allí retenidos.

En marzo de 1937, debido a las presiones ejercidas por José Cazorla, nuevo delegado de Orden Público —con el que mantuvo una agria disputa en la que Rodriguez lo acusó de mantener y sostener desde su puesto una red de cárceles clandestinas (checas), incidente que a la postre precipitaría la disolución de la Junta de Defensa de Madrid—, es relevado de su cargo como Director de Prisiones y nombrado concejal del Ayuntamiento de Madrid, puesto en el que se mantendría hasta el final de la guerra. Con Casado rindiendo la capital en marzo del 1939, es nombrado —durante dos días— alcalde de Madrid, siendo en última instancia el encargado de traspasar oficialmente el poder civil de la ciudad a las fuerzas facciosas.

Terminada la guerra, es detenido y procesado por el nuevo gobierno franquista. Condenado a veinte años de cárcel, su pena terminó siendo conmutada a seis —de los que acabó cumpliendo uno y medio— gracias a la intervención y el aval de decenas de figuras relevantes del nuevo régimen que declararon en su favor, entre ellos el mismo general Muñoz Grandes, quien elogió en repetidas ocasiones su carácter cristiano. «Si he actuado con humanidad ha sido por fidelidad al ideal libertario, no por cristiano», aclaraba Rodríguez. Una vez cumplida la condena, rechazó de forma sistemática todo beneficio o prebenda con la que sus agradecidos deudores quisieron obsequiarlo, desde un puesto en el pujante sindicato vertical franquista a varias donaciones y premios en metálico. Fiel a sus ideas anarquistas, numerosos testimonios señalan que jamás renegó de ellas y que durante el resto de su vida trabajó en favor de varios comités clandestinos lo que le causó no pocos quebraderos de cabeza —fue encarcelado en dos ocasiones más— en medio del respeto general de quienes habían sido sus correligionarios y de quienes habían sido sus adversarios políticos.

Hay voces que argumentan que Melchor Rodriguez no llevó a cabo ninguna hazaña extraordinaria salvo la de cumplir con la obligación que su puesto le marcaba al hacer respetar la legalidad vigente —lo cual no deja de tener su mérito en una convulsa época en la que el respeto hacia ésta brillaba por ausencia—. Entiendo. Melchor Rodriguez siempre ha sido una figura de incómoda reivindicación puesto que aceptar el hecho de que con su valentía y su arrojo ayudó a evitar un sinnúmero de atrocidades es admitir que dichas atrocidades se producían. Homenajear su trayectoria vital y dotarla del honor merecido supone dejar en mal lugar a otras figuras históricas de carácter venerable, debidamente canonizadas y eximidas hace tiempo de toda responsabilidad en ese ejercicio de damnatio memoriae que supuso la transición política de este país. Sin embargo, esta es su historia. Una historia digna de ser conocida, difundida y homenajeada. La historia de un hombre honesto que luchó por hacer lo que le dictaba su conciencia, defendiendo la vida de aquél que estaba bajo su responsabilidad sin importarle si era amigo o enemigo, rojo o azul, bueno o malo. La historia de un hombre cabal que, contra viento y marea, simplemente trató de hacer lo correcto. Lo que debía.

La historia de un hombre honrado.

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jueves, 12 de febrero de 2009

Varietés

  • La revista universitaria La Huella Digital ha publicado una elogiosa reseña sobre El documento Saldaña. Desde aquí mi sincero agradecimiento a su redactora, Romina G. Hidalgo, por sus amables palabras.


  • La imprescindible antología La lista negra. Nuevos culpables del policial español ya está a la venta. El próximo 3 de marzo, a las 19:30, en el FNAC de Callao (Madrid), se llevará a cabo la presentación al público del libro. Al acto contará con la presencia de varios de los antologados. Te esperamos.


  • El próximo 17 de febrero sale a la venta el último libro de Jorge Magano, Fabuland. Una novela juvenil ambientada en el mundo de los videojuegos, escrita con el exquisito tono narrativo con el que el autor ya nos deleitó en su anterior obra, La isis dorada. Obvio decir que su lectura es más que recomendable. Para los jóvenes y no tan jóvenes.


