Mentiras completas y verdades a medias



viernes, 29 de agosto de 2008

En capilla

Recta final. Dentro de pocos días —a partir del próximo 9 de septiembre— se pondrá a la venta El documento Saldaña, mi última novela publicada. Alea jacta est. Han sido casi cuatro años plagados de ilusión, de gratas sorpresas y de placeres inesperados, pero también de duro trabajo, de elipsis forzosas y forzadas, de contratiempos, de pausas no deseadas, de dudas... Y a pesar de ello, no puedo negar que recorrer ese camino ha merecido la pena y no sólo por la gran oportunidad brindada por Planeta, que creyó en la novela desde el primer momento y que, a consecuencia de esa fe, me permitirá la posibilidad de llegar a un nutrido número de lectores, sino porque en verdad creo que lo obtenido con dicho esfuerzo ha resultado ser un trabajo honesto, sugerente y atractivo. «Una intrigante novela de personajes singulares y trepidante lectura que te lleva a contemplar Madrid con otros ojos». Al menos, las valoraciones recibidas hasta el momento —a través de lecturas de ejemplares anticipados, promocionales y de preventa— así parecen atestiguarlo. Y aun así...

Aun así, uno, que suele ser cauto por naturaleza, no puede evitar sentir una cierta inquietud ante la perspectiva de los días que se avecinan. Ante la posible respuesta y opinión de los lectores que, al fin y al cabo, resulta ser la más autorizada sino la más importante. Ante la posibilidad de que el resultado de esos cuatro años pueda no coincidir con los gustos del público lector al que va dirigido. Ante la posibilidad, no de defraudar mis expectativas —caer y levantarse forma parte de la vida. Nada nuevo bajo el sol—, sino las de aquellos que han depositado las suyas en mí. Nunca resulta tan dolorosa la decepción a uno mismo como decepcionar a aquellos que están a tu lado. Personas a las que nada prometí porque nada me exigieron y con las que, sin embargo, albergo una gran deuda. Y es por ellos por lo que sé que este envite va a dar los frutos esperados. No puedo permitirme otra alternativa.

Tan sólo me resta dar las gracias a todos —son muchos, imposible personalizar— los que, con su apoyo y sus palabras de ánimo, han logrado que esta travesía resultase menos complicada y tortuosa. Y desear que, si decidís haceros con un ejemplar, disfrutéis de la lectura de El documento Saldaña.

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sábado, 23 de agosto de 2008

El turista interior


Cuando solemos viajar a tierras bárbaras —entiéndase ciudades o países distintos del nuestro—, no dudamos en colgar de la mochila una lista de lugares de imprescindible visita. A muchas personas les resulta inconcebible viajar a París y no visitar la torre Eiffel o el barrio latino. O desplazarse a Roma y obviar la visita al Coliseo. Y si esa circunstancia ocurriese —bien por falta de planificación, de tiempo o de lo que sea—, solemos regresar del viaje con cierta aflicción por habernos perdido el disfrute de un lugar de los denominados imprescindibles.

Sin embargo, tendemos a no conceder la misma importancia a lugares igual de imprescindibles cuando estos se encuentran a escasa distancia del lugar donde vivimos. Para un turista, el hecho de viajar a Londres y no visitar Hyde Park supone casi un sacrilegio pero vivir en Madrid y no conocer el Campo del Moro, el Madrid de los Austrias, la muralla árabe o el museo del Prado es algo que a nadie produce el menor prurito lo cual me resulta realmente lamentable. Máxime teniendo en cuenta las excelentes oportunidades ofrecidas por organizaciones como Carpetania Madrid, una asociación cultural dedicada a organizar recorridos guiados por Madrid dando a conocer la trascendencia y relevancia de los lugares más emblemáticos de la ciudad y llevando a cabo una excelente labor de recuperación histórica. Paseos amenos, divertidos, llevados a cabo por auténticos profesionales que saben disfrutar y hacer disfrutar de su trabajo. Hace unas horas he tenido ocasión de integrarme en una de esas visitas y, sin duda alguna, estoy dispuesto a repetir a la menor ocasión de que disponga. Por un coste no superior al de una entrada de cine o al de una copa en un lugar de moda se nos ofrece la posibilidad de conocer a fondo lo más apasionante y mágico de nuestra ciudad, aquello que nos parece de obligado cumplimiento cuando visitamos la ajena. Y, al mismo tiempo, disfrutar de una magnífica y agradable velada. Creo que no se puede dar más por menos. Pruébenlo.