  • Si estás por Málaga (o sus alrededores) el próximo mes de marzo (en torno al día 20) y te gusta la lectura, te anticipo una muy agradable sorpresa. Y hasta ahí puedo leer. Por el momento. Stay tuned.

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martes, 10 de febrero de 2009

BCNegra 2009. La crónica. (y III)

Sábado. En el cielo surcan retazos de sol entre unas pocas nubes, anticipando un grato acompañamiento climatológico al día que se avecina. Sin embargo, al salir a la calle, la imagen observada desde la ventana de la habitación del hotel se convierte en un trampantojo, una ilusión óptica. Hace frío. Bastante frío. Un frío de cojones. Pero, al menos, el tiempo no amenaza lluvia. Me encamino hacia la biblioteca La Fraternitat para asistir a la presentación de La lista negra: nuevos culpables del policial español, imprescindible antología en la que participa la nueva hornada de autores del género negro en España. El acto es gratamente multitudinario, tanto por la presencia de asistentes como por la abarrotada mesa de ponentes (Oscar Urra, Pablo Bonell, Empar Fernández, Laura Malasaña, Luis Gutierrez, Joaquin Guerrero, Ricardo Bosque, Alex Martín Escribá, Javier Sánchez Zapatero y Carles Quílez). Una incómoda afección de garganta —creo que he renovado el constipado que ya llevaba para allá—, me impide unirme al ya nutrido grupo y me quedo entre el público. La presentación, estupenda. Durante hora y media se desgranan las nuevas tendencias de la novela negra y sus diferencias con los autores precedentes en cuanto a temática, personajes y enfoque.


Terminado el evento, nos vamos todos a Negra y Criminal para participar en el acto de clausura y contemplar la misteriosa y simpática exposición La primera hostia, llevada a cabo a partir de una genial iniciativa de la librera Montse Clavé, y consistente en una muestra fotográfica de casi una treintena de autores recibiendo, en efecto, "su primera hostia", es decir, vestidos de traje de comunión. La exposición continuará vigente durante todo el mes de febrero. Aconsejo darse una vuelta por la librería y echarse unas risas. Al llegar a Negra y criminal la estampa resulta imponente. Unas doscientas personas reunidas en la calle en torno a la puerta de entrada de un local que escasamente rondará los 40 metros cuadrados. La calle estaba literalmente ocupada por autores, lectores y aficionados negrocriminales, campando por doquier en un totum revolutum maravillosamente caótico. Allí coincidí con amigos y lectores como algunos de los foreros de Abretelibro —gracias Eki, Irene Adler y compañía por asistir—, Ricard, Jaume o Elisabet —fue un placer emborronaros vuestros ejemplares de El documento Saldaña. Espero que lo disfrutéis—. También tuve ocasión de trabar contacto a algunos de los autores que me quedaba por conocer y volver a saludar y despedirme de muchos de los amigos que me habían acompañado a lo largo de esos días: Carlos Salem, Andreu Martín, Eduard Pascual, González Ledesma, Fernando Gómez, Rosa Ribas, José Andrés Espelt, Eugenia Rico... Pido perdón a todos aquellos cuyo nombre se me ha pasado por alto. Por desgracia, el caos reinante me impidió intimar con mayor calma con muchos de los asistentes. Es lo que tienen este tipo de actos multitudinarios.




Clausurado oficialmente el encuentro BCNegra 2009, los allí reunidos comenzamos a dispersarnos en busca de algún sitio donde comer algo. No pude entretenerme demasiado porque mi AVE salía a primera hora de la tarde y debía pasar por el hotel para recoger el equipaje, situación en la que también se encontraban algunos de los asistentes —tengo entendido que Pablo mazo incluso perdió el avión—. Esto provocó un ligero desbarajuste final y algunas marchas intempestivas, entre ellas, la mía, por lo que ofrezco mis más sinceras disculpas a todos aquellos a los que prácticamente dejé colgados. Casualmente, en el mismo AVE de vuelta a Madrid coincidimos Alfonso Mateo Sagasta y yo —¿he dicho ya que es un tipo extraordinario?— con lo que el viaje de regreso se hizo más ameno de lo esperado. A las nueve de la noche llego a casa —hogar, dulce hogar— molido, roto, baldado, pero con una sonrisa gilipollesca esbozada en los labios y una sensación de plenitud y felicidad que no se me borrará en mucho tiempo. Los viejos del lugar probablemente argumentarán que este tipo de actos cansan, aburren y que son demasiado reiterativos. No dudo de que así sea cuando se llevan muchos a las espaldas, pero, para mí, esta oportunidad ha supuesto la inestimable ocasión de disfrutar de momentos únicos en compañía de un nutrido grupo de personas con las que comparto circunstancias e inquietudes comunes. Y eso, como decía el anuncio de Mastercard, no tiene precio.