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jueves, 14 de agosto de 2008

Una bellísima persona



(c) Gallego & Rey
Jesús Neira, el ciudadano que intervino en una supuesta agresión a una mujer en plena calle, se debate entre la vida y la muerte en un hospital de Madrid. La mujer aparentemente agredida declara que su presunto agresor «es una bellísima persona que tuvo un mal momento». Una «bellísima persona» que deja en coma a golpes a otra por salir en defensa de alguien al que él mismo estaba agrediendo momentos antes.

Una «bellísima persona»...

Pero lo que más me enerva de este asunto son otras declaraciones —recogidas por la prensa— de la supuesta agredida:

"Si Jesús Neira no hubiera intervenido, no hubiera ocurrido nada. En ningún momento son malos tratos", apuntó la mujer.

¿Pues qué quieren que les diga? Allá con su pan se lo coma la próxima vez que la «bellísima persona» la maje a palos en una esquina, pero flaco favor hacen estas declaraciones al resto de victimas de violencia doméstica: auténtica apología del desentendimiento. Cada uno a lo suyo y Dios a lo de todos. La consigna es «no intervenir» para que «no ocurra nada».

Por fortuna para todos, aún quedan personas como Jesús Neira. Aunque intuya que a él y a su familia estas circunstancias le supongan un pobre consuelo. Máxime escuchando declaraciones como las emitidas por la descerebrada esta.

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lunes, 11 de agosto de 2008

Minutos musicales (I)



A finales de los ochenta surgió en España un grupo musical del que quizá alguien guarde aún memoria. La formación estaba compuesta por cuatro jóvenes sevillanos capaces de alzarse en un escenario con un descaro y una naturalidad bastante fuera de lo común y donde lo más sorprendente resultaba ser la edad media de sus componentes: no superaba los quince años. Habida cuenta de la existencia de grupos de la época como Parchis (chis chis), Regaliz, Boom Boom Chip y demás morralla para consumo infantil, el hecho no debería resultar demasiado llamativo. Y no lo era. Lo verdaderamente llamativo era lo que eran capaces de hacer con esa edad: un rock and roll puro de innegables influencias stonianas, fresco y desenfadado. ¿Su nombre? Parachokes. Sus miembros: los hermanos Zapata (Hugo y David), Ramón Arias (excelente guitarra con un feeling increible) y Carlos Pérez. Se mantuvieron en la cresta de la ola durante cuatro años dando lugar a dos magníficos álbumes —que yo aún conservo... ¡en vinilo!—. En 1994, aduciendo motivos personales, el grupo sufrió un periodo de «reestructuración» —jamás se habló de disolución— y nunca más se supo.

No sé porqué hoy han venido a mi memoria y me ha dado por buscar con San Google algún dato acerca del destino de sus componentes. Y acabo de descubrir que David Zapata, el vocalista, anda empeñado en el esfuerzo de «resucitar» el grupo, me ha parecido entender que con una nueva formación. He tenido ocasión de escuchar cuatro temas de su nueva época y... ¿qué quieren que les diga? Sin ser malo —que no lo es—, no es lo mismo. Quizá ellos ya no sean ellos o quizá yo ya no sea yo. No lo sé. Pero lo que he podido escuchar no supera ni de lejos joyas como ésta.