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lunes, 9 de febrero de 2009

BCNegra 2009. La crónica. (II)

Viernes. Día nublado y turbio, pero de temperatura hasta cierto punto agradable. Tras quedar con unos amigos a los que quería saludar, di un breve paseo por el casco viejo de Barcelona. Siempre me han fascinado ese tipo de rincones que en el caso de Barcelona, como en Madrid, evocan una atmósfera muy especial. A la hora de comer encontré un interesante lugar en las proximidades del hotel. La Coronela, un restaurante de comida mexicana —una de mis debilidades—. Muy recomendable. Entre otros platos, degusté los totopos de maíz más crujientes y sabrosos que había comido en mucho tiempo, todo ello convenientemente regado por margaritas y cerveza Pacifico.



En torno a las cinco de la tarde, me encaminé hacia La Capella, lugar donde iban a celebrarse los actos programados para ese día. En las puertas me encuentro con el genial Pablo Mazo, editor de Salto de Página, con Alfonso Mateo Sagasta y con Carlos Salem. Obviando la mesa redonda en la que participaba Sue Grafton —estoy seguro de que nos disculpará por ello—, nos fuimos a la cafetería de enfrente a tomar algo a la espera de la siguiente mesa en la que, entre otros, participaba Carlos Salem. A nuestra vuelta, tengo ocasión al fin de saludar y conocer en persona a Ricardo Bosque y al simpatiquísimo Oscar Urra —como decía Empar Fernández, «qué agradable resulta poner voz, brazos y piernas a todos esos rostros que sólo conoces a través de las fotos de Facebook».



Comenzó el siguiente acto programado. Interesante aunque un pelín... disperso en cuanto a contenidos. Victor Andresco haciendo gala de un humor cínicamente delicioso y Laurent Botti algo confuso por el tono de la mesa. Para terminar de arreglarlo, el indescriptible Mauricio, amigo-ayudante-colaborador de Negra y Criminal, desarmando a los autores con sus curiosas intervenciones desde el público. En cualquier caso, el acto mereció la pena, como todos los programados durante el encuentro. Una vez concluido, cada uno marchó en distintas direcciones a la espera del siguiente evento convocado a las diez de la noche, una de las guindas más deliciosas de esta edición de BCNegra. Se trataba de un recital de tangos bajo una llamativa propuesta: durante los interludios entre tema y tema, Raúl Argemí, ejerciendo como conductor del acto, desgranaba parte de la historia y el origen de este tipo de música canalla y arrabalera, muy próxima a los sórdidos ambientes en los que se desarrolla la novela negra, glosando su origen, su historia y las andanzas de sus principales figuras, entre ellas el imprescindible Carlos Gardel. Sin ser aficionado a dicho género musical debo decir que fue uno de los actos más emotivos, cálidos y conmovedores, uno de los que más disfruté durante las jornadas. Argemí, inconmensurable, todo un monstruo de la escena; el conjunto que interpretó los temas —Jorge Serrante (teclados), Carlos Padula (guitarra) y Elba Picó (voz)—, sencillamente extraordinario. Fue un rotundo y merecido éxito, tanto en contenido como en asistencia.



De ahí, a descansar. Al día siguiente se avecinaba el fin de fiesta. Por desgracia.