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sábado, 9 de agosto de 2008

El simpático caradura


Al parecer, ha aparecido finalmente —vivo y coleando— Pascal Henry, el famoso turista gastronómico que desapareció hace dos meses durante una cena en «El Bulli», el restaurante de Ferrán Adriá. No ha habido ni secuestros ni abducciones ni enigmas trascendentales. Dando la razón, una vez más, a Occam y a su navaja, el misterio se ha resuelto de la forma más sencilla posible: se trató de un picaresco «simpa». El menda se levantó de la mesa, hizo como que si tal y se marchó del restaurante dejando a deber una cuenta de 241 euros. Cámaras de seguridad de distintos cajeros suizos han captado recientemente su despreocupada imagen mientras hacía uso de su tarjeta de crédito en su país de origen.

Pero lo más curioso del asunto no lo supone la mera anécdota del simpático caradura sino otra cuestión más preocupante. Al parecer, la oficina en España de INTERPOL tenía constancia desde el pasado martes a través de INTERPOL-Berna de que el individuo había sido visto con vida y su identidad había sido confirmada positivamente. INTERPOL-España notificó tal circunstancia a la oficina de enlace entre ellos y los Mossos d'Esquadra pero, curiosamente, el responsable de dicha oficina se encontraba indispuesto. El problema no es que dicha persona no pueda ponerse enferma —faltaría más— sino el que tal hecho suponga que una oficina de enlace policial queda sin la pertinente atención por la ausencia de una simple persona. Nadie comunicó a los Mossos el aviso de INTERPOL-Berna por lo que estos, a pesar de existir desde el martes la constancia del perfecto estado de salud de Pascal Henry, organizaron el jueves un operativo de búsqueda compuesto por 30 policías, 6 perros y 1 helicóptero en torno a las inmediaciones del restaurante «El Bulli» con la pasta que un operativo de esas características supone. Todo ello con cargo al erario.

Al final, la cuestión terminará siendo reducida a la mera anécdota. «Joder, que morro. Comer en "El Bulli" por la jeta y tal». Pero a mí me inquieta bastante más el trasfondo, turbio y preocupante, de otro matiz que se desprende de este asunto: en manos de quién está la coordinación de las fuerzas de seguridad y la eficacia de dicha coordinación.

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martes, 5 de agosto de 2008

Tanto gilipollas y tan pocas balas



Remitiéndonos a la cita de un clásico del cine como Ford Fairlane —no empecemos con acusaciones de apología de la violencia que nos vamos conociendo—, nos llegan las declaraciones de Joan «Pepito Piscinas» Puig en defensa de Lluis Suñe, llamando «malnacidos» a los extremeños por su ingratitud ante los manifiestos y continuos gestos de solidaridad del pueblo catalán para con ellos. El asunto lo denuncia y enuncia, todo alegre y ufano, un personaje con el mismo aspecto —y la misma calidad intelectual— que el hermano desheredado de Bartolo, el personaje creado por los humoristas Cruz y Raya, cuya mayor autoridad moral proviene de pintar esvásticas sobre logotipos de compañías aéreas, lanzarse a bomba en piscinas ajenas o autorrecalificarse terrenos de su propiedad siendo concejal en Blanes.

No, si al final terminarán por hacer bueno al impresentable de Lluis Suñe.

Qué mala suerte para los honestos ciudadanos de Cataluña el tener que soportar a semejantes menesterosos culturales, bobos y mezquinos, entre sus dirigentes políticos. Qué mala suerte.

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Ni en mis peores pesadillas


Incidiendo en la mención hecha en el post anterior sobre el tema Stairway to heaven de Led Zeppelin, un ¿amigo? me envía esto encontrado en el omnipresente Youtube. Al parecer, un grupo australiano llamado The Beatnix —una banda-tributo de The Beatles— perpetra su propia versión del tema, tamizada toda ella de sonidos de reminiscencias beat. Mira que los grititos del Robert Plant, así que así, pero es que en esta versión, los "uuuuuuuuuuh" de los coros levantan ampollas.