(Continuará…)

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domingo, 8 de febrero de 2009

BCNegra 2009. La crónica. (I)

Jueves. Amanece. Día lluvioso. Estupendo. De los que a mí me gustan. Salgo en dirección a BCNegra «con el alma alborozada y los bolsillos rebosando ilusiones», que diría cualquier cursi. Yo no. Yo salgo cagando leches porque llego tarde para coger el tren y casi tiritando porque hace un frío del carajo. Pero me siento bien. Muy bien. Voy a encontrarme con gente a la que aprecio y admiro y a conocer en persona a mucha otra con la que me une un mero contacto, apenas unas palabras, por correo electrónico o Facebook. Llego a Atocha con el tiempo justo para tomar un café y coger el AVE. El viaje, tranquilo y relajado —gran invento esto del AVE—, repasando algunas notas sobre mi intervención de esa misma tarde. Llego a la estación de Sants sobre las 11:30. El tiempo justo para registrarme en el hotel y acudir al Palau de la Virreina donde nos han convocado para la foto de familia. En ese momento me llaman de la concejalía de cultura del ayuntamiento para comunicarme que la foto se ha suspendido. Empezamos bien. Tras dejar el equipaje en el hotel, para ubicarme, me acerco dando un paseo hasta el Palau donde, esa misma tarde, tendrá lugar la mesa redonda en la que participo. En las puertas me encuentro con Rosa Ribas, Fernándo Gómez Hernández y Willy Uribe a los que la desconvocatoria de la foto les ha llegado tarde. Ni cortos ni perezosos, nos hacemos nuestra propia foto de familia bien avenida. Faltaría más.


Llamo a Lorenzo Silva por si estuviese ya por Barcelona centro, para tomar unas cañas y charlar un rato. Me dice que sí, que está, pero que ha quedado a comer con unos amigos y me invita a unirme al grupo. Me da cierto apuro inmiscuirme en una reunión previamente concertada, pero Lorenzo insiste. Los amigos son gente encantadora y conocida al fin y al cabo: el genial David Barba, Alberto Fesser y algunos de los organizadores de Getafe Negro. Me apunto sin dudarlo. Estupenda comida, deliciosa mesa y mucho mejor sobremesa en La Habana. En torno a las 17:30 nos marchamos en dirección al Palau. Mi intervención está prevista a las 18:30 y la de Lorenzo justo después. En el Palau encuentro a Paco Camarasa pululando por todos lados —parece ubicuo este hombre—, pendiente de que no falte un detalle. También coincido con Raúl Argemí —una de las personas mas encantadoras y entrañables que he conocido en mi vida— y con Alfonso Mateo Sagasta, con quien había coincidido en un par de ocasiones pero con el que no había tenido ocasión de compartir charla. Junto con Gauke Andriesse —un holandes de lo más salado— conformamos el elenco previsto para la mesa redonda Variaciones en negro: nuevas propuestas, nuevos relatos.



Tras los saludos previos a varios de los asistentes —gracias, Empar Fernández, por asistir. Ya tenía yo ganas de saludarte en persona—, iniciamos la charla. Gauke, que para sorpresa de los presentes se maneja en un más que razonable castellano, abre la ronda de comentarios, para continuar por Alfonso y concluir con un servidor. La charla es dinámica, ágil, creo que entretenida. A pesar de no conocernos previamente, en la mesa surge la cordialidad y la complicidad, un sentimiento que creo trascendió a los asistentes. Argemí, en su impecable papel de moderador, incidió sobre los aspectos más representativos de las novelas de cada uno de nosotros. Fue una excelente mesa. Hubiésemos continuado hablando de mil y una cuestiones más, pero, por desgracia, el tiempo se nos echó encima sin darnos cuenta y la supermesa de los pesos pesados —Andreu Martín, González Ledesma, Lorenzo Silva, Juan Madrid y Alicia Gimenez Bartlett— debía comenzar. Al término de la charla, coincidí con Elena, la simpar Elena, amiga y lectora de Lorenzo y mía, y ambos presenciamos juntos la mesa siguiente. Estupenda exposición. Resultaba palpable la confianza y la complicidad entre los asistentes, todos perros viejos del oficio, y eso creaba en la sala un ambiente bastante confortable.