Todavía tengo palpitaciones. Voy a por una tila.



El cuerpo del delito

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lunes, 4 de agosto de 2008

Soy un bocas

Ya está. Ya la he liado de nuevo. Por bocas. Eso es lo que soy: un bocas. Si ya me lo decía mi padre: «esa lengua que tienes te va a perder». Si es que me lo tengo merecido. ¿Quién me mandará a mí?

La otra tarde asistí a un encuentro con gente de esto de la pluma. Conocí a excelentes personas con ganas de enseñar a alguien que, como yo, aún le queda mucho por aprender. Ese es, para mí, uno de los aspectos más apreciados de este tipo de eventos: instruirse escuchando al que sabe de lo que habla. Entre los asistentes, en uno de los corrillos, se encontraba un reputado crítico, colaborador habitual de prensa escrita, departiendo a diestro y siniestro, pontificando para todo aquel que desease escucharle acerca de las bases de la literatura y la importancia de acogerse a ciertos cánones si lo que se deseaba hacer era «literatura de verdad» (sic). Lo más fatuo que he visto en mucho tiempo. A mí, que aún siento cierto respeto por los críticos, aquel imbécil me pareció un autentico pelanas cuya mayor virtud consistía en tratar de epatar al personal lanzando estrambotes sin sentido. Y a punto estaba de escabullirme de tan didáctica charla cuando el susodicho comenzó a comentar la obra de un determinado autor, llamémosle X, indicando que los textos de X estaban a años luz de la autentica Literatura y que su nivel literario era poco menos que burdo y deplorable. Y ahí fue donde me tocó la flor. Básicamente porque a X lo tengo por amigo y, sobre todo, porque su última novela se encuentra probablemente entre las diez mejores que he tenido ocasión de leer en los últimos cinco años. Con cierta animadversión le pregunté que en qué se basaba para emitir tal opinión. Me respondió que los textos de X eran insustanciales y facilones; que, aunque correctos desde una perspectiva gramatical y estilística, empleaba un lenguaje ramplón, exento de lirismo; que sus argumentos, excesivamente costumbristas, no albergaban trascendencia alguna y que estaban destinados al mero entretenimiento de masas. En su opinión, algo de tales características jamás podría ser considerado Literatura. Le hice notar que, aun no estando de acuerdo con sus apreciaciones sobre la obra de X y salvando las obvias distancias, las características mencionadas cuadraban perfectamente con las atribuidas en su momento a Dumas, Pérez Galdós y que, si me apuraba, podrían aplicársele incluso a parte de los textos de Shakespeare. ¿Estaba afirmando que las obras de los mencionados no eran Literatura? Sonrió con suficiencia y me dijo que por supuesto que no era eso lo que quería decir. Que a pesar de lo que en su momento se opinase de ellas, las obras de los mencionados se habían ganado un lugar por derecho propio en la Literatura por el mismo motivo por el que lo habían hecho, por ejemplo, Mozart o Beethoven en el ámbito de la música: por sus planteamientos innovadores, su novedosa técnica y su perdurabilidad y aceptación con el tiempo. Embotado por tanta gilipollez pomposa, le sugerí que, bajo esas premisas, deberíamos despreciar el trabajo de Led Zeppelin por componer esa nimiedad llamada Stairway to heaven, tan distante del Requiem de Mozart. O a Lynyrd Skynyrd porque su burdo Freebird se encontraba muy alejado de cualquier sinfonía de Beethoven.

Me contestó que, en efecto, así era. Que tales obritas jamás resistirían el paso del tiempo y acabarían perdiéndose en la nada.

Justo en ese momento lo mandé a tomar por culo. En alta voz y ante presencia de testigos.

Lo dicho. Soy un bocas.

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