El acto final del día, una cena informal entre los autores de BCNegra, se llevó a cabo en La Capella, la capilla del antiguo Hospital de la Santa Creu, un lugar reconvertido en sala de exposiciones y actos culturales. Un espacio realmente impresionante. Pude al fin saludar y conversar distendidamente con gente a la que tenía muchas ganas: José Andrés "Cruce de Cables" Espelt, la guapísima y simpatiquísima Cristina Fallarás, la librera Montse Clavé, Andreu Martín, Alex Martín Escribá... Tras las presentaciones y los saludos de rigor, entre unos cuantos formamos un nutrido grupo bastante heterogéneo: Argemí, el inefablemente cordial Carlos Salem, Alfonso Mateo Sagasta —un tipo realmente extraordinario—, Lorenzo Silva, Gauke Andriesse —que a ratos iba y venía—... Allí, entre copas y risas, la fauna literaria reunida se dedicó a mover el bigote, charlar en animada compañía y despellejar a quien procediese, editores incluidos.




Consumida la noche en torno a la una de la mañana, nos fuimos despidiendo y marchando de allí. Unos, al hotel, a descansar; otros, a continuar la juerga. Conservaré como secreto del sumario en cual de los grupos me integré yo.

(Continuará…)

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miércoles, 4 de febrero de 2009

Os veo en BCNegra

Mañana, jueves, marcho a Barcelona para incorporarme a los actos de BCNegra 2009. Por la tarde, a las 18:30 en el Palau de la Virreina (La Rambla, 99), se celebrará la mesa redonda "VARIACIONES EN NEGRO. Nuevos relatos, nuevas propuestas" que debatirá acerca de las nuevas tendencias de la novela negra y en la que tengo el honor y el placer de participar. Después, a las 19:45, a renglón seguido y en el mismo lugar, otra interesantísima mesa redonda con un elenco de excepción: Lorenzo Silva, Juan Madrid, Andreu Martín, Francisco González Ledesma y Alicia Gimenez Bartlett. Recomiendo asistir a los dos eventos del tirón. Mejor tarde no van a pasar, se lo aseguro.

El sábado, a las 11:00, presentación de la antología La lista negra en la Biblioteca Barceloneta-La Fraternitat (Comte de Santa Clara 8-10). Asistencia inexcusable. Y después, en la propia librería Negra y Criminal, a las 12:00, se llevará a cabo la inauguración de la críptica, secreta y espectacular exposición La primera hostia de la que, a excepción de unos pocos privilegiados —ejem, ejem—, tan sólo se conoce el título. Una exposición que será una simpática sorpresa para muchos. Posteriormente y en el mismo lugar, fin de fiesta con autores y lectores, juntos y revueltos, acompañados de los afamados mejillones negrocriminales.

Para conocer todos los detalles, recomiendo consultar el programa.

Lo dicho. Os veo en BCNegra

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lunes, 2 de febrero de 2009

Blues

[Imagen propiedad de Víctor Gil]

Diluvia. Las nubes se abren como si no hubiera un mañana y descargan a plomo su líquido equipaje. Desde la ventana observo cómo la lluvia salpica las calles y viste el día de un tono sucio y gris. Naufrago más allá del cristal, con la mirada perdida en el horizonte, la cabeza embotada y decenas de turbios pensamientos revoloteando alrededor como moscas cojoneras. Uno tiende a reflexionar sobre lo peor de sí mismo en días como los de hoy. Temores. Recelos. Incertidumbres. Me aparto de la ventana y cojo la guitarra. Rasgueo con desgana. Sólo surgen melodías macilentas, anegadas de acordes menores y séptimos. Lo dejo. Me siento ante el ordenador. Nada. Sólo percibo un inmenso vacío. Las palabras no fluyen. Se encasquillan, se atoran, se enredan en la nebulosa que conforman mis penosas abstracciones. Zozobro ante el teclado como un barco sin timón ni dueño. Y siento cómo, poco a poco, la carta náutica que traza mi derrota va señalando un rumbo sin puerto.

Y la maldita lluvia no cesa de caer.

Hay días en los que la vida parece un asco. Gracias a Dios, son pocos días. Y tan sólo lo parece.

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